...En la salud y en la enfermedad: H. llevaba varios días sin
esa vitalidad desbordante que la caracterizaba. No me extrañaba, fue una locura el
ritmo de vida que asumimos ese trimestre. Normal era que nos pasara factura, no habíamos llegado a tiempo de poner en marcha las correcciones necesarias. El cuerpo, es muy sabio, y protesta nuestros excesos.
Localizados los motivos, sin que
ninguno pareciera especialmente grave, H. había estado algo malita y esa tarde
finalmente había vomitado. Era la segunda vez que lo hacía en cuatro años
que llevaba conmigo. Había tenido fiebre una decena de veces, como mucho. Su
respuesta positiva a los medicamentos, era inmediata. H. no sabía estar enferma. Por aquel entonces ella llevaba unos días
preocupada por su estado de salud, sabiendo que había algo que no estaba en su sitio. Ese día, tras vomitar, preguntó:
"¿Mamá, me voy a morir?" y yo, me desvivía por explicarle que no, que solo
era que había cometido algunos excesos el día anterior, y que la comida de ese día le habría
sentado mal, pero que eso, que podía pasarnos a todos, no era la antesala de la muerte...
Como por suerte yo tampoco me
enfermo nunca, ese día comprendí que ella no tenía un repertorio conductual y
emotivo que le ayudara a saber que eso era rutina, y que, a situaciones como esas, sobreviviríamos, probablemente, muchas veces más...Como así fue.
...En la pobreza y en la riqueza.
En la misma escena,
abrazada a mi y asustada, me decía: "Mamá ¿el médico cuesta dinero o es
gratis?". "Es gratis", le contesté. Y añadí: "..y aunque costara dinero, tenemos dinero. La salud es lo más importante, y siempre habrá dinero para eso" (hoy comienzo a dudarlo, como las cosas allá afuera sigan así).
Pensé entonces que a lo mejor había estado repitiendo mucho "No
podemos, porque no tenemos tanto dinero". "Trabajo mucho porque
necesitamos el dinero". "No sé si lo podrán traer los Reyes porque
cuesta mucho dinero"....
O, a lo mejor, era que con su pregunta simple de unos días antes "¿Mamá
pero... por qué no compra comida la gente de África para poder comer? y mi respuesta, "Por que no tienen dinero cariño" no fue suficiente, y a las pruebas (con la siguiente pregunta) me remito. "...Pues que trabajen!" contestó...Y yo repliqué: "no siempre es fácil tener trabajo..."
Y entonces, te detienes y tratas de hacer simple lo complejo (y no encuentras la forma de hacerlo)...
Pensé entonces y pienso ahora en las certezas interiores y exteriores que les dejamos a nuestros hijos en herencia, en los compromisos que asumimos (y de qué manera) con las personas que amamos.
No creo en el acto donde nos juramentamos en matrimonio con otro, aunque respeto a quienes deciden asumirlo como ritual. Creo en los compromisos que asumimos y que mantenemos presentes en cada momento de la cotidianidad de todos los días.
Hoy he recordado esta escena. La persona con la que más cerca he estado de ese juramento (en el terreno afectivo) me cuenta de su deseo de ser padre con su pareja.
Pienso en sus hijos y en la forma en que llegarán a él y pienso en mi hija y en la forma en que llegó a mi. En el compromiso que me une a ella. Y sí, hija, me comprometo a velar por ti, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza...todos los días de mi vida.
Porque la maternidad y/o paternidad es una decisión, para siempre.
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