domingo, 3 de enero de 2016

CAMAS

Hace unos días, un nuevo viaje nos obligaba a cambiar de cama.

Pensaba en esa última noche, en la cama habitual, además de en el madrugón que me tocaba, en lo que supone la tibieza de los espacios conocidos. Lo reparador que es un sueño tranquilo cuando liberados de las obligaciones, las urgencias y las censuras del día, uno se entrega a los brazos de Morfeo, sabiéndose protegido y resguardado en un rincón amigo...


En esos días, como sucede siempre a la víspera, mientras me acuno en mi cama para dormir esa última noche, tengo una exagerada consciencia del "Mañana no dormiré aquí"... y esa evocación de un amanecer del día siguiente en otro lecho, me extraña; pero también me gusta. Es como si mis sueños fueran distintos, mis sensaciones se renovaran y ese nuevo despertar supusiera siempre una nueva forma de mirar el día...Ese amanecer del ¿Dónde estoy?...¿para qué he venido hasta aquí?...¿qué es lo que toca hacer ahora?

En tu cama estas acostumbrado a su textura, a su olor, a su tibieza, a sus sonidos, que son los de tu noche, esas sensaciones en las que siempre te reconoces. Pensaba en esa cama velando mis sueños, acompañando mis desvelos, en las noches de soledad y de compañía que he pasado en ella. En las veces que la he cedido en nombre de la comodidad y la libertad.

Y como una cosa lleva a la otra, entonces pensé en las camas de este año, las camas ajenas, que albergaron mi sueño. Esas camas ocasionales de los hoteles que velaron nuestro transito viajero y laboral. En  las camas de las casas amigas que posibilitan la continuidad del contacto. Camas tras sobremesas eternas, camas que llegaron tras apagarse el ruido del día, camas que son ese hogar compartido con los amigos y la familia de roce. Camas planificadas y alguna que otra sobrevenida.



Que suerte tener amigos que te ofrezcan una cama...pienso en cuantos de mis amigos de hoy han nacido de la posibilidad de un hogar que velara nuestros sueños compartidos...y cuando digo cama, digo sofá, tienda de campaña o hamaca...porque para dormir solo hace falta tener sueño y sueños, sentirte segura de dejarte caer en brazos del rey de los sueños, tener en quién y qué pensar...

Duermo poco, pero duermo bien. Y eso es un regalo. Y es un regalo también mi cama de estos días que me regala directamente un amanecer con solo abrir los ojos. Sí, en estos días, todos los días... "Amanece, que no es poco"