lunes, 15 de julio de 2013

DE LA ZONA DE CONFORT AL LUGAR SEGURO

Una de las herramientas de intervención terapéutica más potentes que han surgido en los últimos años para trabajar con el trauma, es el EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing). Se basa en el modelo del Procesamiento Adaptativo de la Información, que considera que todas las personas somos capaces, en las condiciones adecuadas, de gestionar situaciones traumáticas.

Según este modelo, los recuerdos se archivan en redes neuronales interconectadas entre si, pero en el caso de las experiencias traumáticas, la intensa reacción fisiológica de estrés y terror, bloquea el procesamiento de la información del suceso y la información queda fragmentada en el sistema nervioso.   

Esta técnica por la que cada vez siento más curiosidad, destapa de forma intensa y rápida recuerdos y experiencias, mensajes o programaciones antiguas que se han mantenido, por dolorosos, alejados de la consciencia durante mucho tiempo, pero que son importantes para la resolución de  situaciones del presente ya que sin acceder a ellos la persona se encuentra bloqueada o con imporantes resistencias al cambio y, por lo tanto, al crecimiento.

El procedimiento para la aplicación de la técnica, incluye una serie de pasos que se inician en los primeros momentos, entre otras cosas, con la construcción en la imaginación de "un lugar seguro". La visualización de éste busca que el paciente sepa que existe un espacio en el que podrá refugiarse en el caso de que los recuerdos dolorosos que se evocan, amenacen con desestructurarle. Este oasis emocional puede ser usado como un descanso temporal durante el procesamiento, como un elemento de apoyo para disminuir la perturbación y concluir la sesión, y como una manera de manejar el material perturbador que pudiera aflorar entre las distintas sesiones.

Pensaba hoy en la importancia de ese lugar seguro en nuestras vidas. En la necesidad que tenemos todos de que exista un espacio emocional, incluso a veces un espacio físico, donde podamos estar tranquilos por las sensaciones que evocamos en relación a nosotros mismos a partir de nuestras experiencias previas. Y pensaba en la relación entre ese lugar seguro, que nos calma, que nos alivia y protege; y con ello nos garantiza nuestra posibilidad de supervivencia emocional, y ese otro concepto del que se ha hablado mucho también en Internet, y que es la zona de confort.
  

La zona de confort es aquella zona en la que nos encontramos seguros, en la que controlamos lo que sucede, nada se nos escapa y  conocemos de principio a fin. Mientras hacemos cosas o estamos en sitios que nos resultan “familiares” nos sentimos cómodos, relajados. La zona de confort es todo aquello que nos rodea y a lo que nos hemos acostumbrado. Es el espacio de vida que conocemos y validamos. Aquello que no nos inquieta y que, más bien al contrario, nos calma.


A veces pasa que tras esas fronteras de la zona de confort, de ese lugar seguro hay todo un mundo de posibilidades de crecimiento no exploradas, por miedo, real o imaginado, que nos limita y no nos deja crecer. Y crecer es importante.

Hoy H. se ha ido de campamento dos semanas. Abandona sin convicción su zona de confort y lo he sentido con toda intensidad esta mañana al dejarla en el autobús. Lo hace de la mano de un grupo con el que ha estado compartiendo cada semana a lo largo del año académico. Un grupo que sé, porque me lo dice, que le gusta en las actividades que realiza; pero con el que también sé que le cuesta conectar socialmente. "A veces me siento sola" es su expresión sobre esos momentos. Y quince días es mucho tiempo para sentirse sola.

Tras media hora de espera, torturante para ella y para mí, se ha subido al autobús. Al hacerlo, una niña delante de ella se ha girado y le ha dicho "H. ¿te sientas conmigo?". Y con esta frase oída en la lejanía, casi leída en los labios yo he respirado algo más tranquila.  No está sola. Sólo tiene que aprender a acercarse. Y cómo le cuesta!

Confío en que estos días sea capaz de encontrar en alguno de los que le rodean ese lugar seguro que a veces es tan necesario para seguir avanzando. Y que cuando vuelva, su zona de confort sea más amplia y parte de sus miedos hayan desaparecido. 

Inshalá, por ella. Y también por mi. Que responsabilidad tan grande es la maternidad.


2 comentarios:

  1. Espero que le vaya muuuyyyy bien. Y que vuelva con experiencias nuevas que ayuden a ampliar ese área de confort. No conocía lo que cuentas y tomo noto de ello. Gracias

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    1. Ya hableremos de los aprendizajes mutuos. Cierto es que su ausencia también hace que yo avance y haga crecer mi zona de confort. Aprender que nuestros hijos van a estar bien, porque tienen habilidades para lograrlo y pueden hacerlo, más allá de la zona en la que les cuidamos, también es un logro importante para los que somos padres. Gracias por los buenos deseos. Siempre se agradecen

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