miércoles, 5 de junio de 2013

ABANDONO


El lunes amanecí leyendo esta interesante reflexión. Pensando en cómo este compañero de viaje había encontrado una metáfora perfecta. Una metáfora que describe las dificultades con las que se encuentran muchos de nuestros hijos, cuando la escuela no sabe dar respuesta a sus necesidades específicas. Pensé en lo útil que me sería la imagen para explicar ciertas cosas en el centro educativo de mi hija. El lunes, entonces, amaneció de cuentos y con sonrisas.


Pero el martes, amaneció de pesadillas. Cuando escribí mi anterior entrada yo argumentaba que lo que representa la palabra VINCULO constituye uno de los mejores predictores de la sana evolución del proceso adoptivo vivido por una familia. Al mismo tiempo, pero ya sin escribirlo, pensé:... y la otra palabra esencial es DUELO. Como era un post sobre la magia y las cosas buenas, decidí omitir esta última parte de mis pensamientos.

Pero el horror es a veces más fuerte que el amor. El horror de la crueldad lo tengo dando vueltas en mi interior, pensando en esa madre que sufre, viendo a su hija sufrir. 

Crueldad, sí. Y ganas de llorar, también. ¿No tienen ya suficiente en su mochila?. Sí, sin duda, pero me temo que nuestros hijos tendrán que lidiar con eso y con mucho más, y muchas veces, a lo largo de su vida. Yo no sé si en el mundo hay muchas o pocas personas crueles, pero no creo que nuestros hijos se libren de encontrar alguna por el camino. Alguna que les dirá estas cosas o quizás otras peores. Alguna que, en el mejor de los casos, intentará agredirles verbalmente pero que, según la ocasión, legitimado como se siente para ello, puede llegar a más. 

Me gustaría decir que son escasas esas personas, la verdad es que no me lo creo. Aún así, para hacer daño sólo basta que te topes con una de ellas. Basta una bala en el lugar preciso para matar a alguien.

También me gustaría decir que no vale la pena hacerles caso, pero me parece imposible, por eso mi único camino es hacia adelante, mirando de frente, hablando de lo sucedido, razonando, intuyendo, opinando, cuestionando y, por su puesto, llorando, peleando, reprochando, validando,... En general, fortaleciendo a nuestros hijos para que, desde su interior, puedan generar las respuestas ante esos señalamientos del otro, buscando las palabras que pongan freno al daño. No daña quien quiere, sino quien puede.

En la mayoría de los casos eso tiene que ver con la elaboración del duelo, con sanar en lo posible la herida de esa pérdida esencial del cuidador primario, cualesquiera sean las razones de tal pérdida. Creo que como padres y madres además de abrazar y consolar, tenemos que ayudar a nuestros hijos a procesar, desde lo cognitivo y lo emocional, cada una de esas expresiones dañinas hasta que dejen de doler…porque sólo cuando dejen de doler esas palabras, habrán perdido su poder y dejarán de ser dichas.

Y eso, ¿cómo se hace?, supongo que cada historia es única y ha de ser trabajada con nuestros hijos de forma diferente y no hay recetas sino pistas, intuiciones, intentos... Si trabajamos esas posibilidades, desde el análisis de las fases del duelo, a mi se me ocurre:

Primero, facilitar en el niño su relación con esa ausencia, hablar abiertamente de abandono o de la muerte y de las posibles circunstancias que generaron ese hecho, trasladando la responsabilidad de los hechos a los adultos y eximiendoles a ellos de toda responsabilidad. Insistir en cómo determinadas circunstancias personales, sociales, familiares; elegidas o forzadas, construyen la realidad de una madre, unos padres, que no pueden cuidar a sus hijos. Y claro, según la edad, creo que lo simbólico nos ayuda mucho en la construcción de esas narrativas: cuentos que traten el tema, dibujos, obras de teatro, películas que nos inviten y nos hagan hablar él.  Tendremos que ayudarles a expresar el dolor de la injusticia, la rabia, el desconcierto, que producen el abandono y la pérdida, primero vista en otros y luego en ellos mismos.


Segundo, tendremos que aceptar que se produzca una idealización de esas figuras ausentes, permitir la posibilidad que se justifique la ausencia, la fantasía de lo que pudiera haber sido y, a veces, incluso, el cuestionamiento de nuestro papel en esa historia. A partir de allí, trabajar progresivamente en acercarnos a la realidad conocida y la responsabilidad de las decisiones de otros que posibilitaron su llegada a nuestras vidas. Validas serán también entonces, las inquietudes en relación a la situación actual de esa familia imaginada. En este apartado, es especialmente útil que los padres adoptivos tengamos elaborada (y reconciliada) nuestra relación con la familia biológica de nuestros hijos.

Tercero, llegará el momento en el que nuestros hijos cuestionaran las decisiones y las circunstancias que los llevaron a nuestras vidas. Aceptarán el dolor de la pérdida y las ausencias abiertamente. Expresarán sin miedo, su rabia y su dolor. Y protestarán. Y finalmente aceptarán estas circunstancias, con sus ganancias y sus perdidas. Validar esas emociones y canalizarlas de formar presente y constructiva es el mayor reto de esta etapa.

Finalmente, llegará el momento de asumir y asumirse, para después construirse, mejor re-construirse integrando en su identidad su realidad bi-familiar, llena de presencias y ausencias, de afectos y desafectos, de sueños y de tragedias, de suertes y desgracias.


La fotografía pertenece a Daniel López, no dejéis de visitar su web
Y creo que es una tarea compleja, un camino largo, que se vive en paralelo entre nuestros hijos y nosotros, una tarea en la que sólo les podemos brindar la certeza de amarles y acompañarles incondicionalmente. Y una tarea en la que, también como adultos, tenemos un duelo que elaborar frente la compleja realidad emocional que hemos elegido, con consciencia o no, al decidir ser madres y padres por la vía de la adopción. Más, cuando esa opción es pública, como sucede siempre en las adopciones interraciales.

Y no es poco el camino que nos queda, sin embargo toda larga caminata se alimenta de pasos pequeños y sostenidos.


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