domingo, 25 de enero de 2015

FOTOGRAFIA

UNO. Hace unos años, encontré y traje a vivir conmigo, una foto de mi abuela, dicen que tenía 16 años. Tenerla, considerando aquellos tiempos, en aquellas condiciones socio económicas, es para mí un verdadero tesoro. Un tesoro que almaceno junto a otros retratos de media vida familiar vivida antes de mi llegada a este mundo. Porque al verlos, me siento más cerca de lo que soy y le doy muchísimo más valor al paso del tiempo, a la huella genética que, al precederme, me define.

DOS. Cuando de pequeña enseñaba el álbum familiar, mis amigos me preguntaban si mi madre se había casado dos veces. En ese álbum había fotos de una boda de mi madre con alguien que no era mi padre. Y más tarde otras fotos de estudio con ambos vestidos con el traje de boda. Mi madre se casó "por poder". Uno de mis tíos ocupó el lugar de mi padre en la ceremonia en este lado del mundo, mientras él la esperaba al otro lado del océano. Una vez reunidos, decidieron dejar constancia del matrimonio.


TRES. En las semanas anteriores a mi viaje migratorio, me dio por preguntar a los amigos que habían viajado y vivido en otros países, por los consejos que podían darme para hacer de mi migración un proceso menos costoso en  pérdidas y ausencias. El que todos estos años he considerado uno de los mejores fue: "LLévate fotos de la gente que quieres. No es lo mismo hablar de ellos, que poder decir, mírale, este es...y, a partir de allí, narrarte". Me traje muchas fotos, y lo celebré, lo celebré muchas veces.

CUATRO. Antes de conocer a mi hija en persona, recibí dos o tres fotografías de ella. Un par de días antes de marcharme a conocerla, recibirla en mis brazos, traerla a nuestro hogar, pensé... (pensé miles de cosas) pero entre ellas pensé que sería un bonito detalle que ella sintiera que formaba parte de este hogar antes de entrar por la puerta. Saqué una copia de una de esas fotos y la coloqué en un portaretrato en el recibidor de entrada, junto a otras fotos familiares. Cuando entró se la señalé. Mira! eres tú! Esta es tu casa. Nuestra casa.

CINCO. Como ésta es, en buena parte de las ocasiones, una ciudad de tránsito, es frecuente que los vínculos que en ella creamos tengan que pasar la dura prueba de la distancia, una vez que el curso de nuestras vidas deja de reunirnos en su seno. A. nunca vivió aquí pero con M., su hermana, he compartido hogares, aventuras y desventuras, amores y desamores, compañías para celebrar y algunas otras para el olvido. Las suficientes horas de fiesta y baile. Comidas deliciosas y paseos inolvidables. Con ella y con P. que también ha formado parte de esa historia común. Ellos son mi familia en esta tierra continental. Y como si no, viven lejos. A ellas y a él les separan casi 800Kms. Yo vivo en medio.

Hace unos años cuando ya nuestra estable vida comenzaba a asentarnos a cada uno en lo que parece nuestro hogar definitivo comenzamos a reunirnos "a mitad de camino". Sin pretender convertirlo en una tradición, en la medida de nuestras posibilidades hemos ido organizando un encuentro conjunto anual, un finde rural, que ya dura un lustro y al que hemos ido incorporando paisajes, aventuras, vida y sobretodo hijos. A. nos ha hecho llegar hace unos días un álbum maravilloso que recoge el testimonio visual de esos encuentros. Un regalo precioso.

Cuando celebremos el siguiente encuentro, con un poco de suerte, si todo sigue según lo previsto,  nos acompañarán dos más. Y con ellas de la mano esperamos seguir celebrando, y retratando, la vida y los vínculos que permanecen por la solidez de las cosas en las que se fundamentaron: la sangre, la amistad, el amor, la valentía.

Y en ello pienso a estas horas. Mi amigo tenía razón. No dejéis de tomar fotografías, de atestiguar la vida vivida, de imprimirlas, y llevarlas con vosotros, de mostrarlas y compartirlas...