domingo, 27 de enero de 2013

LO QUE VERÉ Y TENDRÉ...

Hace unas semanas conocí en el trabajo a N.  Viene a vernos porque necesita ayuda. Necesita la que pide inicialmente, material, tangible, urgente. Le atendemos y le damos algo material, tangible y tan rapidamente como puede ser. Ahora, N. me cuenta más cosas. Quiere más que eso tangible, quiere estar tranquilo, porque sabe que no lo está.

"Son los nervios". "Tengo que estar tranquilo". "Si no lo estoy, la tensión es más alta". Habla de la tensión arterial. "Si me sube la tensión, todo va mal con los ojos". 


N. nació viendo, y ha visto toda su vida, hasta hace unos años que, según cuenta, de un día para otro, se quedó ciego. Ahora, pasados tres años y múltiples tratamientos y operaciones, ha recuperado algo la visión en uno de los ojos. Aunque ve poco, puede ser autónomo pero según dicen, no lo será mucho tiempo. Progresivamente volverá  a perder la poca visión que ahora tiene. Y si no cuida "sus nervios", la perderá más rapido.

Qué paradoja!, tiene que estar tranquilo, si no lo está se quedará ciego más rápido. Dicho así, con esta autoinstrucción, hay que ser fuerte para estar tranquilo. Dejar de ponerse nervioso cuando hay motivos para estarlo, a veces no es tan sencillo. Por suerte, ya hemos encontrado muchas cosas que le ayudan a estarlo. Y quiero ayudarle a tenerlas presentes.


Cuando hablamos de lo vivido estos años hace mucha referencia a sus hermanos. N. no tiene amigos (aunque los quiere) pero tiene hermanos. No hace más que repetir que si no fuera por ellos, todo sería peor. Le han cuidado, acompañado y arropado. Y yo no se él, pero yo (que los conocía) no lo esperaba. Han estado a la altura de las circunstancias. N. me cuenta su historia y sus pensamientos. Yo he estado recordando historias de hermanos. Y he estado pensando en su valor.

Me acuerdo de T. que no esperaba tener hijos porque se había cansado de buscarlos. Sin embargo, sucedió inesperadamente, estaba embarazada. Desde que nacio M. no cejó en su empeño de darle un hermano. Embararzarse se convirtó en su obsesión. Lo logró, tras varios intentos fallidos que incrementaron su angustia. Cuando dio a luz a su segundo hijo, respiró tranquila. Ahora cuando salimos y veo a sus hijos juntos y el apoyo que mutuamente se dan,  pienso que fue una obsesión válida (que entonces ni entendí ni validé). 

La relación de hermanos es un espacio ideal para el aprendizaje de las relaciones con los iguales, para aprender a resolver conflictos, a negociar, a ceder, a dar espacio al otro y a reivindicar el propio. Poder hacer eso dentro de casa, es una suerte enorme.

Pienso en mi hermano y en el rol que ha tenido en mi vida (imperceptible) pero soy consciente del rol que tendrán sus hijos en la vida de mi hija (y también en la mía). Cuando decides ser madre/padre te comprometes a muchas cosas con el/la hijo/a que tendrás y quieres dejarle herencias que puedan serle de utilidad. Digan lo que digan, los hermanos son referentes y las referencias siempre son positivas para el desarrollo.

H. quiere hermanos y yo lamento no haberselos dado. No se si estaba preparada para haber asumido dos hijos al mismo tiempo. Mi parte emotiva inmediatamente los quiso, mi parte racional y sensata freno el deseo desde la inexperiencia de entonces. Creo que ella ya tiene asumido que no tendrá hermanos (bebés), pero con la misma certeza quiero pensar que aún puede tenerlos (iguales o mayores). Hermanos que llegarán, con o sin padre, para agrandar esta familia monoparental que es suficiente pero no siempre basta.

No se si sobreviviría a ella, pero crecí viendo esta serie, Ocho son suficientes o, Con ocho basta, según el lado del mundo en el que estuvieras. Y no, no es lo mismo.

Eight is enough

Siempre me pareció de lo más divertida. Echo de menos a los hermanos que no tuve, sigo esperando los hijos que todavía no he tenido.


domingo, 20 de enero de 2013

TODO SOBRE MI MADRE...

Mi rol de madre monoparental no me permite llegar a todo lo que la vida me obliga, y eso que tengo mucha ayuda "impagable"

Hay otra, que sin embargo, pago. Una tarde a la semana, una chica de origen dominicano viene a casa un par de horas. Mientras yo estoy en la oficina, ella cuida de H. además de ayudarme en alguna tarea doméstica. Al final de su jornada deja a mi hija en el pabellón donde entrena al baloncesto. Allí la recojo una hora después.

Habitualmente, llego un rato antes de que termine el entrenamiento, así que tengo ocasión de compartir con otras madres/padres, y con muchos de los hermanos menores de las niñas que juegan con H. Ya he escrito alguna vez sobre las cosas buenas que allí se respiran

H. tras el último entrenamiento, mostrándose especialmente cariñosa, me contaba que una de esas hermanas pequeñas (tendrá unos cinco años) al verla llegar con C., la joven dominicana que la cuida, le preguntó ¿H. has cambiado de madre?. 

H. me lo decía riéndose pero yo me he quedado pensando si sus mimos antes de comentarlo tenían que ver con la fragilidad que esa pregunta le genera. Sabe que no es así, que no se "cambia" de madre, pero a veces que te lo pregunten trae a tu memoria que tu historia es diferente, y que tu sí has tenido más de una madre, aunque no se trate de haberlas cambiado.

Estoy segura de que esa niña se pregunta con frecuencia por qué H. es negra y yo soy blanca. Y me pregunto que explicación recibe. Al ser C. más negra que yo, aunque bastante más blanca que H., supongo que las cosas le parecían mucho más coherentes con las historias que conoce

O no es eso. Es una pregunta como cualquier otra. Soy yo la que tiene el oido sensible, la mirada sensible...¿Si?

¿Haría esa niña esa pregunta a cualquier otro niño que llegara al entrenamiento con una persona diferente a la habitual?

En todo caso, volveré mañana, para que confirme que no, que sigo siendo la madre de H., que espero serlo la vida entera, que no imagino mi vida sin ella y que ella no merece vivirla sin


domingo, 13 de enero de 2013

DUDAS RAZONABLES

Hace unas horas:
 
- Mamá, he pensado que también cuando sea mayor puedo ser maestra de niños de primaria. (Hasta ahora quería ser albañil)

- Ah! Qué bien!. Si te gusta, es una buena idea.

Silencio unos minutos.

- Mamá ¿Se puede ser maestra si eres negra?

- Si claro! el color de la gente no importa para que seas bueno en tu trabajo.

Silencio otra vez. Luego una pregunta que es una sentencia:

- Entonces ¿Por qué no conozco ninguna maestra negra?

Entonces, soy yo la que piensa. 

Una de las grandes dificultades que tenemos los padres de hijos pertenecientes a minorías es que somos tildados de exagerados cuando hablamos de las dificultades que tendrán nuestros hijos para ser tratados como iguales, cuando dejen de ir de nuestra mano. Cuando hablamos de las limitaciones que el color de su piel pondrá en su día a día. Empezando por las que se pondrán ellos....Como consecuencia del espejo en el que se miran.

Evidentemente, yo podré trabajar para que mi hija no se haga esa pregunta, para que deje de ver ese rasgo de su piel como un factor limitante para el desarrollo de todas sus potencialidades. Sin embargo, no bastará.  Hay espacios de desarrollo personal que sólo se ganan plenamente a base del espejo, el reconocimiento y la aceptación que marcan otros y a veces nos faltan modelos que seguir.

Mi amiga E. hablaba de ello en este post. Y hoy lo he recordado ante la pregunta de H.

Por eso celebro cada uno de los referentes negros y positivos que puedo ofrecerle a mi hija. Y quisiera que estuvieran más cerca de nuestra cotidianidad. Ella los necesita para sentirse mejor, para no pensar en el color de su piel.

Hace unos meses me preguntaba... ¿Mamá una chica negra se puede casar con un blanco?. Después de respirar, le pregunte ¿Cómo? y entonces sentenció.
 
- Mamá hasta que no me enseñes a una chica negra que "está" con un chico blanco no voy a estar con los blancos 


- A ver explícamelo un poco...

- Si mamá. Si no hay negras que esten con blancos, entonces tendré que estar con los negros. 

- Ah! no te preocupes hay muchas ya te enseñaré alguna....Y añado ¿Y si te enseño un negro con una blanca tambien vale? 

- No, porque la negra soy yo... 

Y no dejé de pensar en ello hasta que lo encontré ... ¿qué te parecen estos dos? ¿Te valen?. 

Se queda callada unos minutos y me dice. 

- Tengo una madre estupenda!

Yo, le respondo:

- También tengo una hija estupenda....

Y pienso, una hija que mira mucho, se da cuenta de mucho y por suerte, me habla de ello.




jueves, 10 de enero de 2013

OLORES

H. me habla delante de su abuela: - Mamá, abuela utiliza también nuestra crema del cuerpo. La abuela, al escucharnos, me responde: - Sí. Los chicos (los primos de H.) me dicen que huelo a H.

Y pienso yo... sus primos sólo puede olerla tres semanas al año. Aún así, recuerdan su olor.

Llego a la casa de mis padres. Me espera un plato especial. Según lo calientan, le digo a mi madre: - Mamá, huele a Navidad.

Porque no importa donde esté ni que fecha sea. Si huele a Hallacas, es Navidad. Y degustarla ya es potenciar la magia de trasladarme a mil escenas familiares, rituales gastronómicos que señalaban que sin duda la Navidad se había instalado una vez más.

Seguro hay más ejemplos pero éstos dos, por recientes, han venido a mi memoria a partir que éste otro, que me ha estado dando qué pensar.
 
Ayer, volvíamos a casa tras varias semanas en casa de los abuelos. Cuando estábamos terminando de hacer las maletas H. me dice: -Mamá, lo que más me gusta de volver a casa, es que nuestra casa huele a Etiopía.

Yo he estado preguntándome ¿Por qué?. En esta casa, puede ver, oir, tocar... cosas etiopes. No hay, sin embargo, ningún rastro oloroso que pueda recordarle su país.

Ayer, en medio de las prisas y las despedidas, el corazón estaba algo tocado como para hurgar más, pero he seguido pensando en ello. 

Esta noche, "revisando el aterrizaje emocional" le he preguntado.  Me responde: -Es que las otras casas huelen diferente y esta huele a nosotros, es familiar. Cuando entro, después de un tiempo fuera, lo siento. Cuando pasa un rato ya no, pero al principio, sí.  

Y entonces trato de darle forma a lo que su sentido percibe. Cuando H. conoció este hogar, pasamos en él tres meses largos antes de dormir en cualquier otra habitación. Pasamos mucho tiempo juntas, tratando de crear y fortalecer el vínculo que podía llegar a unirnos. Más tarde, nos fuimos a conocer a los abuelos, tios, primos, que la esperaban con ansias. Entonces, pasamos un mes con ellos. Cuando volvimos, la reacción de H. no podré olvidarla jamás. 

Al entrar y ver que todo estaba en el sitio en el que lo habíamos dejado, no podía creerlo. Casi lloraba descubriendo que las cosas que habían sido suyas los meses anteriores: sus juguetes, su cama, su habitación, las cosas del salón, la cocina. Todo!...seguía estando allí. Mamá está todo igual!!! repetía una y otra vez, emocionada. Sus ojos abiertos de par en par, su sonrisa amplia y perfecta. Abrió todas las puertas para cerciorarse, miró todos los rincones. Sí, todo seguía allí. Y era nuestro.

Acababa de cumplir tres años. Este era el primer hogar del que se iba y al que volvía. En los dos años anteriores, vivió en tres casas diferentes, de las que salió y a las que nunca regresó. 

No me extraña que este olor le resulte familiar. Me emociona que le huela a Etiopía. En realidad es que toda ella me emociona.



lunes, 7 de enero de 2013

EN TRANSITO II

En el post de hace unos días, me sumaba al transito colectivo que supone el inevitable cambio de año. Las reflexiones que evoca, las promesas a las que invita, los sueños que se permite.

Como cada año, desde hace muchos, yo he comenzado hace un par de días mi segundo transito, ese proceso lento y sutil que me lleva de un lado a otro de mi vida....

Mañana, saldremos de este hogar para llegar al nuestro. Aunque éste, de alguna forma, también lo es. Aquí también nos sentimos en casa, aunque nunca hemos vivido en ella. Esta casa nos conoce como ave de paso, pero aquí tenemos a nuestra familia. Quizás por eso, ésta, es también mi casa. Creo que puedo tener esa idea porque yo no me fui de este hogar sino de otro. Esta no es la casa de mi niñez, ni de mi adolescencia, es otra. Esta no es la casa de mis padres (aunque lo es) es sólo, nuestra casa en este lado del mundo. Un hogar en préstamo afectivo en el que hemos tenido que echar raíces, mis padres reincidiendo, mi hermano y yo, esforzándonos por hacerlo, aunque hoy nos parezca tan natural la vida en ella.


Mañana, nuestro paisaje se transformará radicalmente. Eso a veces me duele hasta físicamente. Dejaré de ver el mar que ha formado siempre parte de mi añoranza y dejaré de ver montañas entre las que me siento cobijada. Mi mundo se volverá de secano y mi vista se perderá en el horizonte. Buscaremos la hermosura también en ello, porque es un ejercicio de salud emocional amar los lugares en los que permanecemos. 


Mañana, cambiarán los colores de mi paisaje, desde estos verdes y azules en todos los matices, a los amarillos y ocres de las tierras de Castilla. Dejaré el pueblo con encanto, para volver a la ciudad que también lo tiene. Y se agradece.

Mañana, descansaran mi oídos de los gritos y la algarabía que llenan las horas de esta casa, y los cambiaré por el silencio y la conversación a pares con la bella etíope. Y aún anhelando el silencio, añoraré sus voces y, sirva de inciso, también la tuya.

En unas horas pasaremos de ser diez, a ser dos, y en esa división familiar, ganaremos y perderemos. Nunca llueve a gusto de todos, ni siquiera de nosotros mismos.

Dejaré los senderos y paseare por las calles repletas de coches y de rostros. Dejare el mar infinito por el río, a falta de aquel, bienvenido sea....y todo ésto, incluso antes de pensar que dejaré los 20ºC para enfrentarme a los 10ºC. Y lo que nos queda. Aunque los días crecen y su luz vale casi tanto como cualquier verano.

Dejaré todo este modelo de crianza que tan poco se parece a la mía. Preguntándome por enésima vez en la vida donde residen las razones de tanta diferencia, cuál es mi papel en esa crianza ajena y cual será el destino de la misma. Y cada vez, las mismas rabias, las mismas dudas, la misma impotencia y al mismo tiempo, la misma inevitable ternura.

Desde hace días estoy en ello, con la cabeza puesta ya en la despedida y el destino. Mañana se irá mi cuerpo. Y el corazón que viaja en las nubes de este mar, llegará unos días más tarde. Siempre llega. Debe seguir, es lo que toca. Confiando en el siguiente transito. Esos que tanto nos transponen pero, cierto es, tanta adicción nos generan.

Hasta pronto. Nunca es tarde si la dicha es buena




sábado, 5 de enero de 2013

EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS

 ...es el título de una novela de Arundhati Roy que leí hace años. Me gustó pero sin trascender. El título, sin embargo, se me ha quedado grabado dentro y lo recupero a menudo, sobretodo cuando pienso en las cosas importantes que son, al mismo tiempo, pequeñas cosas.

Hace unos minutos, el sol del atardecer calentaba mi espalda y la sensación era gloriosa. El sol sale cada día, brilla y nos da luz. Con un poquito de esfuerzo, incluso nos calienta, y en eso, nadie repara. Salvo cuando ese orden natural se rompe. Y entonces, ya nos lamentamos, ya añoramos tiempos pasados.


El Sr. José Saramago es uno de mis escritores favoritos, sus libros me gustan todos, pero algunos me gustan más. Incluso en el desasosiego que me provocan. "Las intermitencias de la muerte", es un libro inquietante y muy interesante. Todos lamentamos la muerte pero si un día ese orden natural, que nos lleva a todos a su encuentro se pervirtiera, el caos se apoderaría del mundo, como bien nos reflejó el magistral narrador de historias.

Pero estamos vivos y que poco pensamos en la vida que tenemos.

La noche de fin de año uno de mis primos de la cuarta generación que yo conozco, decidió que había que grabarle un mensaje a los más pequeños. Un mensaje para el futuro, para que ellos cuidaran y valoraran esa unión familiar que a nosotros, que la estamos saboreando ahora, nos hace tan felices. En plan improvisado, cutre y casero fuimos desfilando todos y él grabando con un móvil nuestras palabras. 

Al día siguiente mi papá me contó que le había gustado la idea y que él también les había regalado unas palabras (él que es tan poco dado a nuestros inventos). 

Le dije:
- Sí, será bonito verlo en diez años!. 
Y me contestó: 
-Tengo 79 años, a los 89 ya no podré verlo "mija", yo allí, no llego. Yo no aguanto a tanto.

Insistí en qué por supuesto que sí, pues la familia tiende a ser longeva y él en principio, está bien. Creo que se lo creyó sólo a medias, como yo, que me he quedado pensando en las probabilidades que habría. Me he quedado pensando en su ausencia o en la ausencia -por muerte- de cualquiera de los que allí estabamos, como cada año; por Navidad. En cómo lograremos recomponernos de esa pérdida, en estas fechas familiares. 

También me he quedado pensando en lo que pensarán quienes reciban esas palabras dichas en medio de copas de vino y sonrisas. Ya no me acuerdo si fue antes o después de las uvas. En la exaltación propia de esos momentos y en las risas que hacerlo nos generó.

Hay infinidad de cosas pequeñas que forman parte de nuestra felicidad cotidiana sin que apenas reparemos en ellas. Sin que le dediquemos ni un segundo. Hasta que algo falta, y la paz, que no sabíamos que teníamos, y por lo tanto no cuidabamos, se nos rompe.

Percibo muchas de mis pequeñas fortunas cotidianas. Disfrutar aunque sea a ratitos de mis padres sigue siendo una de ellas. Dure lo que dure. Y disfrutar del tibio sol del atardecer también.

P.D. A papá le encanta esta cancióny a mi me encanta esta versión...