lunes, 31 de diciembre de 2012

EN TRANSITO...

Nos despedimos de un tiempo intenso... dicen que entramos en otro que también lo será. Esperemos que en cualidad distintos y que, en todos los casos, nos suponga aprendizajes en positivo. 

Me acuna el lugar de siempre, rodeada de mis certezas y de las cosas que me unen y diferencian de ellos.

He tenido una familia y cada día soy más conciente de la suerte que he tenido con ello. Tengo más de cuatro decadas a los hombros, mi padres casi el doble. Mi hermano menor, el único, ese extraño del que formo parte sólo por el contraste que nos une. Ambos, el sol y la luna, igualmente importantes para que el mundo gire y orden familiar se mantenga. Nuestros hijos en blanco y negro, en femenino y en masculino, en el amor y desamor que han supuesto, en lo demasiado y en lo poco que se sienten, en la algarabia que nos regalan, en el corazón que tienen, en la trascendencia que nos dan.

Me acuna esta tierra que no es mia pero se parece a la que sí lo es pero no puede cobijarme. 

Tengo una familia. Tengo salud, trabajo y amor. Me faltan cosas sí pero tengo las más importantes.



Bienvenido seas Año Nuevo.

Gracias Año Viejo, gracias a todos los finales de año que tanta felicidad me han dado. Bailando o durmiendo. Amaneciendo, acompañada; con chocolate y pan dulce. O acostada sola en una casa ajena. A ver qué toca esta vez.

Estoy viva y estoy bien.

En esencia, estoy agradecida. Pero quiero más, eso también.

Manos a la obra.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

UN PASO ADELANTE

Tratadme como un ser excepcional, y lo seré. Sí señor.

Tras muchos temores por los posibles retos que suponía pasar a 3ro de primaria; tras múltiples, en este caso “terrores”,  que inspiraban los candidatos a profesor tutor; la suerte y la vida nos hicieron un regalo: nos encontrarnos a R. dándonos la bienvenida el primer día de clase.

R. tiene, como media, 15 años menos que el resto de la plantilla de profesores de la escuela pública a la que va H. La edad no es imprescindible, pero ayuda a tener ganas. Y ella las tiene. El primer día, no sabíamos lo que ella sería, pero ese desconocimiento ya era una buena noticia frente a las fantasías que nos acompañaron todo el verano.

Durante días escuché a H. alabar a su nueva profesora y tras la primera reunión confirmé que ese desconocimiento se estaba llenando de cosas buenas. La escuché hablar de nuestros hijos y no pude más que sonreír.  Nos habló de sus defectos pero sobretodo les elogió y alabó tanto, que me preguntaba si eran los mismos niños que el curso anterior. Su maestra de entonces no dejó de hablar mal de ellos en dos años.  

Personalmente, me gusta que me señalen mis errores. Sin embargo, con la misma agudeza que espero identifiquen y me hablen de éstos para poder corregirlos; deseo que me señalen las cosas buenas que tengo y de las que puedo echar mano para superarlos. Cuando alguien sólo es capaz de hablar de tu parte mala, a mi me parece una persona de alma pobre y peor espíritu. Y a esos, hay que silenciarlos o cuanto menos, mantenernos alejados. Más lejos si del sistema educativo hablamos.

Pero no, tenemos a R. Tenemos la enorme alegría de tener a R. Tras dos años de desencanto académico, nunca he visto a mi hija tan motivada por el aprendizaje. Es cierto que ha sido agotador porque la cantidad de deberes nos ha superado muchos días, pero en ningún momento la he visto renegar de su profe o de sus propias capacidades. Sólo ha estado cansada -mejor hago el plural-, pero nunca he sentido que tuviera falta de ganas.

La reflexión que motiva estas líneas tiene que ver con un comentario reiterado que me hace sonreír: “Mamá, R. nos ha dicho que somos tan listos que ha tenido que enseñarnos unas cosas de 4to. Y ya las hemos aprendido! Sabes? 4to. va a ser mucho más fácil”. Tendremos un verano optimista.

Y pensar en eso me hace recordar a todos los que vieron cuánto habíamos conseguido, y lo celebraron con nosotros. En los que aprendieron de nuestras fortalezas para amortiguar nuestras debilidades y animarnos a superarlas. En todos los que creyeron que podíamos dar más y nos lo pidieron. En todos los que nos motivaron para esforzarnos e ir más allá de lo mucho que ya habíamos logrado. 

Pienso en R. y el bien que le está haciendo a mi hija a fuerza de afecto y exigencia. Vamos a tener que seguir dando las gracias. Las GRACIAS en mayúsculas porque ésto no es algo anecdótico son las bases de la autoestima de mi hija. Y no puedo trabajarlas sola y únicamente desde este lado del espejo.

GRACIAS R. que afortunados son tus alumnos. Y nosotros, sus madres y padres.  

domingo, 23 de diciembre de 2012

...DE TU MANO

H. a veces necesita que le tiendan la mano para sentirse más cómoda.

Algún tiempo después de verse muchas veces reflejada en un espejo, H. se dio cuenta de que era negra y eso comenzó a interrogarla. Comenzó a tener dudas, incluso, a tener temores.

Mientras no lo supo, se movía con soltura. Amaba a la gente, así en general. Regalaba besos a diestra y siniestra, a propios y extraños, y se relacionó sin dudas ni temores. El mejor ejemplo, sus compañeros de clase a quienes quiere y la quieren con entusiasmo. 

En algún momento, sin embargo, ese reflejo de su negritud la llenó de dudas. Y con esas dudas, no ha sabido claramente manejar el significado que el color de su piel le reflejaba. 

Por un lado, recibe un mensaje normalizador de mi parte, de una parte importante de su entorno, que reconoce su diferencia en el marco de otras diferencias posibles, y le otorga un significado amplio, enriquecedor. Tan condicionante como muchos otros, que te colocan en situación de minoría, que no de desventaja. 

Por otro lado, sin embargo, recibe un mensaje más subliminal (social), o explícito de algunos niños del cole (curiosamente pertenecientes a otra minoría) en negativo. Y ese segundo mensaje "cala". Y hace que a menudo, su respuesta a mi pregunta sobre el por qué teme hacer algo absolutamente normal a nivel de relación social, es. "...pero es que yo soy negra". 

H. tiene dudas y no sabe si puede andar espontáneamente por el mundo...

Debido a los condicionantes que en ocasiones genera eso en su primer encuentro con otros niños, este año la he apuntado a dos actividades extraescolares que implicaban necesariamente relaciones con niños ajenos a su entorno habitual (y protegido) del colegio.

El primer día de una de ellas, conocimos a V., otra niña de su edad a quien veíamos por primera vez, sin ningún tipo de referencia previa. V. sin la mediación de ningún adulto le sonrió y le dijo...que trenzas tan bonitas!...y, nos minutos más tarde,..que piel más suave!...y así cada día, todos los días, a lo largo de estos tres meses. V. le sonríe, le alaba, se le iluminan los ojos cuando la ve, la elige cuando hay que hacer pareja y la hace sentir valiosa. 

V. no sabe cuanto le debemos!!!.


Esa respuesta de V. ha favorecido que H. se relajara. Al relajarse, se ha mostrado más dispuesta a dar el tiempo que las relaciones necesitan para iniciarse, crecer, consolidarse. Tres meses después, no es sólo V., son la mayoría de las compañeras las que hacen que H. sonría, bromee, se desinhiba, abrace...Yo la veo hacerlo y sonrío. Ella me lo cuenta porque le parece un hecho excepcional (habrá que darle tiempo también para que relativice). H. se siente importante para el grupo. 

H. se ha olvidado de que pertenece a una minoría. Ahora se ha vuelto más importante para ella sentir que forma parte de ese algo que forman todas. Creo que ha dejado de pensar en el color de su piel. Eso la vuelve la niña que es y de la que a veces se olvida: una niña alegre y feliz, una niña capaz y competente, una niña a la que le gusta mucho la gente

V. no me cansaré nunca de dártelas:....GRACIAS.... GRACIAS... GRACIAS...


lunes, 10 de diciembre de 2012

DE LA AUSENCIA Y DE TÍ...

S. y yo no nos veíamos desde hace 12 años. La cuarta parte de nuestras vidas, que abrumador. Por suerte, nos encuentra una ciudad que nos gusta mucho a ambos.

Hay gente que pasa por tu vida sin pena ni gloria. Hay otra, que con la misma cualidad, se queda. Que condena!!. Y hay otra; es el caso de S., que pasa con pena y con gloria. Entonces, les tienes presentes, e incluso, a ratos, les añoras.

Yo siento que S. y yo nos tenemos mucho cariño. Y siempre he sido conciente de lo mucho que tuvimos de otras cosas, breves pero intensas. 

Tras unos años de ausencia, hace algunos que tenemos encuentros epistolares. Encuentros dedicados a narrar las cosas que nos pasaron desde la última vez que nos vimos. Me sorprende que el encuentro en persona nos haga narrar tanto lo que nos sucedió en las semanas/meses previos a la despedida. Es como si quisieramos constatar recuerdos y evitar idealizarlos con la nostalgia del tiempo.

Creo que sin ser concientes de ello, necesitabamos re-nombrar el momento en que tomamos las decisiones (o dejamos de tomarlas) que evitaban la ausencia. Entender cómo, en medio de un "buen amor", a veces se toman buenas decisiones que, aún así, causan dolor.

S. y yo hemos sido padres al mismo tiempo, aunque mi hija es mayor que la de él. A ambos la vida nos ha tratado bien desde entonces. Lo que se nota, entre otras cosas, en la posibilidad de encontrarnos con tanta frescura. 

Este encuentro, probablemente ha sido en su cualidad, único. Habrá más encuentros, seguramente, pero ninguno será como este. 

Y pienso en ello.

Unos días antes de este encuentro, E. ha vuelto a traer a mi memoria Vete y Vive. Sé que hay encuentros y despedidas que nos marcan para siempre. Ella me proponía verla con H. y he estado pensando en ello. Sobretodo en la escena final. 

H. y yo hablamos con naturalidad de esa posibilidad. Esa posibilidad de encuentros que nos confrontan con las decisiones que se tomaron al separarnos de las personas que fueron/son significativas en nuestra vida. 

¿Cómo se explica que abandonemos a los que queremos? ¿Cómo se acepta que la vida mejor que le deseamos, sea lejos de nosotros? ¿Cómo explicamos las decisiones que tomamos y las razones que las fundamentaron, cuando al hacerlo causamos tristeza? 

Requiere valentía y serenidad enfrentarse al pasado y asumir lo mucho que nos quisieron, e incluso nos siguen queriendo, aquellos que eligieron no estar con nosotros. Requiere amor y mucho respeto entender los motivos de su ausencia.

Siempre he dicho que H. fue una niña querida. Yo también. 

Saberlo casi siempre es suficiente. En ocasiones puntuales, no. 

La conciencia de estas últimas en mi propia piel, creo que me hace mucho más sensible a su dolor. Me mantendrá atenta a esas ocasiones en las que no basta saber que nos quisieron. En que hay tristezas que sólo se pueden acompañar cuando aparecen.

Y todo ello, aunque sigamos validando lo vivido.





jueves, 6 de diciembre de 2012

CON PATAS...

Como ha sido el cumpleaños de H. una amiga me ha preguntado si podía regalarle una tortuga. La verdad, no lo he dudado ni un momento, he dicho que sí. "Tortugas" pasa la estricta criba que determina quien viene a a casa a vivir con nosotros.

Vivimos en un piso pequeño así que el uso del espacio es importante. Tambien, por tiempos, a veces tenemos dificultades para cuidarnos a nosotras mismas. No podemos entonces asumir muchas más responsabilidades en el cuidado de otros. Con nuestras plantitas, que a veces notan nuestra falta de mimos, es suficiente.

Hace años vi una pelicula indiferente de las que pasan los domingos por la tarde. En ella, el terapeuta de un centro de desintoxicación,  al darle el alta a sus pacientes, les regalaba una planta y les decía algo así: cuídala, si dentro de un año está viva, estás preparado para iniciar una relación afectiva. Esa frase, sí ha trascendido en mi memoria. 

La capacidad de cuidarnos a nosotros mismos va de la mano de nuestra capacidad de cuidar a otros. Creo que cuidar a otros seres vivos, durante cierto tiempo y a cambio de nada, puede ser el paso previo a comprometernos y ofrecer garantías de relaciones humanas estables y sólidas. Por eso pienso que es importante que en la vida de los niños exista esa posibilidad de cuidar a otros. Y eso, las mascotas, lo posibilitan.

A pesar de haber crecido buena parte de mi vida entre animales, no soy de las que los quiere en casa. Siempre he tenido la excusa del tamaño de estas para no tenerlos.  Me gustán, sí, pero los prefiero en libertad. Como testigo, sin embargo, me emociona que alguien los trate como un miembro más de la familia.

Hemos celebrado la llegada de Rita (la tortuga) porque H. vive suspirando por una mascota, como vive celebrando la mayor parte de los animales. Eso sí, en la distancia. En la cercanía, les teme. Siente fascinación y curiosidad ante su presencia pero en los espacios cortos, se asusta. Se siente vulnerable ante ellos.

Rita es una bebé pero en estos días que lleva en casa no he logrado que se anime a cogerla entre sus manos. No tolera el hormigueo de sus pies e incluso noto que se pone nerviosa cuando la ve caminar sobre mi mano.

Hace algunas semanas me contó que en el colegio, un niño llevó castañas a la clase y aprovechando que estamos hablando de las plantas, hablaron del castaño y sus partes. Al llegar al fruto abrieron la castaña y tenía un gusano lo que provocó asombro (y asco) en muchos niños, pero es que H. se puso a llorar de la impresión y el miedo. Ni el gusano ni Rita pueden hacerle daño, pero ella les teme.

H. tiene una cicatriz grande en la frente. Cuando comenzaba a hablar en la lengua que compartimos y  sus recuerdos aún eran frescos, le pregunté qué le había pasado. Contestó: "La vaca". Ante mi cara de sorpresa insistió: Sí, mi vaca, me pegó con su pata cuando estábamos jugando. Ya comenté hace tiempo en esta entrada sobre aquello que suponen las ausencias en nuestros recuerdos y en cómo los llenamos. 

La vaca es la parte más estable de los recuerdos desdibujados de mi hija en esos primeros dos-tres años que no compartimos. Y a mi ciertamente me pareció siempre inverosimil que ella, en sus orígenes, tuviera una vaca. 

Hace unos meses, contacté con esta ONG . Ellos trabajan a lo largo del año, pero especialmente en verano, cerca de la localidad en la que H. nació. A través de un par de mujeres infinitamente amables y entregadas al buen hacer, he vuelto a tener un contacto directo con la familia extensa de mi hija. Por lo que me cuentan estas mujeres, es posible, incluso es más que probable, que su familia pudiera tener una vaca en casa. Si hay vaca, posible ha sido el golpe de la importante cicatriz. Si con dos años, una vaca te ha golpeado con su pata en la frente, es comprensible que le tengas miedo a todo lo que tiene patas.

A pesar de ello, la vaca también evoca sus sonrisas y su ilusión y la ha defendido en su memoria más que a los humanos que también formaron parte de ella. No tengo dudas de su deseo de disfrutar de los animales...de Rita, de los perros y gatos de los muchos amigos, de los caballos, conejos, pajaritos y gallinas que nos han rondado en estos años y de todos los muchos animales vivos y en libertad, que nos toparemos por el camino, sólo hay que darle tiempo al tiempo. El camino de regreso del miedo a veces es muy lento pero siempre es posible.

sábado, 1 de diciembre de 2012

FECHAS

Hay algunas que duran para siempre...

Hoy es 1 de Diciembre. Una fecha decidida y valiente. Celebraciones externas incluidas.

Mi hija cumple hoy 8 años. 

Hoy hace 20 años que llegué a España. 

Decidir lo primero fué, desde el inicio, para siempre. La segundo, era temporal, pero fue creciendo por cosas inesperadas. No sé si es "para siempre" pero cada vez se le parece más. 

Ambas me reflejan buena fortuna.  Si  bien con la primera no tengo ninguna duda. Con la segunda, ciertamente, sigo teniendo muchas nostalgias. 


Tardé mucho en desear ser madre, cosas de la vida. Cuando llegó, sin embargo, el deseo fue firme y contundente. Y fue sabio.

Nunca me imaginé siendo emigrante, aunque he vivido rodeada de ellos. Soy hija y nieta de ellos. Soy uno de ellos. Y quien no lo ha vivido, no lo entiende.

A veces, la vida te da cosas que ni buscas ni esperas. Y a menudo acierta, porque te enseña.

Elegí ser madre por adopción. Por adopción internacional, así que mi hija también nació en otra tierra y eso también forma parte de lo que nos une.

¿De donde eres? Seguirá siendo en esta familia una pregunta difícil de contestar. Como dice mi amigo J. "En la mayoría de la gente ¿De donde eres? tiene como respuesta el nombre de un lugar, en tu caso, (...en el de mi hija, en el de mis padres,...), es una historia que contar."

Y contar y escuchar historias de lo que la gente hace, siente y piensa es una de las cosas que más placer me produce. Cuando has aprendido, por placer o necesidad, a desenterrar tus raíces y a mover tus alas, descubres el valor de muchas cosas que sólo se ven en perspectiva.

Mi amiga L. en estos días, escribía algo en lo que he estado pensando. Lo copio, compartiendo con ella, la necesidad de fortalecer los motivos para el destierro…

“La naturaleza humana no dará fruto, al igual que la patata, si se planta una y otra vez, durante demasiadas generaciones, en la misma tierra agotada. Mis hijos han tenido otros lugares de nacimiento y, hasta donde alcance mi control sobre su fortuna, echarán raíces en tierra desacostumbrada”  La aduana. Nathaliel Hawthorne


Madre e Hija estamos de aniversario. Y tenemos motivos, muchos, para celebrar la vida y las múltiples patrias, físicas y emocionales, que nos acogen. Y muchos de vosotros, sois parte de eso. Y espero haberos trasmitido que esa presencia, me da felicidad.

domingo, 18 de noviembre de 2012

RÁPIDO

En la clase de Lengua de H. están aprendiendo de adjetivos...

Yo como madre, también. Mis ojos y nuestro pediatra lo ven. H. crece quizás demasiado rápido. Con la ayuda de la ciencia agudizamos nuestra mirada y parece que sí, que crece un poquito más rápido de lo recomendable. En otros tiempos la reflexión era "te ha tocado crecer rápido" pero, estamos en estos. Ahora, parece que hay algunas cosas que podemos decidir, en estos tiempos la ciencia nos permite sopesar si la dejamos crecer según le ha tocado o la ayudamos a ir más despacio, que igual así saborea más la vida y cada cosa llega a su momento.

Cuando conocí a H. ya había crecido demasiado rápido. Le había tocado la mala lotería de perder a sus cuidadores primarios y cuando no tienes quien te cuide, aprendes (por supervivencia) a cuidar de ti mismo. H. a los dos años y medio, hacía cosas que no hacen en este lado del mundo, ni los niños de seis. Era asombrosa, que también es un adjetivo.

Como madre, incluso sin las últimas noticias, pienso que crece demasiado rápido. Su niñez, como la de muchos niños de muchas madres, se me escapa entre los dedos. Me enfrento a la ambivalencia de añorar a la niña que fue, que está siendo aún, frente a la ilusión que me supone el verla crecer en todos los ámbitos. Soy yo la que quizás se ha vuelto lenta para asimilar a la misma velocidad, la vorágine del día a día.

Llegué a la maternidad tarde para la norma social. A tiempo, para el criterio personal. A veces pienso que podía haberme animado antes porque hubiera sido madre más veces, pero no nos sobraban los motivos. Ahora todavía pienso que seré madre más veces pero me lo planteo de formas alternativas. A las familias de hoy, les ha dado por seguir nuevos modelos y escaparse de los tradicionales, igual eso nos beneficia. En algunos de ellos podría estar mi contraparte. A ver si tenemos suerte. Más, quiero decir, que suerte tenemos ya y mucha. Claro! no ha sido de gratis. La hemos trabajado mucho. Y nos alegramos. La suerte también es algo que se conquista

Me entristece ese crecer a toda prisa. Sobretodo cuando es el cuerpo el que manda. Cuando creces irremediablemente, cuando tu pantalón preferido deja al descubierto algo más que tu talón, cuando ya no puedes ponerte esa camiseta que te quedaba tan bonita, cuando las zapatillas del verano no te sirven para el otoño, cuando ya no estás cómoda en la playa sólo con la parte de abajo del traje de baño. Quizás desde la consciencia de que la vida sólo va en una dirección y que cada etapa vivida, no se vuelve a recuperar. Ese crecer rápido me produce nostalgia.


Quiero disfrutarte pequeña. Pero te miro de cerca y descubro que ese crecer físico que me inquieta, viene de la mano de una madurez que nos ayuda a ambas, de una asombrosa capacidad de mirarte, de reconocerte y regularte, que habla mucho y muy bien de ti. Creces y crecemos querida mía habrá que asumirlo, sonreír, animarte y acompañarte. En eso estamos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

CENTRADOS EN SOLUCIONES

Hace unas semanas retomé, tras varios (muchos) años, mi formación como terapeuta. Lo hago de la mano de M. y M. Igual que hace veinte años renovada de ilusiones, con un gran rodaje a las espaldas, y con la humildad de quien siempre ha sentido que sabe infinitamente menos de lo que debería.

Nuevamente me encuentro con M. Me deslumbra de la misma manera que lo hizo entonces y, probablemente, lo hace por las mismas razones, que con en el tiempo, se han magnificado.

El trabajo de ambos me gusta porque lo hacen desde el concepto de FAMILIA como concepto real pero, sobretodo, emocional. En estos veinte años, he crecido exponencialmente en lo familiar, he tenido más cerca a la familia extensa y hemos hecho sólido nuestro vínculo desde la experiencia interpersonal y no sólo desde la biología. También he crecido por tener más lejos a la familia nuclear, por no tener-nos siempre que quisimos, y, sobretodo porque desde la maternidad me he posicionado en un lugar distinto en la experiencia de la construcción de vínculos. Yo en estos años sólo he multiplicado la convicción de que la familia, esa en sentido amplio y desde distintos modelos, es el germen y el guardián de lo que eres y no puedes comprenderte si no es en relación a tu historia familiar.

Me gustan por que trabajan desde un profundo respeto por lo que los clientes nos cuentan, por el DOLOR que traen a terapia. Sin ser personas suaves, más bien lo contrario, toman entre algodones las historias de daño, tristeza y angustia que se traen a terapia. Luego los diseccionan agudamente, infinitamente, tanto, que los transforman en su opuesto. Diseccionan para fundirse en la comprensión emocional del otro. Y, una vez allí, siguiendo la voz del cliente que les guía, van encontrando el camino de regreso a estos espacios de luz donde a veces, sólo a veces, parece más confortable vivir.

Y, finalmente, me gustan por ese esfuerzo deliberado que nos invitan a hacer a los terapeutas: ayudar a las personas a encontrar LAS SOLUCIONES que ya tienen en ellos cuando se encuentran con nosotros. Buscan y buscan hasta encontrar esa senda de regreso de la que el cliente va dándonos datos. Sigues su voz, que escucha tus indicaciones, tu no ves, pero sí sabes, ellos ven pero no conocen el camino. Sólo te siguen y juntos encontráis el camino de regreso. 

Es imposible conseguirlo si no partes de la convicción de que ese camino existe y que son ellos los que te guían hacia ella. Los clientes sólo dan buenas respuestas a nuestras preguntas, somos nosotros los que tenemos que transformarlas en respuestas útiles. No tenemos que descubrir nada, sólo de reconocerlo.

 


martes, 6 de noviembre de 2012

PEDIR

En mis mundos, este es el verbo que escucho con mayor frecuencia. Cada día más, con más matices. 

Hace unos días mi amiga de Marte nos contaba en este post  sus particulares malabares. Su objetivo, lograr que sus hijos estuvieran atendidos y cuidados, uno de esos días festivos en los que a ella le toca trabajar y sus ellos no tienen cole. Solo leer el post ya cansaba mentalmente ese encaje de bolillos, pero, además, en los comentarios ella hablaba y decía " una de las grandes enseñanzas de la monoparentalidad es que aprendes a pedir ayuda". Yo añado: te conviertes en un maestro de las posibilidades y aprendes que estás mucho más acompañado de lo que a veces crees. Que sin tener consciencia de ello, formas parte de una tribu que hace las veces de familia (y encantados están!!!) ... Claro!, siempre que tu te animes a pedirlo.

A mi pedir siempre me ha costado mucho. Crecí en un entorno en el que no era fácil pedir ayuda (por soledad que no por hostilidad) y aprendí a necesitar sólo aquello que yo misma podía proveerme. Eso no suena bien, pero lo cierto es que eso me hizo una mujer autónoma, independiente y valiente, digo, por ver el lado bueno. Quizás se me ha ido la mano muchas veces: si quieres que alguien te regale flores, quizás tengas que esperar un poco antes de salir a buscarlas tu. En la misma línea y por la misma época, el hombre más especial de cuantos me han rodeado, me decía, tu no has tenido hijos antes porque no has podido fertilizarte a tí misma...y razón tenía!!! comentario que ha dado para muchas risas y otras tantas lágrimas.

Pues bien, a mi también mi hija me ha enseñado a pedir, mucho más de lo que hubiera deseado (y soy consciente de que es aún poco), pero ese acto me está suponiendo un proceso de aprendizaje bonito como ser humano. Te vuelves mucho más sensible al valor de los demás y se lo reflejas, y te haces mucho más humilde frente a tus fortalezas, y por tanto, te vuelves mucho más humano. 

Hace unos meses comencé a participar someramente del Banco del Tiempo de mi ciudad. Antes de hacerlo coincidí en un foro de reflexión con uno de sus promotores y él me decía: el que dinamiza la sociedad es el que pide, no el que da. Pidamos pues!

Reconforta encontrarte la bondad de alguien dispuesto a dar y a compartir. Reconforta sentir que el bien que te hace le otorga valía a su gesto y a él como persona. Sólo tu pidiéndole posibilitas su valor. Si no lo demandas, nunca podrá expresarlo.

Trabajo en un servicio de atención a personas en situación de vulnerabilidad. Como podéis imaginar en los últimos cuatro años han crecido exponencialmente las demandas de ayudas para la cobertura de necesidades cada vez más básicas. A menudo, una de las cosas que tenemos que trabajar con las personas que atendemos es la dignidad que implica el que pidan. Definitivamente pedir está mal visto. Los que pueden evitarlo, lo evitan y quienes no pueden hacerlo porque la necesidad obliga, se sienten indignos, merecedores sólo de la mirada lastimosa del otro y eso es totalmente falso. No hay de qué avergonzarse. Pedir si necesitas es sano.

Hay que ser valiente para pedir y reconocer que el otro te hace falta.

Y eso creo, que nos hacemos falta. Y cada vez más.

Pues por pedir, que no quede 

 

jueves, 1 de noviembre de 2012

LA MUERTE Y LOS MORIBUNDOS

Retomo hoy, que como latina, prefiero conmemorar el Día de los Muertos; este texto que escribí hace unos meses, un día cualquiera. Nuestros muertos están siempre con nosotros, no sólo hoy, pero quizás hoy más.

"La Muerte y los Moribundos" es el título de un buen libro de Elizabeth Klubber-Ross, una psiquiatra pionera de la humanización de la atención a pacientes terminales. En su día, me tocó leer, no se si por placer o por angustia, muchas cosas de ella. Me resultaban muy interesantes sus observaciones sobre el buen morir y lo que podemos hacer los que estamos cerca de quien se muere. Eso no tiene mucho que ver con lo que ahora escribo (o sí) pero es que pensar en la muerte siempre trae su nombre a mi memoria.

Hace unos meses la madre de S. una compañera de clase de mi hija,  me dice en medio de una conversación trivial sobre las batallitas de nuestras niñas. "Sí, S. me dice qué graciosa es H.!. Si estamos hablando de Galileo Galilei ella levanta la mano y pregunta ¿Esta muerto?...Si decimos que Cristobal Colón descubrió América ¿...pero está muerto? pregunta H. y así con todos". La escucho y sonrío recordando la cantidad de veces que me pregunta en relación a su abuelo ¿Está muerto? ¿Se va a morir? (...y está bien, no le pasa nada) o en todas las muchas conversaciones que hemos tenido sobre la muerte...¿A los muertos los tiramos a la basura también ? (3 años); Qué suerte si nos morimos dentro de casa porque como está el techo no nos deja pasar y no podemos irnos al cielo! (4 años); Si tu te vas a morir yo me agarro de ti para irme contigo (4-5 años). Aparte de su afán por saber Cómo se muere la gente, querer visitar cementerios, ver muertos para ver cómo están y esas cosas...Al lado de eso (y supongo que porque podemos hablar tranquilamente del tema) ni una pesadilla, ni angustias detectadas, ni miedos más allá de estas conversaciones, "simplemente" curiosidad.

Sonrío con tristeza sí, como se llora de alegría.

Cuando un niño cercano a nosotros tiene dos años y pierde a sus padres, somos muy conscientes del dolor y de la pérdida que ese niño tendrá.

Cuando alguien adopta a un niño de dos años que ha perdido a sus padres, pensamos en la suerte que ha tenido. ¿De qué? me pregunto.

Que difícil resulta que no se minimice el daño y la perdida previa que ha vivido un niño que es dado en adopción. Que se entienda que la vida de antes, es la misma vida y que sobre ese dolor mayor, se pueden asentar otras cosas buenas para ambas partes, pero que antes, se ha perdido algo muy significativo. Y todo deja huella.

Se que H. fue una niña querida y cuidada. No veo en ella rastros de daño emocional, por eso quiero a su familia. Esa familia, al quererla, le dio las bases para la salud emocional que yo hoy disfruto. Viendo lo que hay allá afuera más me vale estar agradecida a mi. Nunca le he temido a la muerte y mi relación con ella es muy serena pero reconozco que no quiero que me pase nada, que me den vida para vivirla pero sobretodo para que H. no tenga que pasar otra vez por esa pérdida. No te puedes quedar sin madre dos veces, aunque llegará el día en que así sea, mejor esperamos y nos fortalecemos para poder integrarlo sanamente en nuestra vida.

Lleva cinco años conmigo y aunque puede sonar extraño que lo diga  en los últimos meses noto mucho "que me quiere". Parece una tontería pero no creo que sea fácil -o al menos a mi no me resulta nada fácil, sentir que el otro me ve y me quiere-, con amor de adentro, con amor profundo. Por eso tengo la ternura alborotada. Por eso sonrío aunque sea con tristeza.

"El amor" es una cosa intensa. Y da mucho miedo perderlo. No me extraña que para mi hija "saber y sentir" la muerte, sea importante. Y en eso pienso, hoy, de forma evidente pero también muchos otros días. Pienso en mis muertos, en los suyos y en los nuestros...porque forman parte de nuestra vida.

viernes, 26 de octubre de 2012

DEBERES Y DERECHOS...

Desde que soy madre, el significado de la palabra deberes ha cambiado la priorización de sus acepciones. Desde que soy madre ya no pienso en la primera, vamos, la de toda la vida, sino que pienso en la tercera.

Desde que mi hija va a la escuela escucho a muchas madres quejarse de "los deberes" de sus hijos, a veces, porque empiezan demasiado pronto, a veces por que no empiezan, a veces porque son muchos y otras porque son pocos. Hay para todos los gustos.

Desde que soy madre y hablo mucho de todo lo que la maternidad (y la paternidad claro!) trae a tu vida, he leido y compartido más sobre educación, de lo que lo hice antes, o al menos desde otra cara. No desde esas múltiples teorías que estudiábamos años ha en Psicología Escolar sino de lo que realmente aprendemos y cómo lo aprendemos.

Cuando H., mi hija, terminó el segundo curso de educación primaria experimentó dos procesos emocionales negativos que tiñeron buena parte de los primeros días de vacaciones. Sí, incluso de las maravillosas y anheladas vacaciones!. 

Uno de ellos fue el duelo. Dejaba atrás, sin el compartir de todos los días, a sus compañeros de clase -a los que adora- y; además, dos niñas de su clase se iban del cole y ya sabía que no las vería el siguiente curso. 

El otro, el miedo a pasar a tercero. Miedo entendido como en el diccionario: estado de alerta que nos protege, o de angustia que nos sobrecoge, ante la presencia de algo que estimamos nos dañará. Ese señor desagradable ha estado acompañando a mi niña todo el verano y cada vez que se acordaba de ello me decía. "Mamá, yo no quiero pasar a 3º...ponen muchos deberes y no voy a poder". 

Dicen que el miedo surge por la presencia de un peligro, sea real o imaginario. En ese sentido, yo entendía que su miedo se basaba, en su desbordada imaginación.  Ésta era alimentada por toda clase de leyendas escolares construidas por los del  4º curso. Ellos promocionaban así su honor y valentía por haberlos superado. 

Pero, me equivoqué.

Llevamos algo menos de dos meses de clases y no puedo menos que reconocer que lo miedos de mi hija eran plenamente fundados. El peligro es real.

Hoy es viernes. Mi mayor placer de esta tarde lluviosa es ver a mi hija jugar, descansar, estar relajada. Es la primera vez que puede hacerlo esta semana. Pero esta es una sensación que arrastro desde hace varias.

Los deberes de mi hija se han comido su tiempo libre; bueno que digo "su tiempo", se han comido nuestro tiempo libre. 

Trabajamos cada una a su manera, cubrimos necesidades básicas-básicas (comemos, dormimos, nos aseamos,...) y de resto, hacemos deberes. Eso salpicado dos veces a la semana por las dos horas que juega al baloncesto y la vida le dan!!!. Alguna que otra hora más que bien la valían los amigos que nos visitaron y aquellos con los que nos encontramos. Gracias chicas!. pero...nada más!!!!

Hace semanas que arrastro la sensación de que es imposible acabar un día jugando, leyendo un libro, viendo una peli, montando un campamento de indios o jugando a las muñecas...existen unos monstruos en forma de fichas de Lengua, Mates, Cono, Inglés que nos roban la vida a las dos...y nos vamos a la cama pensando en ellos y nos levantamos pensando en ellos (porque no los terminamos)...

Y digo yo, además de deberes, ¿no habrá derechos?...

...el derecho a aprender de forma menos traumática.
...el derecho a descansar y a perder el tiempo.
...algo tan simple (y tan mágico) como el derecho a jugar. Y tan sanador.
...el derecho a disfrutar de la escuela y de un proceso educativo que le haga sentir el placer de descubrir y aprender.
...el derecho a compartir un tiempo en el que yo sea madre y no maestra de contenidos formales.
...el derecho a estar con sus amigos haciendo el tonto (o el listo)
...el derecho a disfrutar del entorno: de los parques, las plazas, las piscinas, las canchas de juego, las bicis, los patines, los árboles, los juguetes.
...el derecho de tener tiempo para distraerse, para soñar, para imaginar, para crear.
...el derecho a no conocer el estrés, la tensión, el miedo, el agobio... con tan sólo ocho años.

Creo firmemente en el esfuerzo, en el aprendizaje y en el logro pero además creo en la vida, y estas semanas tengo la terrible sensación de que a mi hija y a mí se nos va la vida haciendo deberes. Y no quiero.



lunes, 22 de octubre de 2012

MÁS LÁGRIMAS...

Los padres de J. y yo nos conocimos hace muchos años. En ese entonces, estábamos tratando de aprender otro idioma. Uno, que alimentara nuestros sueños y ocupara nuestro tiempo. Desde el principio fuimos muy afines, y la vida nos ha dado. Somos aquí, la familia que no tenemos cerca.

Al tiempo de conocernos, me preguntaron si sabía cómo se iniciaban los trámites para ser padres por adopción. Por distintos motivos, la vida llamaba ya a la procreación y visto el margen de maniobra que teníamos, estábamos decididos a seguir adelante por una de las vías posibles. Yo, para entonces, ya había estado pensándolo e investigando lo suficiente como para contarles por dónde empezar.

Ellos iniciaron el camino con más urgencias, y esperaban a su hija mucho antes que yo a la mía. Quiso el azar que mi hija, llegada de África, fuera más puntual en el cumplimiento de las previsiones y, por lo tanto, que pudiéramos disfrutarla antes. 

Cuando J, su hija; llegó a nuestras vidas H. ya llevaba algún tiempo disfrutando de los privilegios de ser "la única". Cuando llegó J. todos la celebramos pero, en paralelo, H. descubrió por primera vez los celos.

La quería pero no quería compartir a ninguno de sus afectos con ella. Yo por entonces ostentaba ya el rol de madrina o co-madre de J. así que, a sus ojos, parecía mucho más riesgoso el asunto del compartir.  H. sentía que si alguien le prestaba atención a J., era porque ya no la quería a ella. Y, en general, tuvo que aprender a vivir con el peso de no ser la única luz de todo nuestro cielo

A lo largo de estos cuatro años de mucho compartir, mucho celebrar, y mucho amar. H. y yo hemos trabajado muchas, que digo muchas, infinitas veces, lo que siente. Es algo que le sucede con cierta frecuencia y que no sólo le pasa con J. En general, piensa, que al compartir, pierde. Yo,  trato de ayudarla a sentir, que más bien se gana.

A lo largo del tiempo la he visto ir educándose. Sí, ella, a sí misma, porque es muy sabia. Y la he visto construir afecto y complicidad con ella misma y sus emociones. También con lo que siente hacia J.  He visto transformarse su mirada, su interacción, sus sentimientos.

Hace un par de noches J. se quedó por primera vez a dormir con nosotras por motivos puramente lúdicos. Esta vez no había complicaciones, sólo se debía al placer de celebrar estar juntas. Fue una noche deliciosa, llena de dulzura y complicidad. El día siguiente, con sus rutinas y premios, fue aún mejor. Para terminar nuestra tarde de domingo, nos fuimos al teatro las cuatro: madres e hijas.

Al volver a casa, donde ahora se notaba la ausencia de J. Mi hija no sabía qué hacer, estaba desnuda emocionalmente. Pasados unos minutos, me dijo. "Mamá extraño a J....no sé por qué pero tengo el corazón llorando como cuando se fueron mis abuelos". Y yo sonreí pensando en la gran conquista que esta sentida expresión supone en el aprendizaje emocional de mi hija.

Luego añadió.

"Mamá, cuando tu te vas me llora el corazón y también me lloran los ojos".

Y entonces, "lloré" otra vez. Esta vez de alegría.


viernes, 19 de octubre de 2012

LÁGRIMAS...

He sido siempre una mujer llorona, lo cual, ciertamente no me molesta. Como se que soy una mujer fuerte y valiente, llorar me humaniza. Me devuelve a mi propia sensibilidad y fragilidad. Lloro porque siento, y sintiendo sé que estoy viva.

Anoche lloré mucho, hoy todavía no puedo controlarlo. Hacía mucho que no lloraba. Llorar de verdad. Quiero decir, llorar desconsoladamente. Y he llorado por lo que sin duda me ha hecho llorar más en la vida: La Rabia. Aunque he llorado mucho me cuesta imaginar mejor vida de la que he tenido. Soy una mujer bastante feliz, bastante optimista, bastante positiva. La vida me ha tratado bien y yo le correspondo, eso sí con mucho respeto a los que no han tenido la suerte que he tenido yo y han tenido vidas que duelen de sólo nombrarlas.

Cuando lloro siempre me acuerdo de mis grandes paños de lágrimas. Mi madre, a quien yo de adolescente decía: "ven y abrázame que quiero llorar"...cogía el paquete de kleenex y podía pasar una hora llorando. Todavía lo recuerdo y sonrío. Qué valiente y serena es mi madre que simplemente me abrazaba y después de explorar un poco aceptaba que no pasaba nada especial, sólo necesitaba llorar y que me abrazaran.

Después vino P. otro valiente!...En ese tiempo universitario, muchos más claros mis motivos para el llanto, P. fue un compañero valioso que me hizo aprender mucho de mi misma y me animó a seguir siendo valiente. Mis sesiones de llanto con él siempre, siempre, terminaban en sonrisas y abrazos. Supongo que por eso, aunque nuestras vidas se han cruzado poco desde entonces, nuestra relación es especial.  Creo que aunque ninguno de los dos habla ya de ello, fue intenso lo que nos unió aunque cada uno estaba viviendo una historia personal distinta.

La etapa española ciertamente ha tenido más focalizados los llantos y de todo hemos tenido. Hace unos años, mi buen amor, un día de la nada, me dijo al escuchar esta canción. Eso me lo enseñaste tu, que se podía llorar de alegría y es verdad, juntos hemos llorado mucho, por muchas cosas, entre ellas de alegría, por buenos motivos y por otros claro está que no lo fueron tanto. Intensos somos, sí señor.

Pero, lo más duro es siempre la rabia. Llorar de indignación, de frustración, de impotencia. Quizás estoy muy cansada y es verdad, cansada soy más sensible, pero hay cosas que no entiendo (y que tengo claro no quiero entender, porque no son validas!!!). Y sentirlas, verlas llegar como una obligación arbitraria, como un discurso sin fundamento, como un monólogo atemporal ajeno a la realidad humana en la que nos estamos moviendo, me duele, me duele mucho. Y lloro sí porque siento y estos días parece que no tiene fin y que, cómo no, cualquiera que se nos acerque tiene que aprender a nadar.

         Y lo que nos queda...


lunes, 15 de octubre de 2012

DETRAS DE LA FIESTA...

Ayer, como perfecta propuesta para una tarde fría de otoño, fuimos a merendar a casa de una amiga. Ella vive sola, y habíamos quedado también con otra pareja de amigos, que recién espera a su primer hijo.

Por avatares de la vida, la mayor parte de mi círculo social cercano, no tiene hijos y, a mi niña, los primos le quedan también bastante lejos. Por suerte, entre el cole, el patio de mi casa -que es particular-, el baloncesto y los scouts que pronto iniciará, creo que la dosis de pares la tiene cubierta. En este puente, que ha sido largo, H. ha estado más de la mitad del tiempo de ocio rodeada de niños y disfrutando. Y yo con ella, en la distancia, pero celebrando su felicidad.

En la merienda de ayer, yo esperaba encontrarme con mis amigos y charlar con ellos tras muchas semanas sin compartir. Semanas cargadas además de algunas novedades que necesitaban comentarse. Como temí que se aburriera acordamos que llevaría algo para jugar ella, "consigo misma", que a veces toca.


En los últimos tiempos la verdad es que está espléndida, la veo crecer y madurar y siento que se me hace mayor, con cierta nostalgia y con mucho orgullo. Pienso  en el camino de valientes que ambas hemos transitado para llegar aquí . Pienso en el camino de héroes que nos queda por recorrer en los años venideros. Cierto es, que puestas en nuestras manos, las dificultades que vienen, nos pertenecen a ambas. Las pasadas eran producto de una suerte de azares (malos y buenos) y de injusticias varias, todas ellas malas. Y a pesar de ello, hemos sobrevivido.

Últimamente me rio y emociono mucho con sus historias. Logra algo que todo ser que ama cree imposible; amar, aún más, al día siguiente.

Llegamos y comenzamos juntos a merendar y charlar y como siempre la cuentacuentos (léase ella) comenzó a cautivarnos con sus aventuras, logros y reflexiones. La verdad es que es una fiesta estar con ella. El mundo de los niños hace más ligero nuestro propio mundo. Hasta yo, que ya me sé la mitad de las historias, batallitas y aventuras, me he reído y emocionado con todo. Cuatro a su alrededor bajo el hechizo de su mirada, de su sonrisa y de su inocencia. Pensaba ayer mirándola, que tiene un don, el de regalar felicidad...

Pasado un rato largo, los adultos comenzamos a necesitar narrarnos y es allí donde empiezan las dificultades. Esas que yo no se manejar en solitario. 

Ante cada pregunta o comentario no dirigido a ella, una interrupción brusca, fuera de lugar. Ante dos o tres minutos de charla que no la incluyera, una demanda de atención directa; por las buenas (haciendo un comentario a cuento gracioso) por las malas (me pongo la tartera en la cabeza porque parece un gorro). Comienza la tensión (la mia y la de ella)...

Cuanta dificultad para no ser el centro de atención, para aceptar que ahora le toca el turno a los otros, para entender que ahora toca escuchar, o salir a jugar solita, o ponerse a pintar o a explorar. No, ella no puede. Si algo ha de pasar, comienza y termina en ella. Y entonces, su magia, se me desdibuja. Y la fiesta se estropea.

D., que con los años me ha enseñado que es un sabio en asuntos de niños, la animó para ir a buscar a la perra e ir a pasear un rato los dos solos. Entonces, sólo entonces, nosotras pudimos conversar serenamente, de viajes, de planes, de personas, de sueños...A nosotras nos dió tregua y ella volvió feliz. Bravo por todos!. Pero cuando D. no está, cuando nadie puede hacerla el centro de su mundo, H., el eje de mi mundo, sufre. Y yo con ella, por ella. Siento, que, queriendo o no, me sabotea la escasa vida que tengo. O es conmigo, o no es, así de simple.

Y ahora, cuando todas son compañías afectuosas, compañías que como yo aman su presencia en nuestra vida, entonces el mal es menor pero después...

Yo, que veo el mal mayor, lo que observo es su dificultad para entender que la riqueza del estar con otros, es el compartir a dos o más bandas, pero recibiendo y dando....Que el valor de sus historias y aventuras, sólo existe en la medida en que otros también tienen aventuras y pueden narrarlas. Que se aprende mucho viviendo pero tanto como viendo vivir...Que hay que mirar con todo, oir con todo ...pero no sólo nuestras propias historias.


Mis amigos apenas se dan cuenta de eso porque anhelan su presencia y conmigo comparten en algunos otros espacios pero yo, que observo esa dificultad, estoy preocupada. Me encantaría, pero no se explicarlo bien, que el público, nuestro público, me ayudara a enseñarle que los otros son tan importantes como ella. Cuando sólo estamos ella y yo, es más fácil pero no sé, definitivamente no sé, cómo enseñarlo a partir del trío.

Mis amigos lo saben, los trios no me convencen, siempre lo he dicho. El riesgo de exclusión es muy alto....y no queremos más billetes en esa lotería.

viernes, 12 de octubre de 2012

CELEBRACIONES...

Pienso; como siempre en un día festivo, en las cosas que celebramos con cada aniversario. 

Celebrar, según dicen los que saben, tiene varios matices...y yo, puesta a festejar, que es lo que más me gusta y me parece más sano, voy a celebrar hoy...

...haber dormido ocho horas por primera vez en quince días.

...haber terminado un libro que me ha gustado y que habla de cosas que me hacen pensar en otras, y ellas; en otras y así sucesivamente. Y celebro gracias a J. tener identificado el siguiente.

...pero celebro sobretodo, tener la certeza de haber recuperado mi capacidad para desear leer, encontrar el momento y saber disfrutarlo.

...celebro haber empezado a hacer algo, en lo que lo ganado, es infinitamente mayor que el gran esfuerzo que estoy haciendo para poder realizarlo. Estoy cansada de hacer esfuerzos por cosas que aportan solo lo suficiente, lo justo, lo mediocre. 

...celebro que esa decisión de hace meses, esa idea de futuro que madura lentamente, se esté concretando.  Y celebro que resulte, no tan bueno como esperas, sino mucho mejor. Un gran motivo de celebración.Y lo que nos queda!. Gracias M. y M. Sois estupendos en muchas cosas.

...y ya puestos, también voy a celebrar, que estas horas de antes, en buena compañía y mejor reflexión y aprendizaje, me devuelven el eco de muchas cosas buenas que tengo y no siempre veo. A veces, me cuesta asumir que hay cosas complejas que pueden hacerse de forma sencilla. Que un buen resultado, producto de una tarea sencilla, no minimiza la complejidad que lleva tras de sí y, más bien al contrario, te hace más valioso.

...celebro volver a tener la certeza de que lo humano multiplica por mil la potencia de lo profesional y que, sin embargo, lo segundo sin lo primero, tiene muchas carencias. Cuando logras que ambas cosas estén juntas para lograr tus objetivos, entonces eres, definitivamente, muy bueno.

...y claro!...celebro que en medio de tanta exigencia en tiempos, aún hayamos encontrado el tiempo de estudiar juntas, y que a pesar de mis culpas, mi hermosa hija africana, haya obtenido un par de notables esta semana que son producto de nuestro esfuerzo conjunto, de nuestra fe y de nuestra estrategia. Juntas somos más. Pero sobretodo juntas, recuperamos la certeza de todo lo que podemos ser cada una cuando está sin la otra.

...y más aún, y eso también es un gran motivo, celebro a todos esos amigos y compañeros de viaje que a lo largo de estas semanas nos han echado una mano para llegar a todo, para mantener la sonrisa, para recordarnos la pertenencia.

...ah! que no se me olvide (aunque sólo sea por el desgaste que me provoca) celebro que mi cochecito ha pasado la ITV (léase para los no iniciados ) y confirmar que mi taller sigue siendo un lugar confiable, en el que me reciben siempre con una sonrisa, un buen consejo, flexibilidad y disposición. 

...celebro saber, porque me lo hace saber, que hay amores que duran para siempre. Y que eso es independiente de compartir tu vida con alguien. Aunque las dos cosas juntas son un premio y me lo pido! aunque no pueda imaginarlo con claridad.

...y quiero festejar, que no me tengo que abrigar aún, que no he puesto la calefacción, que aún paseo a placer por estas calles, que sigo tomándome cafés en las terrazas (J. siempre un placer!). Soy una mujer de luz y de calor, y ambos se están yendo despacito y así poquito a poco llevo mejor las cosas.

Y no voy a seguir aunque podría. Estoy convencida de que las gafas con las que miras hacen mucho del paisaje que percibes. Estamos bien, tenemos mucho que celebrar...

Con lo otro, el Día de la Hispanidad, el Día de la Virgen del Pilar, el Día del Ejercito, el día de la Fiesta Nacional la verdad es que más que certezas (como en las celebraciones) lo que tengo son dudas, muchas dudas, muchas preguntas, preguntas sin respuestas...y de celebrar nada, más bien urticaria.


Y para compensar pienso en este chico que siempre ha sabido decir muy bien muchas cosas y que además nos ha dejado muchas, pero que muchas horas de baile, que todo hay que decir, extraño mucho.



viernes, 5 de octubre de 2012

EN LAS DISTANCIAS CORTAS...



Nací en una ciudad de casi 6 millones de habitantes y he vivido allí casi la mitad de mi vida. Cuando vives en un lugar tan grande, tan lleno, (y tan hermoso en mi recuerdo), es fácil que los espacios en los que desarrollas tu vida, no te sean del todo cercanos. Además de grande, todo fue siempre “lejos”. Desde niña me pasé una parte significativa del día de aquí para allá. En bus, en coche, pagando, haciendo autostop...,de aquí para allá, como parte de la vida. Con algunas ventajas de las que he sido consciente según me he hecho mayor, pero también con importantes desventajas. 

Me he pasado veintitantos años lejos de las cosas más significativas del día a día…de la escuela, del trabajo, de los amigos, de la familia. La distancia limitaba posibilidades de encuentros, de cosas compartidas, del mejor aprovechamiento. El tiempo de los traslados nos quitaba media vida. Recuerdo haber sentido que, salvo los fines de semana, yo nunca veía el sol en mi casa. Salía de noche, volvía de noche. Es lo que tienen los días tropicales, son cortos.

Por mis ansias de tener un mundo más amplio, he pasado buena parte de la otra media vida en una ciudad que no llega a los 160 mil habitantes. Cuando llegué a ella, esa sensación de moverme a pie, (esa y muchas otras), me hacía flotar de felicidad. Caminaba media hora y me salía de la ciudad!!!. Todo, absolutamente todo, me parecía cerca. Y esas ansias de un mundo amplio nunca adormecidas, se dieron cuenta de la calidad de vida que suponía en el día a día que entre mi casa, la escuela de mi hija y el lugar donde trabajo no hubiera más de 15 minutos a pie. 

Durante el mismo día en el que antes no veía el sol en mi casa, hoy veo tantas cosas: amanece, vamos al trabajo y de camino nos encontramos la escuela; en ese camino y sus pequeñas variantes dos parques infantiles, el carril bici, varias plazas, una gran superficie, farmacia, banco, quiosco de prensa, gasolinera, cafeterías y bares, el bazar de los chinos, que no falte…un poquito, de todo lo necesario. Eso es calidad de vida, no lo que tienes sino lo que puedes saborear.

Me gusta que muchos servicios y muchos contactos sean posibles al alcance de la mano, a la medida de nuestros pasos. Pensaba en ello porque he caído en cuenta del privilegio que me supone cuando pienso en la locura que desee siempre: vivir en la capital!!!. Allí es donde sucede todo. Y es cierto, sucede, pero no siempre puedes disfrutarlo; que vivir en una ciudad grande tiene sus costes.

Las distancias físicas de mis días, son cortas y lo celebro.

Hay, sin embargo, otras distancias que pesan más. Aquellas que te separan del abrazo de tus afectos más sólidos.  

Me descubro a menudo preguntándome cuánto tiempo más pasaré aquí. Como si no tuviera dudas en relación a que éste, es un lugar de tránsito. Y cuando pienso en ello, acontece de un tiempo a esta parte, que el lugar definitivo es un lugar aún más pequeño, muy pequeño, más abarcable aún que este. Un pueblo diminuto lleno de montañas y de mar. El pueblo de los abuelos y así… vuelta a empezar. El que ha tenido cercanía quiere amplitud…

Ciertamente para unir unas necesidades y otras, benditas sean las nuevas tecnologías!