Esta mañana he llevado mi coche al taller para una revisión de rutina. Al entrar, de espaldas a mi, se encontraba una mujer haciendo tareas de limpieza. Enseguida vinieron a atenderme. Yo comencé a hablar con quien me recibía...
Tras unos minutos de conversación, con su mejor sonrisa, esa mujer se acercó a mi para verme el rostro y dijo mostrando una gran alegría: sabía que esa voz era la tuya. Agradecí en ese instante, al ver su mirada ilusionada, que todos los dioses del olimpo, en un segundo, me ayudaran a recordar su nombre. Me dijo: ¿Te acuerdas de mi? Cuanto me habéis ayudado!. Le respondí Claro! Querida F. ¿Cómo estás?.
Se dirigió al que me atendía, que evidentemente era su jefe. Cuánto me ayudaron estas chicas! pronunciando mi nombre y el de una compañera. Sonreí. Hace trece años y se sabe mi nombre!, refiriéndose a mi que había pronunciado el suyo (nada común por cierto!!) . Realmente es algún año menos de los que ella recuerda, pero ciertamente más de una década.
Celebro recordar su nombre, por darle una alegría.
Durante unos minutos, para mi sonrojo particular, contó lo que supuso encontrar a alguien que la escuchara y que intentara entenderla cuando apenas balbuceaba el castellano, como le informamos y orientamos para que no se perdiera en la maraña administrativa que suponían entonces, las gestiones de regularización administrativa de lo población extranjera. Su gratitud fue realmente cautivadora.
O. y yo seguimos trabajando en la misma ONG que entre otros colectivos vulnerables sigue trabajando con población inmigrante. F. es de origen búlgaro y que recuerde su nombre es realmente una proeza de mi parte. Pero sí, lo he recordado. Recuerdo muchos nombres y sobretodo recuerdo sus historias. Porque cuando te narras, le das a alguien una parte de tu vida. Cuando la migración, voluntaria o inevitable, te hace perder tus redes sociales, cualquier persona que te mire, te sonría, te anime, te oriente... te otorga esperanza y confianza, te hace sentir que, aunque estas lejos de los tuyos, no estás sólo. Que hay alguien a quien le importas. Alguien que repara en ti y que asume tus batallas como propias y con ello también te ayuda a ganarlas.
Que importante es importarle a alguien. Que libren tus batallas como propias porque sólo las que no se luchan, están perdidas de antemano, y a veces tu no sabes de la guerra.
En ningún lugar he aprendido tanto como con ellos. Y sí, es verdad, sus batallas fueron y son, siempre, parte de las mías. Y me alegro. Doy, lo que me gustaría recibir. Doy, lo que mis padres emigrantes recibieron. Doy agradecida, por eso me sonroja su agradecimiento. He dado sí, pero he recibido en la misma medida. Y si no, fíjate F. me has tenido todo el día con la sonrisa en la boca.
Y no está mal sonreír con los tiempos que corren.
Un día tuve la suerte de poder dar las gracias a una persona que me prestó su ayuda en un momento complicado de mi vida. Me sentí plena y contenta de poder hacerlo, y supe que siempre que pudiera, ayudaría a esa persona en lo que necesitara, así se lo dije.
ResponderEliminarElla me contestó que no tenía otra razón de existir que no fuera facilitar en algo la vida en lo posible a quien lo necesitara, que para eso existimos las personas.
Esta vez el agradecimiento fue de por vida, porque con ello crecí en su compañía y este valor me acompañará siempre.
Gracias a tantas personas que en el camino nos van haciendo grandes,dándonos parte de su fuerza y de su vida, dejando que vivamos muchas vidas, como tu bien dices M. Y disculpas a todas aquellas que llegaron a mi vida en algún momento en el que no tuve esta premisa presente,realmente lo siento.
Gracias a ti M por compartir una vez más, con ello me haces fuerte!
Este post era también para tí querida O La otra parte de esa mirada agradecida. Esta es la parte importante de la historia, de las muchas historias que nos unen, nos hacen fuertes, y le dan sentido a nuestros pasos. Yo también tengo muchas cosas que agradecerte, es una suerte caminar contigo!.
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