lunes, 31 de diciembre de 2012

EN TRANSITO...

Nos despedimos de un tiempo intenso... dicen que entramos en otro que también lo será. Esperemos que en cualidad distintos y que, en todos los casos, nos suponga aprendizajes en positivo. 

Me acuna el lugar de siempre, rodeada de mis certezas y de las cosas que me unen y diferencian de ellos.

He tenido una familia y cada día soy más conciente de la suerte que he tenido con ello. Tengo más de cuatro decadas a los hombros, mi padres casi el doble. Mi hermano menor, el único, ese extraño del que formo parte sólo por el contraste que nos une. Ambos, el sol y la luna, igualmente importantes para que el mundo gire y orden familiar se mantenga. Nuestros hijos en blanco y negro, en femenino y en masculino, en el amor y desamor que han supuesto, en lo demasiado y en lo poco que se sienten, en la algarabia que nos regalan, en el corazón que tienen, en la trascendencia que nos dan.

Me acuna esta tierra que no es mia pero se parece a la que sí lo es pero no puede cobijarme. 

Tengo una familia. Tengo salud, trabajo y amor. Me faltan cosas sí pero tengo las más importantes.



Bienvenido seas Año Nuevo.

Gracias Año Viejo, gracias a todos los finales de año que tanta felicidad me han dado. Bailando o durmiendo. Amaneciendo, acompañada; con chocolate y pan dulce. O acostada sola en una casa ajena. A ver qué toca esta vez.

Estoy viva y estoy bien.

En esencia, estoy agradecida. Pero quiero más, eso también.

Manos a la obra.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

UN PASO ADELANTE

Tratadme como un ser excepcional, y lo seré. Sí señor.

Tras muchos temores por los posibles retos que suponía pasar a 3ro de primaria; tras múltiples, en este caso “terrores”,  que inspiraban los candidatos a profesor tutor; la suerte y la vida nos hicieron un regalo: nos encontrarnos a R. dándonos la bienvenida el primer día de clase.

R. tiene, como media, 15 años menos que el resto de la plantilla de profesores de la escuela pública a la que va H. La edad no es imprescindible, pero ayuda a tener ganas. Y ella las tiene. El primer día, no sabíamos lo que ella sería, pero ese desconocimiento ya era una buena noticia frente a las fantasías que nos acompañaron todo el verano.

Durante días escuché a H. alabar a su nueva profesora y tras la primera reunión confirmé que ese desconocimiento se estaba llenando de cosas buenas. La escuché hablar de nuestros hijos y no pude más que sonreír.  Nos habló de sus defectos pero sobretodo les elogió y alabó tanto, que me preguntaba si eran los mismos niños que el curso anterior. Su maestra de entonces no dejó de hablar mal de ellos en dos años.  

Personalmente, me gusta que me señalen mis errores. Sin embargo, con la misma agudeza que espero identifiquen y me hablen de éstos para poder corregirlos; deseo que me señalen las cosas buenas que tengo y de las que puedo echar mano para superarlos. Cuando alguien sólo es capaz de hablar de tu parte mala, a mi me parece una persona de alma pobre y peor espíritu. Y a esos, hay que silenciarlos o cuanto menos, mantenernos alejados. Más lejos si del sistema educativo hablamos.

Pero no, tenemos a R. Tenemos la enorme alegría de tener a R. Tras dos años de desencanto académico, nunca he visto a mi hija tan motivada por el aprendizaje. Es cierto que ha sido agotador porque la cantidad de deberes nos ha superado muchos días, pero en ningún momento la he visto renegar de su profe o de sus propias capacidades. Sólo ha estado cansada -mejor hago el plural-, pero nunca he sentido que tuviera falta de ganas.

La reflexión que motiva estas líneas tiene que ver con un comentario reiterado que me hace sonreír: “Mamá, R. nos ha dicho que somos tan listos que ha tenido que enseñarnos unas cosas de 4to. Y ya las hemos aprendido! Sabes? 4to. va a ser mucho más fácil”. Tendremos un verano optimista.

Y pensar en eso me hace recordar a todos los que vieron cuánto habíamos conseguido, y lo celebraron con nosotros. En los que aprendieron de nuestras fortalezas para amortiguar nuestras debilidades y animarnos a superarlas. En todos los que creyeron que podíamos dar más y nos lo pidieron. En todos los que nos motivaron para esforzarnos e ir más allá de lo mucho que ya habíamos logrado. 

Pienso en R. y el bien que le está haciendo a mi hija a fuerza de afecto y exigencia. Vamos a tener que seguir dando las gracias. Las GRACIAS en mayúsculas porque ésto no es algo anecdótico son las bases de la autoestima de mi hija. Y no puedo trabajarlas sola y únicamente desde este lado del espejo.

GRACIAS R. que afortunados son tus alumnos. Y nosotros, sus madres y padres.  

domingo, 23 de diciembre de 2012

...DE TU MANO

H. a veces necesita que le tiendan la mano para sentirse más cómoda.

Algún tiempo después de verse muchas veces reflejada en un espejo, H. se dio cuenta de que era negra y eso comenzó a interrogarla. Comenzó a tener dudas, incluso, a tener temores.

Mientras no lo supo, se movía con soltura. Amaba a la gente, así en general. Regalaba besos a diestra y siniestra, a propios y extraños, y se relacionó sin dudas ni temores. El mejor ejemplo, sus compañeros de clase a quienes quiere y la quieren con entusiasmo. 

En algún momento, sin embargo, ese reflejo de su negritud la llenó de dudas. Y con esas dudas, no ha sabido claramente manejar el significado que el color de su piel le reflejaba. 

Por un lado, recibe un mensaje normalizador de mi parte, de una parte importante de su entorno, que reconoce su diferencia en el marco de otras diferencias posibles, y le otorga un significado amplio, enriquecedor. Tan condicionante como muchos otros, que te colocan en situación de minoría, que no de desventaja. 

Por otro lado, sin embargo, recibe un mensaje más subliminal (social), o explícito de algunos niños del cole (curiosamente pertenecientes a otra minoría) en negativo. Y ese segundo mensaje "cala". Y hace que a menudo, su respuesta a mi pregunta sobre el por qué teme hacer algo absolutamente normal a nivel de relación social, es. "...pero es que yo soy negra". 

H. tiene dudas y no sabe si puede andar espontáneamente por el mundo...

Debido a los condicionantes que en ocasiones genera eso en su primer encuentro con otros niños, este año la he apuntado a dos actividades extraescolares que implicaban necesariamente relaciones con niños ajenos a su entorno habitual (y protegido) del colegio.

El primer día de una de ellas, conocimos a V., otra niña de su edad a quien veíamos por primera vez, sin ningún tipo de referencia previa. V. sin la mediación de ningún adulto le sonrió y le dijo...que trenzas tan bonitas!...y, nos minutos más tarde,..que piel más suave!...y así cada día, todos los días, a lo largo de estos tres meses. V. le sonríe, le alaba, se le iluminan los ojos cuando la ve, la elige cuando hay que hacer pareja y la hace sentir valiosa. 

V. no sabe cuanto le debemos!!!.


Esa respuesta de V. ha favorecido que H. se relajara. Al relajarse, se ha mostrado más dispuesta a dar el tiempo que las relaciones necesitan para iniciarse, crecer, consolidarse. Tres meses después, no es sólo V., son la mayoría de las compañeras las que hacen que H. sonría, bromee, se desinhiba, abrace...Yo la veo hacerlo y sonrío. Ella me lo cuenta porque le parece un hecho excepcional (habrá que darle tiempo también para que relativice). H. se siente importante para el grupo. 

H. se ha olvidado de que pertenece a una minoría. Ahora se ha vuelto más importante para ella sentir que forma parte de ese algo que forman todas. Creo que ha dejado de pensar en el color de su piel. Eso la vuelve la niña que es y de la que a veces se olvida: una niña alegre y feliz, una niña capaz y competente, una niña a la que le gusta mucho la gente

V. no me cansaré nunca de dártelas:....GRACIAS.... GRACIAS... GRACIAS...


lunes, 10 de diciembre de 2012

DE LA AUSENCIA Y DE TÍ...

S. y yo no nos veíamos desde hace 12 años. La cuarta parte de nuestras vidas, que abrumador. Por suerte, nos encuentra una ciudad que nos gusta mucho a ambos.

Hay gente que pasa por tu vida sin pena ni gloria. Hay otra, que con la misma cualidad, se queda. Que condena!!. Y hay otra; es el caso de S., que pasa con pena y con gloria. Entonces, les tienes presentes, e incluso, a ratos, les añoras.

Yo siento que S. y yo nos tenemos mucho cariño. Y siempre he sido conciente de lo mucho que tuvimos de otras cosas, breves pero intensas. 

Tras unos años de ausencia, hace algunos que tenemos encuentros epistolares. Encuentros dedicados a narrar las cosas que nos pasaron desde la última vez que nos vimos. Me sorprende que el encuentro en persona nos haga narrar tanto lo que nos sucedió en las semanas/meses previos a la despedida. Es como si quisieramos constatar recuerdos y evitar idealizarlos con la nostalgia del tiempo.

Creo que sin ser concientes de ello, necesitabamos re-nombrar el momento en que tomamos las decisiones (o dejamos de tomarlas) que evitaban la ausencia. Entender cómo, en medio de un "buen amor", a veces se toman buenas decisiones que, aún así, causan dolor.

S. y yo hemos sido padres al mismo tiempo, aunque mi hija es mayor que la de él. A ambos la vida nos ha tratado bien desde entonces. Lo que se nota, entre otras cosas, en la posibilidad de encontrarnos con tanta frescura. 

Este encuentro, probablemente ha sido en su cualidad, único. Habrá más encuentros, seguramente, pero ninguno será como este. 

Y pienso en ello.

Unos días antes de este encuentro, E. ha vuelto a traer a mi memoria Vete y Vive. Sé que hay encuentros y despedidas que nos marcan para siempre. Ella me proponía verla con H. y he estado pensando en ello. Sobretodo en la escena final. 

H. y yo hablamos con naturalidad de esa posibilidad. Esa posibilidad de encuentros que nos confrontan con las decisiones que se tomaron al separarnos de las personas que fueron/son significativas en nuestra vida. 

¿Cómo se explica que abandonemos a los que queremos? ¿Cómo se acepta que la vida mejor que le deseamos, sea lejos de nosotros? ¿Cómo explicamos las decisiones que tomamos y las razones que las fundamentaron, cuando al hacerlo causamos tristeza? 

Requiere valentía y serenidad enfrentarse al pasado y asumir lo mucho que nos quisieron, e incluso nos siguen queriendo, aquellos que eligieron no estar con nosotros. Requiere amor y mucho respeto entender los motivos de su ausencia.

Siempre he dicho que H. fue una niña querida. Yo también. 

Saberlo casi siempre es suficiente. En ocasiones puntuales, no. 

La conciencia de estas últimas en mi propia piel, creo que me hace mucho más sensible a su dolor. Me mantendrá atenta a esas ocasiones en las que no basta saber que nos quisieron. En que hay tristezas que sólo se pueden acompañar cuando aparecen.

Y todo ello, aunque sigamos validando lo vivido.





jueves, 6 de diciembre de 2012

CON PATAS...

Como ha sido el cumpleaños de H. una amiga me ha preguntado si podía regalarle una tortuga. La verdad, no lo he dudado ni un momento, he dicho que sí. "Tortugas" pasa la estricta criba que determina quien viene a a casa a vivir con nosotros.

Vivimos en un piso pequeño así que el uso del espacio es importante. Tambien, por tiempos, a veces tenemos dificultades para cuidarnos a nosotras mismas. No podemos entonces asumir muchas más responsabilidades en el cuidado de otros. Con nuestras plantitas, que a veces notan nuestra falta de mimos, es suficiente.

Hace años vi una pelicula indiferente de las que pasan los domingos por la tarde. En ella, el terapeuta de un centro de desintoxicación,  al darle el alta a sus pacientes, les regalaba una planta y les decía algo así: cuídala, si dentro de un año está viva, estás preparado para iniciar una relación afectiva. Esa frase, sí ha trascendido en mi memoria. 

La capacidad de cuidarnos a nosotros mismos va de la mano de nuestra capacidad de cuidar a otros. Creo que cuidar a otros seres vivos, durante cierto tiempo y a cambio de nada, puede ser el paso previo a comprometernos y ofrecer garantías de relaciones humanas estables y sólidas. Por eso pienso que es importante que en la vida de los niños exista esa posibilidad de cuidar a otros. Y eso, las mascotas, lo posibilitan.

A pesar de haber crecido buena parte de mi vida entre animales, no soy de las que los quiere en casa. Siempre he tenido la excusa del tamaño de estas para no tenerlos.  Me gustán, sí, pero los prefiero en libertad. Como testigo, sin embargo, me emociona que alguien los trate como un miembro más de la familia.

Hemos celebrado la llegada de Rita (la tortuga) porque H. vive suspirando por una mascota, como vive celebrando la mayor parte de los animales. Eso sí, en la distancia. En la cercanía, les teme. Siente fascinación y curiosidad ante su presencia pero en los espacios cortos, se asusta. Se siente vulnerable ante ellos.

Rita es una bebé pero en estos días que lleva en casa no he logrado que se anime a cogerla entre sus manos. No tolera el hormigueo de sus pies e incluso noto que se pone nerviosa cuando la ve caminar sobre mi mano.

Hace algunas semanas me contó que en el colegio, un niño llevó castañas a la clase y aprovechando que estamos hablando de las plantas, hablaron del castaño y sus partes. Al llegar al fruto abrieron la castaña y tenía un gusano lo que provocó asombro (y asco) en muchos niños, pero es que H. se puso a llorar de la impresión y el miedo. Ni el gusano ni Rita pueden hacerle daño, pero ella les teme.

H. tiene una cicatriz grande en la frente. Cuando comenzaba a hablar en la lengua que compartimos y  sus recuerdos aún eran frescos, le pregunté qué le había pasado. Contestó: "La vaca". Ante mi cara de sorpresa insistió: Sí, mi vaca, me pegó con su pata cuando estábamos jugando. Ya comenté hace tiempo en esta entrada sobre aquello que suponen las ausencias en nuestros recuerdos y en cómo los llenamos. 

La vaca es la parte más estable de los recuerdos desdibujados de mi hija en esos primeros dos-tres años que no compartimos. Y a mi ciertamente me pareció siempre inverosimil que ella, en sus orígenes, tuviera una vaca. 

Hace unos meses, contacté con esta ONG . Ellos trabajan a lo largo del año, pero especialmente en verano, cerca de la localidad en la que H. nació. A través de un par de mujeres infinitamente amables y entregadas al buen hacer, he vuelto a tener un contacto directo con la familia extensa de mi hija. Por lo que me cuentan estas mujeres, es posible, incluso es más que probable, que su familia pudiera tener una vaca en casa. Si hay vaca, posible ha sido el golpe de la importante cicatriz. Si con dos años, una vaca te ha golpeado con su pata en la frente, es comprensible que le tengas miedo a todo lo que tiene patas.

A pesar de ello, la vaca también evoca sus sonrisas y su ilusión y la ha defendido en su memoria más que a los humanos que también formaron parte de ella. No tengo dudas de su deseo de disfrutar de los animales...de Rita, de los perros y gatos de los muchos amigos, de los caballos, conejos, pajaritos y gallinas que nos han rondado en estos años y de todos los muchos animales vivos y en libertad, que nos toparemos por el camino, sólo hay que darle tiempo al tiempo. El camino de regreso del miedo a veces es muy lento pero siempre es posible.

sábado, 1 de diciembre de 2012

FECHAS

Hay algunas que duran para siempre...

Hoy es 1 de Diciembre. Una fecha decidida y valiente. Celebraciones externas incluidas.

Mi hija cumple hoy 8 años. 

Hoy hace 20 años que llegué a España. 

Decidir lo primero fué, desde el inicio, para siempre. La segundo, era temporal, pero fue creciendo por cosas inesperadas. No sé si es "para siempre" pero cada vez se le parece más. 

Ambas me reflejan buena fortuna.  Si  bien con la primera no tengo ninguna duda. Con la segunda, ciertamente, sigo teniendo muchas nostalgias. 


Tardé mucho en desear ser madre, cosas de la vida. Cuando llegó, sin embargo, el deseo fue firme y contundente. Y fue sabio.

Nunca me imaginé siendo emigrante, aunque he vivido rodeada de ellos. Soy hija y nieta de ellos. Soy uno de ellos. Y quien no lo ha vivido, no lo entiende.

A veces, la vida te da cosas que ni buscas ni esperas. Y a menudo acierta, porque te enseña.

Elegí ser madre por adopción. Por adopción internacional, así que mi hija también nació en otra tierra y eso también forma parte de lo que nos une.

¿De donde eres? Seguirá siendo en esta familia una pregunta difícil de contestar. Como dice mi amigo J. "En la mayoría de la gente ¿De donde eres? tiene como respuesta el nombre de un lugar, en tu caso, (...en el de mi hija, en el de mis padres,...), es una historia que contar."

Y contar y escuchar historias de lo que la gente hace, siente y piensa es una de las cosas que más placer me produce. Cuando has aprendido, por placer o necesidad, a desenterrar tus raíces y a mover tus alas, descubres el valor de muchas cosas que sólo se ven en perspectiva.

Mi amiga L. en estos días, escribía algo en lo que he estado pensando. Lo copio, compartiendo con ella, la necesidad de fortalecer los motivos para el destierro…

“La naturaleza humana no dará fruto, al igual que la patata, si se planta una y otra vez, durante demasiadas generaciones, en la misma tierra agotada. Mis hijos han tenido otros lugares de nacimiento y, hasta donde alcance mi control sobre su fortuna, echarán raíces en tierra desacostumbrada”  La aduana. Nathaliel Hawthorne


Madre e Hija estamos de aniversario. Y tenemos motivos, muchos, para celebrar la vida y las múltiples patrias, físicas y emocionales, que nos acogen. Y muchos de vosotros, sois parte de eso. Y espero haberos trasmitido que esa presencia, me da felicidad.