Como cada año, desde hace muchos, yo he comenzado hace un par de días mi segundo transito, ese proceso lento y sutil que me lleva de un lado a otro de mi vida....
Mañana, saldremos de este hogar para llegar al nuestro. Aunque éste, de alguna forma, también lo es. Aquí también nos sentimos en casa, aunque nunca hemos vivido en ella. Esta casa nos conoce como ave de paso, pero aquí tenemos a nuestra familia. Quizás por eso, ésta, es también mi casa. Creo que puedo tener esa idea porque yo no me fui de este hogar sino de otro. Esta no es la casa de mi niñez, ni de mi adolescencia, es otra. Esta no es la casa de mis padres (aunque lo es) es sólo, nuestra casa en este lado del mundo. Un hogar en préstamo afectivo en el que hemos tenido que echar raíces, mis padres reincidiendo, mi hermano y yo, esforzándonos por hacerlo, aunque hoy nos parezca tan natural la vida en ella.
Mañana, nuestro paisaje se transformará radicalmente. Eso a veces me duele hasta físicamente. Dejaré de ver el mar que ha formado siempre parte de mi añoranza y dejaré de ver montañas entre las que me siento cobijada. Mi mundo se volverá de secano y mi vista se perderá en el horizonte. Buscaremos la hermosura también en ello, porque es un ejercicio de salud emocional amar los lugares en los que permanecemos.
Mañana, cambiarán los colores de mi paisaje, desde estos verdes y azules en todos los matices, a los amarillos y ocres de las tierras de Castilla. Dejaré el pueblo con encanto, para volver a la ciudad que también lo tiene. Y se agradece.
Mañana, descansaran mi oídos de los gritos y la algarabía que llenan las horas de esta casa, y los cambiaré por el silencio y la conversación a pares con la bella etíope. Y aún anhelando el silencio, añoraré sus voces y, sirva de inciso, también la tuya.
En unas horas pasaremos de ser diez, a ser dos, y en esa división familiar, ganaremos y perderemos. Nunca llueve a gusto de todos, ni siquiera de nosotros mismos.
Dejaré los senderos y paseare por las calles repletas de coches y de rostros. Dejare el mar infinito por el río, a falta de aquel, bienvenido sea....y todo ésto, incluso antes de pensar que dejaré los 20ºC para enfrentarme a los 10ºC. Y lo que nos queda. Aunque los días crecen y su luz vale casi tanto como cualquier verano.
Dejaré todo este modelo de crianza que tan poco se parece a la mía. Preguntándome por enésima vez en la vida donde residen las razones de tanta diferencia, cuál es mi papel en esa crianza ajena y cual será el destino de la misma. Y cada vez, las mismas rabias, las mismas dudas, la misma impotencia y al mismo tiempo, la misma inevitable ternura.
Desde hace días estoy en ello, con la cabeza puesta ya en la despedida y el destino. Mañana se irá mi cuerpo. Y el corazón que viaja en las nubes de este mar, llegará unos días más tarde. Siempre llega. Debe seguir, es lo que toca. Confiando en el siguiente transito. Esos que tanto nos transponen pero, cierto es, tanta adicción nos generan.
Hasta pronto. Nunca es tarde si la dicha es buena
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