Como parte de un entrenamiento que realizo para mejorar mis competencias profesionales, este fin de semana he recuperado las enseñanzas de Michael White sobre los medios narrativos con fines terapéuticos.
Michael White, trabajó en los servicios de psiquiatría para niños y
adolescentes de hospitales psiquiátricos públicos de Adelaide, en Australia. Durante toda su
vida, se mantuvo en la obligación de cuestionar los tratamientos que
patologizaban las vidas de las personas, y siempre buscó desarrollar
formas de trabajo colaborativas. Se mostraba fascinado por cómo influyen las narrativas vitales en las personas, y
por cómo dichas narrativas podían modificarse y resultar más
adaptativas. Entendía la terapia como un proceso de transformación del discurso.
Las
personas, decía, cuentan su historia personal desde un determinado punto de
vista, olvidan que la interpretación que le dan a esa historia
marca las emociones, los pensamientos, los sentimientos, etc. que
esa historia les produce a ellos y a los demás.
Una de las técnicas que utiliza este modelo, es la del envío de cartas a los pacientes/clientes. Creen que al escribirlas, siempre ofrecen posibilidades que complementan a la palabra hablada y permiten en la narrativa, construir nuevas historias complementarias a la historia dominante que es la que habitualmente ésta cargada del problema.
Pensando en todo esto me encontró la semana y, con los hechos que le siguieron, puestos a elegir, elegí escribir una carta.
Un lunes cualquiera, tras una comida plácida, volvemos al cole. H. decide bajar las escaleras de espaldas. Sí, le parece mejor, es más divertido. Ya sabemos, si no hay riesgo, no hay diversión. Tras llamarle la atención un par de veces, tras girarla para evitar el riesgo de caida y tras recibir su molestia e incluso furia por mi impertinencia de corregirla, di la batalla por perdida. En ese punto el desgaste era mayor que el riesgo, faltaban cinco escalones en el peor de los aterrizajes.
Le hablé de mi enfado y H. decidió utilizar toda su artillería: "Hay que ver como te pones", "Si lo estoy haciendo con cuidado"...y un largo etc. que sólo provocaba que mi enfado creciera. Por ello decidí penalizarla quitándole algo agradable que le había entregado minutos antes. Ella respondió, como lo hace muchas veces, huyendo hacia adelante: ...me quedó retrasada, ....camino despacio, ....pongo morritos...yo, una vez declarada la guerra, decidí respirar profundo pues brillaba el sol y había una temperatura maravillosa
Avanzamos treinta pasos, una breve tregua, huele a hierba recién cortada, uno de los aromas que más me relajan, se lo cuento y me habla con normalidad. Pensé que la batalla había acabado, pero me equivoqué.
Cuando llegamos al cole volvemos a la escalada. "H. bájate de ese árbol que se puede partir la rama"...Se baja a la tercera llamada de atención, pero enfadada. La llamo para hablar con ella y me mira durante un segundo y se va "porque yo no le hablo". Cuando debe entrar al colegio se va sin despedirse. Está molesta conmigo y debe ser mucho porque es la primera vez que lo hace.
Mi furia se hace mayor.
La dejo allí y me voy a trabajar, no puedo dejar de preguntarme cómo, de la nada, habíamos generado "una batalla campal" en menos de quince minutos.
Hora y media después me encuentro con ella y le doy un beso preparada para continuar la guerra. Me saluda con un beso y tras hablar de otras cosas me pregunta ¿sigues enfadada?. No, le digo, sólo me sigue preocupando que nos pasen estas cosas, pero podemos hablarlo después con más tranquilidad. La dejo en Baloncesto y pienso que quizás es buena idea escribirle una carta contandole lo que he ido sintiendo, por qué y lo que me gustaría que hubiera sucedido en cada momento, asumiendo yo la responsabilidad...
"Me hubiera gustado que bajaras las escaleras de frente, cuando no lo haces, tengo miedo de que te hagas daño...
Me hubiera gustado que al darte cuenta de que habías cometido un error, pudieras reconocerlo como yo reconozco cuando los hago...
Me gusta que te subas a los árboles y sabes que siempre te dejo, pero te olvidas que estas creciendo y que tu peso es mayor y esa rama no parecía poder resistirlo. Temo que tu y el árbol se hagan daño, tus brazos y sus ramas rotos, causan mucho dolor...
Me hubiera gustado que me dieras tiempo para hablarte porque no siempre sé encontrar las palabras para que me entiendas, mejor y más rápido
Y, sobretodo, me gusta despedirme de ti con un beso, porque eso me hace sentir que más allá de los malentendidos o las dificultades, siempre logramos encontrarnos y nuestro amor es más fuerte que ellos..."
Estas eran algunas de las ideas de esa carta que escribí mientras ella se duchaba. Al terminar, se la dí diciendole "te he escrito una carta" y me fui a preparar la cena. Cuando nos sentamos a cenar me dijo con una sonrisa: ya la he leído. Sonreí también. "¡Que es en serio que la he leído! y me la recitó. "Ahora entiendo qué te pasaba y como te preocupas porque yo este bien" Le pregunté si creía que podíamos hacer las cosas mejor la siguiente vez. Sí, me contestó. La próxima vez no bajaré las escaleras de espaldas, tu no te enfadarás, ...podremos caminar juntas al cole, ...volverás a oler la hierba...
Tras la tormenta, la calma. Tras la teoría, la práctica. El efecto terapéutico que tuvo sobre la situación me sorprende. El efecto terapéutico y de aprendizaje personal al escribirla, sobretodo por el esfuerzo de hacerlo en términos positivos y de aprendizaje para el futuro, me resultó muy sanador por las malas sensaciones con las que me quedé en la tarde. Me sorprendió la rapidez con la que se quedaron en su memoria las cosas que señalé en la carta.
Igual tienen razón los terapeutas que defienden los modelos narrativos, cada historia, tiene dentro muchas historias y, sobre todo muchas formas de ser contada y de otorgarle significado a la experiencia.
Somos, según nos contamos...
Hola.
ResponderEliminarAcostumbro a leer tu blog y me gusta mucho. Esta entrada me ha llegado especialmente y de forma directa al corazón.
Además agradezco mucho el enlace que ha puesto de Chimmanda Adichie. No la conocía y ha sido un descubrimiento para mí. Si no te importa compartiré el enlace.
Muchas Gracias.
Yolanda.
Claro Yolanda, los enlaces son públicos, tanto mi blog como la historia de Chimmanda Adichie que tanto nos ofrece para aprender. Puedes compartirlo con todo aquel que desees y muchas gracias por tu comentario. Si las reflexiones en voz alta nos ayudan a los que las hacemos y además, gustan y son útiles para otros, entonces, escribir y narrarnos, vale la pena. Muchas gracias!
EliminarAcabo de descubrir tu blog y me ha sorprendido muy gratamente la forma como te expresas, la emocionalidad de tus palabras, tiernas y sabias al mismo tiempo. Desde hoy te añado a mi lista de blogs para seguirte!!! Un abrazo
ResponderEliminarMuchas Gracias Conchi, hace unos días he añadido el tuyo a mi lista de blogs también. Han bastado pocas entradas él para darme cuenta de tu sabiduría, y de la sencillez (y dedicacion) con la que la tramites. Que sigamos encontrándonos y creciendo juntas!
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