lunes, 1 de julio de 2013

HUELLAS

Esta mañana me puse un collar que V. le dejo en herencia a mi hija cuando se fue a vivir al pais de los colores y la lucha. Cuando se fue a ser más feliz de lo que aqui era. Y lo logró, aunque ahora otras cosas la mortifiquen. Yo también quería irme, a otro país amigo, pero me quedé. Y me gusta lo que ha sucedido. Lo que nos ha sucedido a ambas. 

Como llevaba su collar he estado pensando en ella mucho tiempo. Era fácil, la tenía más cerca de mi corazón. El collar me ha hecho consciente de su huella. Esas señales que me hacen recordarla y, al hacerlo, me traen su rastro, escrito de muchas formas...  su delgadez extrema, su cara de hada, ese espiritu sufrido que la persigue y caracteriza. Y también ha estado aquí su huella, en emociones y reflexiones de tantos años de tan buena compañía. 

A raiz de esa sensación, he estado también pensando en otras huellas. Pensaba en la huella que dejamos nosotros desde una ausencia que no siempre es tal...


 Pensaba, pienso...

En esa sonrisa que alguien me regaló en el sótano de un Hospital sin conocerme y cómo, una hora después por carambolas de la vida, se convirtió en mi tutor de prácticas de una de las asignaturas más importantes de la carrera. Un hombre que desde entonces y después me enseñó a luchar contra mis fantasmas, acogió mis miedos y mis llantos y me regaló ternura, amor y deseo cuando más necesario era. Que historia más bonita.

Pienso en esa mujer delgada y ojerosa que en las primeras semanas de Universidad, me invitó a acompañarla en la ruta aventurera hacia nuestra casa y como se convirtió a partir de entonces en una gran compañera de vida. No de un viaje por carretera, que hicimos miles, sino de un viaje vital que acumuló muchas horas y que desde su intensidad sacó la intensidad que había en mí. Tras la tormenta la calma.

Pienso en la huella de ese lugar paradisiaco, entre las montañas y la niebla, al que fui a trabajar al poco acabar la carrera y en la gente que allí me encontré. En los que confiaron en mi, los que me exigieron, los que me desearon y acompañaron en esos años. En esa mujer compañera hermosa y fiel que llenó mis horas de risas, complicidad y picardía. En esos hombres maduros que tenían entonces la edad que yo tengo ahora y que parecían señores, cuando en realidad lo que sucedía era que yo era una niña. En los compañeros de ese viaje vital, y de los muchos que en ese entonces hicimos a Cata y Choroní. En tu acento y tus caricias. En que igual que os fuisteis habeis vuelto. Con más años y mejores.

Pienso en JC por su amor y desamor. Porque hizo posible una migración a la que de otra forma me hubiera negado. No fue por tí, fue gracias a ti. A ti que no estas, lo que no significa que no pueda percibir tu huella. Lástima que no funcionó. Y los motivos fueron contundentes. 

Y te veo a ti, como la primera vez, al otro lado de la ventana, y en todas las miradas de estos años. No es tu huella contundente. Es nuestra huella compartida.  Cuando fuimos a buscar a H. yo pensé que dejarías de ser el amor de mi vida pero no era cierto Son amores diferentes.

Y huella dejó quien me volvió de tan valiente, imprudente. De tan seductora, seducida. De tan tierna, tan tirana. De tan torpe, tan ágil. De tan romantica, tan realista. De tan enamorada, tan compañera. De tan seria, tan sonriente. De tan intensa, tan serena. 

Tras unos meses de convivir con H. me dije a mi misma, que suerte has tenido. Se nota que ha sido una niña querida. Porque el amor se nota. Aunque las heridas también. Y no está mal que las cosas dejen huella. Nos recuerdan lo que somos. Lo que hemos sido. Sólos, pero sobretodo, en compañía de otros.


 


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