Ahora, la que tiene que hacer cosas sola es ella. Porque H. crece y la vida nos lo va pidiendo.
Hace unos meses atendí a una mujer que me contaba que su hija había empezado a ir al colegio sola con 7 años. Desde su casa al colegio, que estará a unos 20 minutos andando, debe atravesar dos importantes avenidas y varias calles pequeñas. Inicialmente esa niña hacia cada mañana ese trayecto sola porque su madre, monoparental y con escasos apoyos, trabajaba y no podía llevarla. Poco tiempo después ella perdió el trabajo pero lo niña siguió yendo al colegio sola "porque ya sabía hacerlo". Y a mi me trasmitía ese relato una sensación de desamparo e incluso una valoración de negligencia que no he podido sacarme de la cabeza desde entonces.
He tardado mucho en dejar a H. hacer cosas sola (bajar a tirar la basura, ir a la tienda de la calle trasera a comprar,...). Siento temor pues no puedo acompañarla con la mirada (mis ventanas dan a un luminoso patio interior pero no a la calle). Y siento temor pero creo que ya es necesario. Es necesario porque en algo más de dos años irá al instituto sola (ahora su cole queda en dirección a mi trabajo pero el instituto queda en otra dirección). Estoy segura que todos los niños que acuden andando al centro lo hacen solos y ella lo hará también. Y también porque había empezado a temerle a la calle: "Y si me roban", "Y si alguien me lleva" (cosas que yo nunca le de dicho). Y yo no quiero que le tema.
Siempre he pensado que uno de los grandes retos de la crianza es trasmitir que hay que esperar de la vida cosas buenas aunque exista la posibilidad de que sucedan cosas malas, ante las que debemos estar preparados y con herramientas que nos permitan solucionarlas. No quiero que H. le tema a la calle, porque me parece que es mayoritariamente un lugar seguro pero reconozco que tengo que trabajarme la templanza y la serenidad.
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"Un niño acompañado es un asunto privado. Un niño solo es un asunto colectivo". Francesco Tonucci |
Provoca una enorme ambivalencia ver cómo se van de nuestro amparo seguro. Esa mezcla de temor difuso al daño que puedan recibir y el orgullo de verles crecer, ampliar horizontes, salir de la zona de confort.
Los hijos crecen y nos hacen crecer. Que difícil es saber a veces cuál es el momento exacto, el mejor momento para exponerlos a esas cosas que, aún suponiendo un esfuerzo emocional, les ayudarán a estar mejor preparados para enfrentar los retos de individuación que tan importantes son en el desarrollo de un adulto sano y equilibrado. En ello estoy, estamos...
Porque si se tienen alas, es para volar...