jueves, 29 de mayo de 2014

PERTENENCIAS

M. vive muy lejos de aquí. Como yo, no vive en el lugar que la vio nacer. Ambas fuimos emigrantes por placer y eso hizo más fácil la partida. Creo, sin embargo, que ambas hubiéramos querido volver. El devenir de los hechos fue postergando ese regreso y llegó un punto en el que lo descartamos como opción. Al menos, a corto plazo. Nunca se sabe. Y de eso sabemos mucho en mi familia.

M. hace unos días reflejaba en su muro de Facebook que cumplía diez años la asociación, que en su ciudad aglutinaba a los emigrantes de mi país. Imaginaba el lugar en el que vive, como un lugar pequeño.  Me sorprendía que hubiera un volumen suficiente de expatriados para formar una asociación que quisieran mantener viva nuestra identidad cultural. Que trabajara por ayudarla, por ayudarnos, a mantener viva nuestra pertenencia.


M. y yo nacimos en un país maravilloso, que abrió siempre sus manos a los llegados de otras tierras. Lo sé, lo he sabido y sentido siempre. Somos un pueblo acogedor, aunque vivimos tiempos difíciles. Al leer la nota de M., y el trasfondo que refleja, sentí mucha tristeza. Tristeza, por todas las migraciones forzadas de las que he sido testigo todos estos años por mi trabajo. Tristeza, por las vivencias de muchos amigos que no tuvieron eso que definimos entonces como suerte o fortuna. Ellos se han ido, pero porque se sintieron expulsados.

Esa referencia también me hizo pensar en algunos nombres de mi infancia. La Hermandad Gallega, el Centro Catalán, El Club Libanés, El Centro Italo, El Hogar Canario...Nombres que no entendía en su trascendencia entonces (me parecían una versión light de una secta, de un grupo cerrado y poco animado a incorporar a los distintos) y que, ahora, desde nuestras migraciones, comprendo en su justa medida...

Cuando M. colocó la nota, yo evoqué con añoranza esos lugares porque ahora sí, desde la distancia, con la ausencia a cuestas, entiendo el rol tan importante que juegan en el mantenimiento del sentido de pertenencia...Y es que todos necesitamos "pertenecer", porque en esa pertenencia tenemos un espejo que define mucho de lo que somos...

Pertenecer y ser aceptado por un grupo es, según Maslow y otros autores, una necesidad humana fundamental. Maslow, padre de una de las principales teorías de la motivación, afirma que la mayoría de los seres humanos desea pertenecer y ser parte de algo más grande que ellos mismos. Inicialmente, esa necesidad de pertenencia se satisface en el ámbito familiar pero, a la par del desarrollo humano, se extiende progresivamente al grupo de amigos, al barrio o a la comunidad donde vivimos y, sucesivamente, a las diferentes asociaciones y redes culturales o sociales con las que nos relacionamos a lo largo de nuestra vida. 


Pertenecer y ser aceptado en un grupo, nos permite desarrollar relaciones sólidas y estables con otras personas y, sobretodo, participar del flujo afectivo que las recorre. Porque la necesidad de pertenencia es, en última instancia, la necesidad de dar y recibir afecto de otras personas, de ser parte de un entramado sólido de relaciones afectivas que nos nutren y que sostienen nuestra existencia. 

Cuando migras, ese grupo de pertenencia en el que te reconoces se rompe. Y en ese proceso todos, unos más y otros menos, unos antes y otros despues, nos rompemos. Cada uno a su manera y con sus consecuencias. También aquí, cada historia es única y, casi siempre, es compleja.

La identidad cultural, además de proporcionar elementos concretos de referencia y comparación, resume todo el universo simbólico que caracteriza a un grupo, estableciendo patrones singulares de interpretación de la realidad, códigos de vida y de pensamiento que definen nuestro ser y nuestro sentir. La identidad nos da una realidad colectiva común, una herencia, un inconsciente colectivo que facilita ciertos procesos de relación. El sentido de pertenencia es la adscripción a ese universo simbólico común que otorga significado y sentido

Hoy, mirando atrás, reivindico el valor de esas colectividades de migrados que sin distraerte de otros procesos de socialización e integranción, constituyen el soporte afectivo sobre el cual se asienta la esencia de lo que somos más allá de la migración. 

Y pienso en esto cuando pienso en mí, pero también cuando pienso en mi hija. En su identidad y su sentimiento de pertenencia. Y no  logro definirlas con certeza. Le pasará como a mi, que en todos sitios soy, pero no soy. Por eso somos "raras" o, como prefiere decirme P., "especiales".


2 comentarios:

  1. Hace un mes celebramos las bodas de plata de la promoción de la universidad. Yo siempre he mirado al futuro, no tengo fotos mías porque siempre son pasadas. Solo me importaba el futuro. Ja.

    Desde un mes antes de celebrar ese día noté que quería ir, que tenía miedo a ir. Noté esa permanencia a un grupo al que abandonas, no te vas muy lejos, solo 25 años. Yo no he tenido que migrar nunca (salvo el periodo universitario) sin embargo entiendo perfectamente lo que dices: solo tengo que multiplicar "lo mío" por 1000.

    Ánimo en los momentos bajos, seguro que en el lugar donde vives hay gente maravillosa que te compensa justo después de esos bajones.

    juanjo

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    1. Sí, cuando te quedas algún tiempo en cualquier sitio, aprendes a pertenecer a él. Y es una suerte haber encontrado en cada sitio, buenos referentes. Suerte que tiene una. Gracias por la empatía y sí, por 1, por 10, por 100, por 1000...depende del día :-)

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