H. ha vuelto al Instituto. Y el Instituto ha vuelto a nuestra casa.
La relación entre nuestros hijos adoptados y le escuela es una pesadilla, real o temida, para muchos padres adoptivos. Supongo que para muchos otros también, aunque por distintos motivos.
Sin embargo, y a pesar de los grandes esfuerzos académicos que le supone, puedo decir que H., primero en la escuela, y luego en el Instituto, ha sido una persona feliz. De hecho, muy feliz. Pero esas rentas de felicidad pasada, ya se le estaban acabando.
H. y yo hemos pasado un confinamiento sereno. Para el caos y la locura que se vivía afuera. Para la alta exigencia que me ha supuesto el trabajo/teletrabajo. Para lo absurda que ha sido esta escuela on line. Nosotras hemos sobrevivido con salud mental, mucho afecto, gran cercanía y complicidad y suficientes reflexiones compartidas y aprendizajes. Todo esto gracias a nosotras mismas, un balcón lleno de luz. Gracias a un perro y a que nuestro hogar se encuentra a dos manzanas del campo. No extrañamos la ciudad y su bullicio; extrañamos la libertad de movernos al encuentro de la naturaleza. Cuando no te dejan pisar el portal de tu casa, soñar carreteras secundarias, bosques y mar, suena a utopía. Ya llegaría, pero antes tenían que llegar otras cosas.
El desconfinamiento ya nos ha costado un poco más. Volver a trabajar, y con ello dejar estar. Nos dejaron salir sí, pero no pudimos recobrar la vida que teníamos y eso se ha ido notando. Nos fuimos llenando de silencios, de cierto hastío, de una dejadez que, no supervisada, comenzaba a preocuparme. Una nube gris se estaba apoderando del ya pesimista espíritu de mi niña-mujer.Poco a poco hemos sido conscientes de todo lo que nos faltaba y una de esas cosas era el Instituto. Que quede claro, no los estudios, sino el instituto. El ambiente, la algarabía, los encuentros, los cinco minutos entre clase y clase, el patio del recreo...el bajar y subir juntos contando las batallitas del día. Y tras esto, el llegar a casa, hablar y hablar. Contarse, contar. Y, sobre todo, sentir, sentir, sentir...palpitar.
Inicialmente, nos dijeron que comenzaría una semana más tarde que los primeros chicos que volvían al instituto. Casi le da algo. Posteriormente, nos avisaron que comenzarían antes, pues ese retorno escalonado era demasiado escalonado para las autoridades.
El miércoles fue su primer día de Instituto. Un par de horas, pero han bastado...Hacía tiempo que no la veía tan radiante.
La mitad de los deseos concedidos. ¡¡¡mayoría de chicas!!!... y, todo sea dicho, no está en la clase de sociales. Hoy, hablando de esta dicha reflexiona, "es que los chicos, cuando son mayoría, se empoderan". Al iniciar la etapa no obligatoria de escolarización reciben a los jóvenes de los centros concertados que no están dispuestos a pagar una educación no subvencionada. Lo quieren todo.
Personas nuevas a las que conocer, seguir ampliando horizontes, referencias.... La mitad de los profes conocidos, algunos temidos, frente a los que ha luchado batallas en las que ha resultado vencedora. Algunas de las cuales, han sido mías. Sostenerla, hacerla resistir, empoderarla. Todos están allí para aderezar nuestras comidas.
Desde su llegada a mi vida hago menos de un 10% de jornada por teletrabajo y aun así tengo que defenderla. De no tenerla no podría desayunar con ella o comer con ella y eso sigue resultándome un derecho placentero, más allá de que sea percibido como un privilegio. Eso me permite disfrutar de este telediario escolar.
En el Instituto, medidas, las esperadas de las que pueden cumplirse fácilmente: gel, mascarillas, accesos limitados. Lo del aforo ya es más complejo. Ella insiste en que son muchos, pero hay suficiente separación. Se aglomeran inevitablemente en las tres entradas/salidas del Instituto, que alberga a más de 600 estudiantes.... como lo haríamos nosotros al salir de un concierto o del cine; como se aglomeran los abuelos al salir de misa los domingos. Al estar en Bachillerato, les sugieren que salgan del Instituto en el recreo (hay una gran plaza pública en las cercanías) así son menos en el patio. Qué difícil lo tienen los docentes y directivos implicados en esta vuelta a la educación presencial.
Creo que lo que nos queda es cruzar los dedos, insistirles en lo que deben hacer para que esta felicidad permanezca. Ya no se trata de que estés sano tú, tiene que estar sana toda su clase. Y vivir lo que nos dejen.
Mi amiga E., un afecto recuperado tras el confinamiento, ha estado trabajando en una propuesta “De vuelta” al cole, que ha puesto el énfasis en la humanidad de ese contexto escolar. En los cuidados emocionales que han de acompañar la protección sanitaria. Cuidar el cuerpo y alma. Tendremos que apostar por ello.
https://www.splora.es/spaciodevuelta/