lunes, 23 de diciembre de 2013

RUIDO SIGNIFICATIVO

Hace unos años, envuelta en los avatares que me han vuelto a convertir en estudiante, incluso digo más, en psicóloga; conocí una pagina de facebook llamada así Ruido Significativo, una pagina comunitaria sobre la Terapia Centrada en Soluciones. Y hoy pienso en ella porque en eso estoy, en hacer significativo el ruido que me ronda.

Desde hace unos días estoy en casa de mis padres. Su hogar esta situado aproximadamente 2 mil kilómetros del mío. Y no por repetido el transito de esa distancia deja de afectarme, sorprenderme. Los kilómetros que recorro para llegar aquí, me requieren de muchos ajustes. Los de carácter práctico (billetes, equipajes, estancias intermedias,...) son pesados, pero se llevan cada vez con mejor habilidad, pero; los emocionales, me siguen costando. Los sé, los anticipo, pero me cuestan.

Probablemente lo que más, acostumbrarme al ruido de este hogar. Mis padres viven en un lugar que es un remanso de paz, un lugar geográfico tan o más silencioso que aquel que me sirve de morada cotidiana pero, a diferencia del mío, este hogar tiene muchas más personas dentro. Personas que, en general, hablan poco, pero hacen un ruido inmenso, un ruido que ellos no oyen y a mi me aturde. Un ruido con una parte hermosa pero con muchas otras que me obligan a huir a estos montes, o a este mar, que tanto me emocionan y acompañan, desde la soledad o, mejor aún, desde la intimidad de aquello que se disfruta con pocos.

Por eso los primeros días estoy aturdida con el ruido (se habla a voces, la T.V. esta al triple del volumen necesario, se cocina para diez y al cocinar se hace ruido, sopla el viento con intensidad, hay móviles y maquinitas por todos lados, mientras más niños más peleas, más carreras, más algarabía,...ruido, ruido, ruido...). Y siempre me pasa lo mismo, las primeras horas no lo escucho emocionada por los encuentros, por los abrazos y besos, la posibilidad de mirar a mis padres, a mis sobrinos y compartir la cotidianidad con ellos que anhelo con locura. Pero luego, pasados pocos días, comienzo a sentir el malestar de no encontrar el silencio que siempre ha sido mi refugio. 

http://www.santossaul.com/image/landscapes-1/4268
Crecí en un entorno silencioso y solitario y en ambas condiciones me muevo con serenidad y facilidad. Por mucho que añore lo contrario en determinados momentos me cuesta, cuando llevo muchos días rodeada de mucha gente y mucho ruido. De pronto lo noto, no me siento bien. Tengo que echarme al monte o irme al mar. Sola o con dos o tres voces. Para conversar con mis pensamientos, en voz baja, elaborando el ruido para que se vuelva significativo, para quedarme sólo con la parte buena, con esa que añoro cuando vuelvo a realizar este camino en sentido inverso.

Llevo un tiempo callada porque he tenido demasiado ruido alrededor. Antes, en casa, un ruido cargado de necesidad, la de la pequeña H. que no sabía que hacer con sus historias del cole, pero esas son otras historias que hoy no tocan. Ruido por los cierres que acompañan el final del año. Ruido por las noticias que rompen la paz en los ámbitos en los que nos movemos. Ruido por las bienvenidas a los que vienen de lejos cargados de compañía y buenas noticias, pero todos a las mismas horas, los mismos días.

Dotar de significado positivo, útil, a las cosas que nos inquietan es un ejercicio de salud mental, un trabajo que nos hace sanar y en ello estamos...escribiendo para empezar, pensando en hablarlo para seguir, y seguro que no pasan dos días sin que me tire al estos montes que tanto bien me hacen para aliviarme de mi.

domingo, 1 de diciembre de 2013

EL TIEMPO ES VELOZ

Hace unos días en mi muro de facebook encontré esta canción. Al leer el título, recordé que la conocía y pensé con nostalgia, qué propicia!...


Hoy, hace veintiún años que aterricé en esta tierra, en esta ciudad, en esta vida. Y yo, que soy una mujer de aniversarios y rituales, no puedo más que conmemorarla, incluso más, celebrarla porque me agrada la vida que ha sido. Tengo inevitablemente presente la fecha como una medida del tiempo que se ratifica, porque el azar o el inconsciente hicieron que también hoy, la bella H. celebre su cumpleaños. Así que estamos celebrando ambas, este aniversario cargado de sonrisas.

Desde entonces he estado pensando en lo vivido. En cuánto y cuan intenso es. Y también he estado pensando, más bien imaginando, lo no vivido. Cómo hubiera sido mi vida de no haberme decidido a cruzar el Atlántico. Fantaseando con las bondades y desgracias de tal decisión, con la persona que era y con aquella en la que me he convertido.

Y también, ya puestos, en estos tiempos de incertidumbres, fantaseo con la vida que nos queda por vivir.

Pienso en los personajes de estos veintiún años porque yo no sé ser, si no soy con otros, más bien, en relación a otros. Así pienso en la migración familiar tan poco prevista y tan certera, tan conveniente. Pienso en los compañeros de camino, tantos y tantas. Pienso en los que han sido mucho más que eso. En todas mis nostalgias, mis viajes de ida y vuelta, físicos y emocionales. En la breve estancia fuera de esta tierra. Y en el hogar ancestral en el que soñamos con refugiarnos para aplacar el miedo.

Pienso en los tantos años más que nos quedan, sean pocos o muchos, y en la calidad que tendrán. Vislumbro la incertidumbre y como con tantas otras cosas, habrá que respirar profundo, confiar, avanzar...primero los veintidós, luego los veintitrés y así quien sabe, llegaremos a viejos con la certeza que hoy nos ronda de una vida que ha sido muy buena con nosotros.

Sí, me gusta conmemorarlo y celebrarlo. Esas rupturas vitales, esas puertas que se cierran mientras otras se abren, y todo lo que permanece aún después, merece ser tenido muy en cuenta.

Gracias vida, gracias amigos, familia y amores. Gracias hija.



miércoles, 27 de noviembre de 2013

GITANO

H. acude desde su llegada a España a una escuela pública cercana a casa.  Es un centro pequeño que fue elegido con un único criterio: "cercanía". En ese criterio se me iba la vida. Inicialmente, yo sólo aspiraba a poder conciliar mi estrenada maternidad con mi trabajo. Un trabajo que, hasta entonces, absorbía mi vida.

Los años han ido pasando, y la acogida humana de compañeros, la generalidad de los docentes y buena parte del equipo directivo me han mostrado que hay otras razones que hacen sólido mi deseo de permanencia. Gracias a esa parte más humana he ido resistiendo algunas dudas que he tenido en el camino en relación al criterio que debía prevalecer. Me gusta el centro al que acude mi hija, puede mejorar, como todo en esta vida, pero me doy por satisfecha. Ella no imagina otra realidad posible.

Y pienso en ello por uno de los elementos que la ha perturbado desde siempre. H. utiliza el servicio de comedor del colegio algunos días a la semana. Y allí, en el comedor, descubrió hace años "a los gitanos". Nuestro centro está enclavado en una zona limítrofe entre dos barrios con diferente estándar socioeconómico y hay bastante diversidad social en las aulas. Me resulta curioso que sea escasa la diversidad de origen étnico pero ese es otro tema. Dicho esto, H. en su centro, a los únicos que ha percibido como diferentes y con valoración negativa, es a los niños gitanos con los que compartía en el comedor. "No hacen caso, gritan, dicen palabrotas,..." y un largo etcétera cargado de tópicos que he ido escuchando a lo largo de los años. Allí descubrió y repitió todos los estereotipos y prejuicios que existen en relación a las personas de etnia gitana. 

He tenido que trabajar mucho para que hablara en términos nominales y no colectivos, para decir que los gitanos eran esto o lo otro, siempre con contenido negativo. Independientemente de que esos niños, a través de su comportamiento, hicieran honor a los estereotipos imperantes, siempre he creído injusto que seas juzgado negativamente por pertenecer a un colectivo particular. Corregí una y otra vez sus expresiones, insistí en que me hablara de personas, que no generalizara sólo por el origen étnico. Y en eso avanzamos muy lentamente, a la velocidad que le permitía su experiencia directa, que a menudo validaba el estereotipo y tiraba por tierra mis discursos encaminados a lograr lo contrario. Poco más podíamos hacer, que insistir.

Poco más hasta que D. entró en nuestra vida.


D. es un niño gitano que al repetir curso está ahora en la clase de H. Y su llegada a derribado la montaña de prejuicios de mi hija. Desde la primera semana de clase mostró su asombro: "Mamá...D. es gitano pero es tan bueno". Y ciertamente debe serlo porque no es la suya la única opinión que he escuchado en ese sentido. 

Ayer, me crucé con él en la calle y emana una dulzura que es imposible te deje indiferente. D. ha derrumbado con su presencia y comportamiento todos los estereotipos e ideas preconcebidas de mi hija en torno a los gitanos. Algo que antes era una certeza, ahora es sólo una de las posibilidades, ve matices donde antes solo veía un color. Ahora sabe, que ser gitano en sí mismo no presupone nada más que eso, que eres gitano, como ella es negra o yo soy una madre soltera. Es una cualidad que nos describe pero no nos categoriza y mucho menos evalúa, etiqueta, denigra.

Y a mi me encanta que D. forme parte de la vida de mi hija. D. y toda su familia porque la misma ternura, amabilidad y cercanía despierta el resto de integrantes del clan.

Y cuando pienso en esto reafirmo lo importante que es la experiencia, el darse la oportunidad de exponerse a la vida, a sus presencias y ausencias. El ir con la mente dispuesta a pensar distinto, a ampliar la mirada, a dejarse sorprender.

Me gusta la mirada dulce e inocente de D. y espero que la vida le de todas las oportunidades que merece para que con él podamos seguir aprendiendo y creciendo.

sábado, 16 de noviembre de 2013

EMOCIONARIO...

MIEDO: J. me pide una cita para hablar conmigo. "Creo que vuelvo a estar mal". Me encuentro con ella y su aspecto externo no denota ese malestar. Se le ve bien. Sonríe. Habla pausadamente. No llora. Me relata cómo están sus historias y siguen reflejando logros. Señalo todas las fortalezas que sigo viendo. Hago énfasis en todas las que ella narra. Termina diciendo "Me quejo de vicio" y sonríe, pero a veces me asusto y necesito venir a contártelo, eso, que estoy asustada, pero al escuchar mis palabras, cuando me escuchas y me escucho, me tranquilizo. Y entonces sé que estoy bien.

He visto muchas veces las cicatrices que J. tiene en sus muñecas, en sus brazos. Sus cicatrices reflejan el daño que, siendo aún una adolescente, se autoinflingía. Así descargaba su miedo y su ansiedad. Han pasado más de dos décadas desde entonces. Cuando la conocí, hace una, ya no se hacía daño pero tenía mucho a favor para recaer. Juntas y gracias a muchas cosas, además de mi apoyo, fue saliendo adelante, encontrando la manera de reconciliarse con su pasado, de encontrar recursos internos - que tiene muchos- y externos, en los que apoyarse; de ver posibilidades donde antes sólo fue capaz de encontrar inconvenientes. J es una superviviente y una mujer muy resiliente.

DESCONSUELO: Mientras tengo esta entrevista escucho en el pasillo un llanto desconsolado. Es tan profundo que súbitamente se encoge mi corazón. Desvío mi atención para tratar de percibir si alguien acude en su auxilio. Oigo voces alrededor pero el llanto continua. Sólo cuando veo salir a C. me tranquilizo. Ella sin duda manejará la situación si se requiere. A los pocos minutos vuelve a entrar, me mira porque sabe que estoy con ella. Su mirada me calma. Poco a poco el llanto se serena. Al terminar mi entrevista le pregunto a C. por lo que ha pasado. "Ha sido G."... G. viene a vernos. Ha sido su primer encuentro con nosotros.

G. acaba de tener un grave accidente de coche mientras estaba de vacaciones en un país bastante lejano, a los pocos días a llegar allí. Con su bebé de pocos meses. Sin hablar el idioma. Sin red afectiva de apoyo salvo su pareja que también viajaba en el coche. Vuelven a casa vivos, que al parecer no es poco, con daños visibles en sus cuerpos, salvo el bebé al que aparentemente no le ha pasado nada. Llegan con daños que no soy capaz de medir en trascendencia pero desde luego con un daño emocional intenso. Daño por lo que ha sido realmente. Por lo que podía haber sido. Por lo que no sabemos si será. Estrés postraumático lo llaman. Normal, ante una situación anormal. Pequeños o grandes accidentes emocionales que G. ha tenido que ir sumando a sus espaldas en los últimos años. Situaciones que requieren de tiempo para ser asimiladas. Que requieren de apoyo. Que demandan toda nuestra capacidad de ver lo positivo, en medio de tantas cosas negativas.

VALENTIA: A E. le dijeron que tenía una bomba de tiempo en su cabeza y valientemente decidió que había que desactivarla a pesar de los riesgos que eso implicaba y que todos conocíamos. Desenredar las venas que en tu cabeza han decidido enredarse requiere de grandes dosis de sabiduría, serenidad y valentía. Y E las tiene, las tres aunque, como todos, unos ratos más que otros. Esta semana comenzaba así, con ella apostando por vivir, por bien vivir. Nuestros corazones latiendo a su compás. Todo fue bien, los sabios doctores dicen que están desenredadas, y su evolución de estos días ha sido muy favorable, tanto, que E está en casa y ayer la hemos ido a ver. Se ve bien. Ella también ha sido desde niña, un ser muy resiliente.


INSEGURIDAD: Y, claro, está H. que vive conmigo y esta semana se ha sumado a mis tormentas. Ella que es la más significativa. La que está creciendo y aprendiendo. En quien tengo que serenar mareas, calmar daños, ofrecer herramientas. Su corazón tan intenso se enfrenta a todas las batallas (relacionales) dándolas por perdidas. Sintiéndose una víctima. Doliéndose en sus miedos. Y yo, que la sé fuerte, sin embargo tengo que aprender a ir despacio, porque ella es un león herido que siempre se defiende de su fragilidad. Sabe que está tocada. Y sabe también que ha de protegerse para no estar muerta, así que saca su furia y no deja que calme sus heridas, que son pequeñitas, pero aún así le recuerdan que pueden llegar a ser mayores. 

De terapeuta sí, desde que amanece el día hasta que se oculta el sol. Y estoy cansada, tratando de mantener la calma y atender cada cosa en su momento. Y dándole a cada una su espacio. 

Sin pretenderlo, acabando la semana, me encontré con esto que me parece un buen material para trabajar emociones con niños. Y, porque no, con adultos!



martes, 29 de octubre de 2013

AZUL

T. tiene unos siete años y los ojos tremendamente azules. La piel perfecta de la niñez, una hermosa cabellera rubia. Su belleza es innegable y cautiva.

Cuando la veo, sin embargo, esa belleza y su inocencia de niña, me producen una sensación ambivalente. Por un lado, la obvia, la calidez y la ternura. Por otro, el mal sabor de un recuerdo y una duda.


T. tiene un parecido físico extraordinario con una joven que conocí hace meses. La Guardia Civil la trajo a la institución en la que trabajo. Como era extranjera y no hablaba ni castellano, ni inglés, nadie había logrado hablar con ella y allí la sentaron, en mi mesa, como si yo hablara su lengua materna!!!. Nada más lejos de la realidad. Creo, sin embargo, que si hay un lenguaje que hablo y es el de asumir ciertas responsabilidades que otros delegan porque no saben qué hacer con ellas. Yo tengo la certeza de que comunicarse a ciertos niveles no es cuestión de idioma, sino de instinto.

La encontraron al amanecer de un día de semana, caminando por una de las carreteras que salen de la ciudad. Presuponían que venía de un club de alterne cosa que ella negaba rotundamente. Simplemente estaba perdida. Salió de su casa, esa en la que llevaba pocos días viviendo junto a su novio, y no sabía volver. Ningún teléfono al que llamar. Sólo su nombre y su apellido, tan común como los árboles en un bosque.

Su documentación decía que tenía 18 años recién cumplidos. Aparentaba 15 o 16. Gracias al trabajo de una interprete pudimos conocer la historia que quiso contarnos. Viajaba con su pareja, era la mayor de varios hermanos. Su familia no estaba en España pero sabían que ella sí. Todo creíble, todo increíble.

Con ayuda de la interprete le dimos información sobre aquello que ella negaba, intentando ser prudentes en el respeto a su intimidad. Le facilitamos información en su lengua sobre las posibilidades de apoyo que tenía. Le ofrecimos que hablara por teléfono con quien quisiera. A todo se negó. Sólo sonreía. No parecía ni nerviosa, ni asustada. No había consumido nada. En su lengua, su discurso era sereno y coherente. Según ella, sólo estaba perdida.

Le pregunté en qué podía ayudarla. "A llegar a casa", contestó. Simple; solo que ella no sabía donde estaba esa casa. Nada, ni una pista útil. Tras un rato de buscar en su memoria de pronto lo dijo: "cerca hay un parque con patos". 

No son muchos los lugares de esta ciudad en la que podemos encontrarlos. Fui con ella hasta allí y tras dos o tres vueltas por los alrededores localizamos un portal, y subí con ella a un piso en el que no sabía qué me esperaba. Preferí no entrar por prudencia y por respeto. Solo le recordé a ella y a quienes asomaron al dintel de la puerta, quiénes eramos, dónde estábamos y qué sabíamos. En esas personas nada sospechoso. Informé a los servicios sociales del incidente.

Meses después he vuelto a ese lugar, he entrado en esa casa donde ahora vive otra familia. He preguntado por ella y la recuerdan. Sin embargo nadie se asume como cómplice ni habla de lo que pasaba.

Llevo días pensando en ella. Pensando en el infierno. Pensando en las veces que buscando el paraíso fácil equivocamos la puerta al entrar. Pensando, como lo hice a lo largo de aquellas horas..¿había algo más que podía haber hecho por ella en contra de su voluntad?... Pensando desde mis certezas y mis errores, desde mis dudas y mis intuiciones.

Y el domingo, de excursión junto a T., viéndola, sintiéndome reflejada en su mirada, no he dejado de pensar en la responsabilidad que tenemos todos, de que ciertos infiernos desaparezcan para siempre.


 

domingo, 20 de octubre de 2013

REFERENTES

De todas las definiciones que he revisado y repensado, probablemente la que más se acerca a lo que buscamos es esta: Persona o cosa que sirve como base, modelo o punto de comparación. Sí, un referente.


 
Liya Kebede, modelo etíope. Ha creado una Fundación que lucha por reducir la mortalidad de las madres, bebés y niños en los países menos desarrollados y la mejora general de sus condiciones de Salud
Desde hace mucho tiempo un grupo de madres y padres como yo, que hemos adoptado a niños de origen racial diferente al nuestro y, sobretodo, diferente al predominante en los países en los que residimos; nos preguntamos, qué referentes o modelos positivos tendrán nuestros hijos para sentir que esa diferencia racial (aunque nos pese el término), no limita sus posibilidades de crecimiento en lo personal, lo familiar, lo profesional...

La duda (y la preocupación) tiene que ver mucho con la frecuencia con la que las minorías que representan en el país en el que viven, son mayoritariamente minorías excluidas, víctimas en muchos casos de importantes procesos de segregación y de actos de racismo y xenofobia. Nuestros hijos, en ese delicado proceso de construcción de su identidad, tendrán que integrar lo que son, niños y niñas criados en el marco de nuestras propias referencias culturales y raciales, que sin embargo, presentan exteriormente rasgos que les definen ¿erroneamente? con otras referencias. Léase, que cuando dejan de ir de nuestra mano, son lo que otros ven en ellos cuando les miran: negros, latinos, asiáticos,...

Y no lo digo yo, lo dice la realidad que se impone a los deseos. No en balde pasan cotidianamente cosas como estas que no tienen graves consecuencias ¿no? pero molestan y desgastan.

Viviendo como lo hago yo, en una ciudad pequeña, los referentes raciales de mi hija, en su mayoría son inmigrantes económicos y cuesta, cuesta mucho, que ella pueda verse en un espejo donde las personas de su color de piel le muestren oportunidades y no carencias. Mamá ¿Todos los negros son pobres?...Mamá ¿Una chica negra se puede casar con un chico blanco?...Mamá ¿Puede  una chica negra ser maestra?. Y tiene dudas, claro, porque no conoce otra realidad cercana. 

Esos padres, dentro de los que me incluyo, hacemos importantes esfuerzos por reflejarles otras realidades. Encontramos muchos referentes en otros lugares...en ciudades más grandes, ...en otros países, ...a lo largo de la historia. Y se los muestro, sí; pero me quedo con la duda porque siento que esas referencias son lejanas porque no están en su cotidianidad. 

Puedo hablarle de poco compañeros de trabajo de raza negra, o puedo señalarle a pocas personas de raza negra trabajando, como yo, en las tiendas, oficinas y lugares públicos a los que acudimos....los ve haciendo venta ambulante y perseguidos por la policía, los ve vendiendo cosas mientras pasean por las playas que visitamos en verano, los ve durmiendo en la calle o pidiendo...Aunque las hay, en mi circulo de amigos no conoce ninguna pareja interacial, ni siquiera en la gente del barrio o de la ciudad que conocemos. En su escuela no hay ningún docente de otra raza... 

Y claro, puedo vivir en otro país o en otra ciudad, pero vivo en esta. Y mi hija, necesita evidencias, no buenas intenciones. Ya sabemos que una imagen vale más que mil palabras.


lunes, 14 de octubre de 2013

En estos días, estoy algo silenciosa y reflexiva, sin sentirme especialmente bien. Algo temerosa vitalmente (mientras a mi alrededor todos ven mi valentía). Cuestionandome en muchas cosas. Sí, juez, conmigo misma.

En estos días, miro mucho a la gente y escucho sus motivos para ser o dejar de ser, para hacer y dejar de hacer. Veo sus logros y también sus miedos.  Comparto sus ilusiones, y busco las mías. Callada pensando. Sonrío. Lo intento, pero no me sale. Sí, juez, conmigo.

En estos días, me faltan muchos "sí" cargados de sonrisas y me sobran muchos "no". Los que más, los míos.

Me está costando encontrar la manera de educar desde el SÍ. Tengo la sensación de estar con demasiada frecuencia recordándole a H. lo que no está bien, lo que no debe, lo que no se hace de esa forma, lo que no es oportuno, lo que está feo. Y sale por mi boca, lo percibo y me torturo

Se que en paralelo la elogio mucho porque me sale con la misma fuerza del corazón. Se que está llena de virtudes que le repito hasta la saciedad. Alabar siempre es sencillo, pero qué hacer para corregir un comportamiento que no está bien. Como freno su ímpetu, cómo su intensidad desbocada, como educo su impulsividad, sus dificultades para autoregularse y respirar física y emocionalmente. Como evitar que absorba de la manera que lo hace. Como autoregularme yo, para no ahogarme con las expectativas que tengo sobre lo que está bien, en relación al comportamiento que debe tener. Qué complicado!.

Y cuando tomo consciencia de ello, de todos los "nos", de todos los días, me siento fatal.


Y entonces todo me estalla en la cara. Y me hace sonreír. 

Sentada frente a mi con su bella sonrisa

"Mamá me haces feliz".. 

La miro riéndome "¿Si? ¿De verdad? pero si estoy todo el rato diciéndote que No!"

"Claro! Me estás educando!"

Alivios que vienen bien. Sin dejar de ver lo que en mi está mal, pero regulando. Y sí, siempre ha sido así, mi juez mas estricto, soy yo.


viernes, 27 de septiembre de 2013

A BOCAJARRO

En esta semana nos acongoja esta noticia.

Y yo la he seguido, pensándola mucho, sabiendo lo que me esperaba.

He descartado la TV y la he seguido en prensa para tener más tiempo de pensar en la respuesta. Cinco días ha tardado.

Dice H. 

 "Te quiero decir algo pero me da vergüenza..." "Quiero decirte que te quiero"

Y un milisegundo después añade:  

"Mamá, si los abuelos me dan dinero ¿tu me vas a matar?...Es que sabes que ha pasado...unos padres han matado a su hija de China"

Mamá,...si hubiera nacido en su barriga ¿ también la hubieran matado?


Respiro profundo. Pienso en las ideas sencillas y seguras que debo aportarle. Quisiera saber si me equivoco. Aprendo desde la necesidad, pero a veces estoy aturdida por ella.

Fuente: quiero saber de donde le ha llegado la información. 

"Me lo ha contado L."... una compañerita del cole que parece que se ha leído la prensa!!!. Tienen 8 años, que rabia siento por cada cosa que les hace perder la inocencia

Primera idea. La presunción de inocencia.  Esa es una de las hipótesis que está investigando la policía. No saben si han sido sus padres pero son sospechosos. Reconozco que me cuesta creer en esa inocencia según están las cosas, pero la concederé hasta el final.

Segunda idea. Por ser adoptada, no es diferente la valoración de lo que sucedido. Si eso es verdad, seguramente habrían hecho lo mismo aunque el hijo hubiera nacido en su barriga. Esto no tiene que ver con lo que ha hecho (o con lo que es) la niña (y mucho menos con su condición de adoptada) sino con que esos padres están enfermos o son malos. Muy malos.

Tercera idea. Empatía. En el mundo hay gente mala pero también gente buena, gente que ahora está triste por lo que ha pasado, que están intentando descubrir la verdad para que si esos padres han hecho eso, lo paguen y vayan a la cárcel. Por eso, cuando escucho la noticia, me pongo triste y me preocupo. ¿Estas triste y preocupada con la noticia, verdad? No me extraña, yo también lo estoy.

Cuarta idea. Acompañamiento. Que bueno que lo hemos hablado. Me gusta que cuando algo te preocupa me lo cuentas. Yo también he estado pensando en lo que decían las noticias y estaba esperando para entender un poco que había pasado de verdad y así explicártelo mejor. Ahora esperaremos juntas.


Quinta idea. Incondicionalidad y bondades del Amor. Sabes qué, yo también te quiero, te quiero más que a mi vida. Y no me da vergüenza decírtelo porque es lo mejor que tengo. Me hace feliz saber que me quieres. Gracias por vencer a la vergüenza.

La abrazo. Respiro hondo. Siento y respondo como mejor puedo, a esa pregunta a bocajarro, en este primer día de otoño, lleno de viento y de lluvia. 

Llenas de muerte y de amor.




domingo, 22 de septiembre de 2013

LOGROS

En unos días finalizará la jornada laboral continua que hago durante los meses de verano. En unos días, no sé cuantos, comenzará a refrescar el tiempo. Mucho tardó en llegar el sol y el calor, pero también mucho se está quedando. Hemos iniciado el curso escolar. Los amigos ya hablan de ir a la Sierra a recoger castañas.  En unas horas celebraremos el equinoccio de otoño en este lado del mundo. Hemos regresado esta semana de las vacaciones tardías. Sí, cambia, todo cambia.

Quizás por esa serie de cambios regulares yo hago mi particular recuento de logros veraniegos.

No ha sido el más intenso, ni el más disfrutado de mis veranos pero con haberlo sobrevivido con bienestar, nos damos por satisfechos. Importante ese ejercicio de darse cuenta de las cosas que se tienen y no sólo de aquellas que están ausentes.

Me quedo con dos.

Primero, he vuelto a disfrutar de la cotidianidad de los días con mis padres. Y sigue siendo tan significativo para mi. Al hacerlo vivo dos procesos, les hago participes de mi mundo, de las cosas y las gentes que me acompañan, que me alimentan, les muestro mi vida, una vida que tiene mucho de lo que ellos posibilitaron. Intento devolverles la tranquilidad de mi bienestar, a ellos; que tanto han tenido que padecer mi lejanía física. Y, al hacerlo, también me descubro en ellos, reconozco cuantas cosas en mi les pertecen en origen. El gusto por el hogar, la bienvenida a los amigos, las madrugadas para salir a vivir, el irnos pronto a la cama, el amor por la naturaleza y las cosas sencillas...veo mi huella genética y me provoca ternura. Algunas cosas hacen incierto el futuro de los siguientes encuentros y, cada uno a su manera, busca formulas emocionales para garantizarlos. Cuando los planes de verse otra vez son inciertos, ayuda hacer promesas, porque hay que mantener viva la llama de la esperanza. 

Segundo, le hemos ganado la batalla a los problemas de Matemáticas. H. terminó el curso escolar con la certeza (ella siempre es una mujer de certezas) de que ella, para los problemas, no servía. Y, cierto era, porque ni siquiera lo intentaba. Simplemente veía el enunciado y lo siguiente era echar a cara o cruz la respuesta. Tras los primeros fracasos en el razonamiento asumió (decidió) que eso no era para ella y se rindió. Vivimos de las rentas del primer trimestre y así aprobamos Mates pero por los pelos. Esto tenía mal pronóstico. Y digo tenía porque a fuerza de practicar problemas, acompañarla en el razonamiento, resolver adecuadamente los primeros y REFORZAR hasta la saciedad esos logros, ahora ya sabe que puede. 

Y el reforzar va en mayúsculas porque he ido un paso más allá de lo habitual. 

Como su discurso era tan intensamente negativo, a medida que hemos ido teniendo éxito la he obligado a mirarse en el espejo y cambiar su "NUNCA resuelvo bien un problema" por un "A VECES, CUANDO LO PIENSO DESPACIO, sé resolver problemas". Y luego pasamos al MUCHAS VECES... para terminar con "cuando hay un problema, lo pienso, estoy atenta a los detalles y lo resuelvo". Delante del espejo, una, dos, tres veces...las que hicieran falta hasta sacarle una sonrisa. Hemos pasado del 2% resuelto con éxito -por azar-, a más del 90%. Simplemente se dio la oportunidad. Bueno más bien le obligué a dársela. Lo he hecho en tono jovial, exagerando mi emoción, teatralizando la alegría del logro pero he sido absolutamente firme en algo. Tenía que decírselo a sí misma ante el espejo, mirándose. Y he logrado, hemos logrado, que se lo crea.

Qué bien!!.

Y son dos hechos pequeños, a veces obvios para quien los mira sin detenerse en ellos, pero son muy significativos, hablan de la vida que tenemos y tendremos y sobretodo hablan de la esperanza. Y sin esperanza (y el trabajo que supone construirla), es imposible avanzar.

Avanzamos sí, sin prisa y sin pausa.




jueves, 12 de septiembre de 2013

ESTAR DE VACACIONES...

Que bien se vive cuando tienes vacaciones. Una obviedad. O no.

Hasta este año, mis vacaciones siempre requerían no sólo de un cese de actividad, sino también de un cambio de paisaje. Desde que tengo memoria (y sueldos). Tener tiempo ha sido siempre, tener viajes. Irnos del paisaje cotidiano para reencontrar otros, para que entonces, realmente, con el cambio de escenario, la vida fuera otra.

Este año por diversas circunstancias no ha podido ser y buena parte de este período vacacional que aún disfruto (siempre me han gustado las vacaciones a destiempo), las tengo manteniéndonos en nuestra casa, en nuestra ciudad, sin hacer cosas especialmente diferentes salvo disfrutar del buen tiempo, que no nos acompaña siempre. Y ha estado bien.

Esta semana H. ya ha empezado sus clases. Sus rutinas cotidianas son aquellas que más nos ocupan el día a día, levantarse, ir al cole, comer, descansar-jugar, hacer deberes (sí señores sí, ya hemos empezado), jugar, ducharse, cenar y a la cama...A mi alrededor ya todos trabajan porque a finales de agosto se vuelve. Se vuelve, cuando yo he elegido irme.

Esta semana, estar de vacaciones ha resultado peculiar porque me permite ver lo que sería de mi vida, si yo no trabajara o no lo hiciera en todo el horario que lo hago. Me permite ver lo que me pierdo casi todo el año, sin querer decir, ni mucho menos, que quisiera que así fuera siempre. Necesito y quiero trabajar para otras cosas. Sin embargo al hacerlo me pierdo...

...dormir siete horas que es lo que recomiendan los médicos para garantizar un buen reposo. Duermo 5-6 y puedo funcionar bien (de hecho es de allí de donde estiramos el tiempo)...pero se nota la diferencia no al comienzo del día, sino al final. Al final del día cuando necesitas soltar el lastre que te acompaña siempre. Acurrucarte al lado de los amados o de los soñados y desconectar.

...acompañar a H. al cole a la hora en que entran la mayor parte o, incluso ahora, el resto de niños de su clase. Ahora hablo con las madres de los amigos de mi hija, saludo a sus hijos, bromeo con ellos. Preparo el futuro.

...Me pierdo el cocinar como me gusta, con ilusión, a fuego lento, comprando al día y sin prisas en las tiendas pequeñas, las del barrio. Y con ello sorprender a mi hija que agradecida me dice: Tu comida es más rica!. A poco que le ponga ya lo logro pero aún así ella debe quedarse en el comedor un día y el resto hacemos malabares para comer recién hecho y calentito.

...Lamento no tener la posibilidad de hacer las gestiones que todos necesitamos hacer (...y menos mal que existe Internet) sin pedir permiso en el trabajo.

...Me perido el cuidar mi hogar, ...pintar las gastadas paredes, limpiar las ventanas, cultivar plantas, arreglar el DVD, quedar con el fontanero, se convierten en las últimas prioridades en un día cargado de necesidades mas urgentes.

...Descarto el pasear por la ciudad, al menos hacerlo a destiempo (y por lo tanto con menos gente) que es como lo prefiero...

...Me pierdo la oportunidad de leer porque en otros momentos el casancio me puede.



...el hacer las cosas cuando quiero y sin mirar el reloj constantemente, el de pulsera o el interno.

...el ir a recoger a mi hija al cole cuando sale y pasar la tarde con ella jugando, supervisando su trabajo académico, educandola que para eso soy su madre

Lamento que H. sea la mayor víctima, no de mi falta de vacaciones, sino de la falta de sincronía entre su carga horaria y la mía (ella va 25 horas al cole y yo 35 a la oficina). Haz malabares para ocupar esas días, más los lleva y trae. Sin pareja/ sin abuelos/ sin familia al alcance de tu mano.

Miro esta vida con nostalgia y al mismo tiempo soy consciente de que mi realidad no es mala. Tengo amigos que valen tanto como una familia (y la vida me dan), tengo un trabajo que no sólo me aporta un sueldo digno sino que me gusta en lo humano y en lo profesional que allí comparto, tengo medidas de conciliación y flexibilidad que, a pesar de mi queja, me hacen la vida más fácil y tengo (tenemos) también salud...

Pienso en quienes no tienen nada de esto. En mis fortunas y mis ausencias, en las de todos los días del año, y en las de estos días...



Mañana acaban estos días de descanso. Como ya decía ayer: el futuro nos espera.


lunes, 9 de septiembre de 2013

VALENTÍA



Mi amiga A. tiene  muchas ganas de ser madre. Las tiene desde hace años, pero no se anima y el tiempo corre en su contra. Se plantea mil dudas de logística, educación, sustento,... Quiere hacerlo bien y no sabe si podrá ¿Quién lo sabe con certeza? me pregunto. En muchos casos, es más fácil saber que no puedes, y entonces desistir; que tener la certeza de que podrás, y sólo entonces, asumirla. Esto último creo incluso que es un imposible.




Muchos de sus "peros" han sido míos. Le insisto en que yo no lo he tenido más fácil de lo que ella lo tiene, pero me dice que la diferencia, es que yo soy muy valiente.



Y es verdad, lo soy, no sólo por eso (y menos mal).




Soy valiente, sí; y muchas veces, y en esa misma línea, un paso más adelante, soy, en ocasiones, hasta imprudente.



Cuando decidí seguir adelante con mi maternidad, no lo hice desde mi valentía sino desde mi compromiso conmigo misma y con mi deseo. Valiente sí, egoista también. Me concedí la confianza de intentarlo, aunque no sabía si lo haría bien. No lo sé ni ahora. Decidí, no hacerlo bien, que de eso no podía dar garantías, sino hacerlo lo mejor posible, resolviendo el día a día. 



Creo que no me ha ido mal, creo que nos ha ido bien, pero mis méritos son sólo a medias porque la otra mitad le corresponden a H. Sin embargo, antes de ser madre tú no sabes quién será tu hijo, si te lo pondrá fácil o difícil.



Me pregunto si las madres y padres que deciden serlo, son valientes. Eso suponiendo que sea planificado. Si realmente son capaces de dimensionar todo el valor que hace falta para asumir el reto de dar vida (o aceptar la vida de quien ya la tiene) y hacerla propia, y hacerlo bien. Asumir el reto diario y cotidiano de ir resolviendo, pocos o muchos problemas y  dificultades, desde la más contundente hasta la más simple. 



La respuesta es que creo que no. Al menos no, en la mayoría de los casos, (tan poca fe tengo en los adultos). Por lo menos, no en los primerizos, como es el caso. Por eso a veces se trata de asumir ciertos riesgos y comprometerse. Sabiendo que fácil no es, pero posible, sí. Y vale la pena. 



Y esta es mi certeza pero tampoco se trata de imponerla a otros. Creo que las decisiones tan contundentes, tan para toda la vida, son responsabilidad de quienes sufrirán o celebrarán sus consecuencias. 



Yo pensaba cuando ponderaba qué hacer en mí caso, que no sólo hay una forma correcta de cuidar y educar (salvando unos mínimos). Basta mirar alrededor para observar la diversidad en el ejercicio de la maternidad/paternidad. Unos, a nuestros ojos, lo hacen mejor; otros, peor, incluso fatal. Y, sin embargo, sus hijos van saliendo adelante, a veces mal pero, lo sorprendente, es que a veces, bastante bien. 



Yo estoy lejos de pensar que el amor puede con todo y que bastará con desearles y amarles para que las cosas fluyan. Lejos no, estoy muy lejos. Creo que hacen falta herramientas y criterios de todo tipo: educativos, emocionales, logísticos, económicos,... pero creo que en la mayoría de los casos, se adquieren en base a las necesidades y compromisos que se tienen y se van detectando. Porque es largo el camino de convertirse en familia. 



http://www.mamaeslaleche.com/

Pienso que ninguno ha nacido aprendido. Que por muy mal que lo hagamos siempre podemos hacerlo mejor si nos comprometemos con ello. Que un hijo deseado (bien deseado) es la evidencia de un amor incondicional y eso sí que es una gasolina potente para crecer como padres, con esfuerzo es verdad pero, al mismo tiempo, con mucha satisfacción.





martes, 3 de septiembre de 2013

DEL LLANTO AL CONSUELO

H. y yo habitualmente vivimos solas. Compartimos y negociamos nuestro espacio, nuestro tiempo. Lo compartido y lo concedido. No ha sido fácil encontrar la medida en la que ambas nos sentimos cómodas. Ni siquiera afirmo que sea algo estable. Es algo en lo que ya conocemos nuestro margen de maniobra. A veces, ese equilibrio de márgenes conocidos recibe visitas y no siempre resulta fácil adaptarse a los cambios.

En estos días nos visitan los abuelos. Veo a mis padres dos veces al año, todo el tiempo que puedo en esos dos períodos, un tiempo que siempre me sabe a poco. Sé que es lo que elegí. Irme lejos de casa y eso ha tenido muchas ganancias. No por alejarme del lugar en el que estaba (y en el que era feliz) sino porque las posibilidades de esa felicidad eran muchas más, estaban en muchas otras cosas. Lo sé, incluso lo celebro. Otra cosa, es el precio.

El precio tiene que ver con el tiempo, que pasa. Les echo de menos. Sí, mucho, por eso disfruto tanto de sus visitas. Y les dedico tiempo y les cuido y una parte de mi atención hacia H. se distrae en ellos. Ella lo lleva fatal.

A H. le cuesta compartir mi atención y creo que hace esfuerzos importantes por llevarlo bien, cada día mejor, durante períodos cortos. Sin embargo, compartir todo el tiempo, convivir día tras día con dos personas que le restan mi atención, es una prueba de hierro. Y le está costando.

En estos días H. está irritable, frágil emocionalmente y con una frecuencia inusual llora por las cosas más nimias. Llora sintiéndose desatendida, cuestionada, abandonada frente a otros y es que H. es así de intensa. O estás conmigo o estás contra mi.

 Y así, llorando, la he dejado un par de veces.  Voy un ratito después a consolarla y acompañarla en el camino de regreso. Porque H. se va llorando y corriendo -emocionalmente hablando- y luego,... sigue llorando, porque aunque quiere, no sabe volver.

Cuando H. llegó a mi vida tenía pocas rabietas pero las que tuvo fueron intensas. Al principio, yo sin querer, las alimentaba, esperando una calma que ella no sabía conseguir sola. Todo, hasta que descubrí que sólo se calmaba cuando yo iba a su lado y la consolaba. Ella rápidamente había elaborado la situación y la entendía, pero no sabía "recomponerla". Empezaba llorando por una cosa y, lista como es, la podía resolver, entender, manejar emocionalmente con éxito, pero luego lloraba por haberse perdido, ya que no sabía volver. 

Cuando unos minutos después acudo a buscarla, me recibe llorando pero el motivo ya es otro. Siempre me cuenta que está "perdida", que reconoce sus fallos y no sabe cómo remediarlos. No pasa nada, le dijo. Ya lo tienes claro, eres una chica lista. Eso es una alegría. Mamá te acompañará. Podemos regresar juntas. Y siempre pasa que esa certeza, trae la calma.

Creo que el que los niños lloren es inevitable. Que no nos complazcan en todo, suele generar malestar y no está mal sentirlo y aprender a manejarlo. No está mal que a veces se frustren nuestros deseos y lloremos de rabia. Sin embargo, ningún niño debe llorar indefinidamente. No deben llorar de más y, al "más" se llega rápido. Los niños necesitan consuelo y éste debe llegar más temprano que tarde. Debe siempre llegar pronto. 

Y somos los adultos los que tenemos la obligación de proporcionárselo. Para eso hace falta calma frente a su llanto, aunque este nos irrite. Los adultos somos nosotros y la obligación de mantener la calma, es nuestra. A nosotros corresponde enseñarles el camino de regreso. 

No hay lágrimas que merezcan ser compañía permanente. Algunas, sólo música de fondo. Y es que esta versión me emociona.

domingo, 11 de agosto de 2013

DORMIR

No hay muchos nombres de mujer que empiecen por H. Mi hija tiene uno de ellos pero hay otros.

Hay otros como el de H. que tiene un nombre precioso y una historia dolorosa. No en balde le han reconocido el estatuto de refugiado y me alegro de ello. Lo merece sí, como muchos otros a quienes se lo han denegado, con parecidos desgraciados méritos. Pero esa como siempre, es otra historia.

La conocí hace meses cuando no dejaba de llorar. Lloraba con angustia aunque sus circunstancias eran otras y la amenaza había cesado. Estrés post-traumático. Que fácil de decir, que duro de vivir. Lloraba porque la emoción cubría los recuerdos y no la dejaba articular el pensamiento. Y esa congoja era inhabilitante para lo que nos pedía. Pedía lo que sabía necesitaba, la forma de cubrir sus necesidades básicas y ese apoyo que sólo podía ser puntual necesitaba que ella se recuperara de lo que no nos pedía, de lo que creía la atormentaría para siempre. Sin embargo tenía que sobrevivir a su historia y sus circunstancias. Resurgir de las cenizas. Seguir.

La última vez que la vi, la semana pasada, no paraba de sonreír. Ha sido un proceso, llevamos meses trabajando y han sido muchas las cosas que han influido en su mejoría. Yo sólo soy parte de ese conjunto, pero me hace feliz ser copartícipe de esos avances.

Cuando la conocí una de las cosas que le agobiaban era que no dormía. Sólo podía hacerlo durante 2-3 horas cada noche. Dormía poco y mal. Al dormir, volvían las pesadillas. Tenía tantos recuerdos dolorosos, y los sentía de forma tan vívida  que re-experimentaba el terror de lo vivido cada noche. Y entonces no descansaba, dormir la angustiaba. Si no duermes ¿Cuándo descansas, cuándo repones fuerzas, cuándo te recuperas?. Más, cuando ni siquiera te atreves a encender la luz para que no se den cuenta de tu infierno quienes duermen contigo. Me dice ahora que duerme el doble, pero que sobretodo duerme bien, descansa, las pesadillas no aparecen ya en el discurso. Me siento bien porque la veo sentirse bien.

Y pienso en ello, en la importancia de un sueño sosegado, no sólo por ella sino también por mi. Por nosotras, por mis noches con H., mi hija.



Ha vuelto sana y feliz del campamento. Y el echarnos de menos es una de las cosas que nos invita al colecho, uno de los temas polémicos de la maternidad. Uno de aquellos en los que he cambiado de opinión tras ser madre. Yo creía y creo que cada persona necesita un espacio físico y emocional; y creía y creo que hay que educar a los hijos en la autonomía. Siempre me pareció que aquellos padres que mantenían a sus hijos en sus camas por períodos prolongados no favorecían dichos procesos. Observaba el hecho y opinaba sobre sus consecuencias. Hoy en día, por experiencia, creo en sus beneficios.

H. y yo no hacemos colecho siempre pero sí a veces, a veces en su habitación, a veces en la mía, casi siempre vinculado a situaciones que nos vuelven frágiles y en las que necesitamos sentir más cerca la presencia física y emocional de la otra (enfermedades, ausencias, broncas, días malos y días buenos que nos desbordan en emotividad....). Hacemos colecho y nos parece bien, lo disfrutamos.

En estos días me sorprendía que pudiéramos hacerlo toda la noche porque no siempre ha sido así. No sé en qué momento ha dejado de suceder pero me he dado cuenta de que H. ha dejado de dar patadas. H. siempre ha dormido bien. Nunca ha tenido pesadillas pero se movía mucho y si había alguien a su lado lo pateaba hasta echarlo de la cama.

Y entonces pienso en todos esos fantasmas que se aplacan y dejan de venir a visitarnos cada vez que bajamos la guardia. Pienso en lo duro que es vivir en estado de alerta, defenderte de cualquier contacto porque temes o te inquietan otras presencias. 

Me alegro de ver que H. duerme tranquila y me abraza. Me alegro de compartir su lecho y que pueda compartir el mio. Me alegro de su conquistada serenidad y de su reposo. Creo que si existe un perjuicio en el colecho, nunca superará los beneficios que aporta a un niño que necesita ser arropado.  Y yo que utilicé siempre el verbo arropar en sentido metafórico, ahora también lo utilizo en sentido literal.