domingo, 19 de mayo de 2013

ANA Y LAS CASAS

Ayer Ana celebró su cumpleaños. Bueno ayer fue el cumpleaños de dos de las Anas que forman parte de mi vida. Ambas tan significativas. 

Una, Ana C. compañera de mil batallas laborales y de mil experiencias vitales, a diario frente a mi mesa. La otra, Ana M., pronto hará catorce años que no la veo. Después de verla poco, pero intenso. Ella representó muchode lo mejor que tuvimos mientras vivimos en el lugar del mundo que nos encontró.


Ruimas Mayas de Copán
Ana M., llegó a mi vida cuando vivir era trabajar. Y llenó el trabajo, de vida. De buena vida y de sonrisas. A través de sus ojos, sus relatos y su compañía conocimos lo mejor su país que sigue siendo algo mío. Un país que llegó en el momento propicio, formando parte de una de esas grandes buenas decisiones que tomé en la vida.

A.M. es arquitecto y cuando la vida nos reunió, eramos parte del mismo equipo de trabajo. Equipo que se formó intentando apoyar, entre otras, a parte de las 285 mil personas que perdieron sus viviendas como consecuencia de uno de los más desoladores huracanes que ha azotado el Mar Caribe. Allí dejé aparcada  mi idea romántica de la cooperación y descubrí su complejidad y sus riesgos. Pero en eso no entraré, porque me duele y estamos de cumpleaños.

Ella me preguntaba hace unos días a propósito de un trabajo en el que está inmersa ¿Por qué crees, desde el punto de vista humano, no económico, que un damnificado insiste en volver a una vivienda a pesar del riesgo?. Con su pregunta, como casi siempre, pasa el interruptor y retrocedo catorce años de mi vida. Pensé en aquellos cerros y los de mi tierra que tantas veces son noticia por los deslizamientos, pensé en nuestra experiencia de trabajo, en los damnificados de los CHAT* que fueron construidos para tres meses y tres años después seguían allí. Pero esa, también es otra historia. 

Yo le contesté, pero he seguido dándole vueltas. 

Creo -le dije- que tiene que ver con que los lugares que habitamos no son sólo espacios físicos sino que son lugares emocionales. Al abandonarlos, es como si abandonaramos parte de nuestra historia y de lo que somos. No dejamos cuatro paredes, dejamos lo que hemos vivido en ellas. Eso, si miramos de puertas adentro. Después hay algo que tiene que ver con los lugares conocidos y con el miedo a lo desconocido. En tu barrio tu te mueves fluidamente en tus rutinas, en tus hábitos: sabes dónde están las tiendas, dónde para el autobús, dónde puedes conseguir algo o alguien que necesitas: qué vecina me cuida los niños, quién me puede regalar huevos, dónde puedo estacionar y cuáles son las rutas más seguras...En un territorio nuevo, la casa es más segura quizás, pero todo lo demás, es más frágil. Al menos, de entrada. Creo que minimizamos el riesgo real en el plano físico que una nueva riada o deslizamiento puede provocar, porque lo que perdemos emocionalmente, es mayor.

No sé si hay algo cierto en ésto que intuyo. Sin embargo su pregunta ha levantado el polvo de mis recuerdos y he estado recordando las casas que han cobijado mis días. Los hogares (que no es lo mismo) que en ellas he formado a base de relaciones, sentimientos, emoción. En la riqueza de lo vivido en los espacios físicos que fueron y cuanto de la persona que soy se forjó en cada uno de ellos.

Anoche, celebrando el cumpleaños de A.C. vimos un vídeo que su compañero le regaló. Un vídeo con deseos de feliz cumpleaños que le han llegado de distintas partes del mundo. Ha sido un momento muy emotivo pero es que A.C. -como yo-, ha vivido mucho y bien (y lo que nos queda!) y ha decidido hacerlo en muchos sitios y eso se celebra pero también se llora. Y lloras sí, de tristeza por los que no están al alcance de tu mano y tanto anhelas abrazar; pero también de alegría porque formar un hogar no es fácil, y ella (yo también) hemos tenido la enorme suerte, la inmensa fortuna, de haberlo podido (y sabido) disfrutar.

Y me despido de ambas de otra forma compartida en la que siempre os tengo presente

* Centros Habitacionales de Alojamiento Temporal


2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por tus palabras.Tu quieres que siga llorando, no?? Razón tienes cuando dices que formar hogares no es fácil, como tampoco es sencillo abandonarlos, aunque sea voluntariamente. Mantener esos pequeños fuegos que a uno le dieron cobijo encendidos, hoy es posible por ser relativas las distancias y porque siempre anhelamos volver a su calor. Si, somos muy afortunadas, sin duda. Un beso ! A.C.

    ResponderEliminar