...es el título de una novela de Arundhati Roy que leí hace años. Me gustó pero sin trascender. El título, sin embargo, se me ha quedado grabado dentro y lo recupero a menudo, sobretodo cuando pienso en las cosas importantes que son, al mismo tiempo, pequeñas cosas.
Hace unos minutos, el sol del atardecer calentaba mi espalda y la sensación era gloriosa. El sol sale cada día, brilla y nos da luz. Con un poquito de esfuerzo, incluso nos calienta, y en eso, nadie repara. Salvo cuando ese orden natural se rompe. Y entonces, ya nos lamentamos, ya añoramos tiempos pasados.
El Sr. José Saramago es uno de mis escritores favoritos, sus libros me gustan todos, pero algunos me gustan más. Incluso en el desasosiego que me provocan. "Las intermitencias de la muerte", es un libro inquietante y muy interesante. Todos lamentamos la muerte pero si un día ese orden natural, que nos lleva a todos a su encuentro se pervirtiera, el caos se apoderaría del mundo, como bien nos reflejó el magistral narrador de historias.
Pero estamos vivos y que poco pensamos en la vida que tenemos.
La noche de fin de año uno de mis primos de la cuarta generación que yo conozco, decidió que había que grabarle un mensaje a los más pequeños. Un mensaje para el futuro, para que ellos cuidaran y valoraran esa unión familiar que a nosotros, que la estamos saboreando ahora, nos hace tan felices. En plan improvisado, cutre y casero fuimos desfilando todos y él grabando con un móvil nuestras palabras.
Al día siguiente mi papá me contó que le había gustado la idea y que él también les había regalado unas palabras (él que es tan poco dado a nuestros inventos).
Le dije:
- Sí, será bonito verlo en diez años!.
Y me contestó:
-Tengo 79 años, a los 89 ya no podré verlo "mija", yo allí, no llego. Yo no aguanto a tanto.
Insistí en qué por supuesto que sí, pues la familia tiende a ser longeva y él en principio, está bien. Creo que se lo creyó sólo a medias, como yo, que me he quedado pensando en las probabilidades que habría. Me he quedado pensando en su ausencia o en la ausencia -por muerte- de cualquiera de los que allí estabamos, como cada año; por Navidad. En cómo lograremos recomponernos de esa pérdida, en estas fechas familiares.
También me he quedado pensando en lo que pensarán quienes reciban esas palabras dichas en medio de copas de vino y sonrisas. Ya no me acuerdo si fue antes o después de las uvas. En la exaltación propia de esos momentos y en las risas que hacerlo nos generó.
Hay infinidad de cosas pequeñas que forman parte de nuestra felicidad cotidiana sin que apenas reparemos en ellas. Sin que le dediquemos ni un segundo. Hasta que algo falta, y la paz, que no sabíamos que teníamos, y por lo tanto no cuidabamos, se nos rompe.
Percibo muchas de mis pequeñas fortunas cotidianas. Disfrutar aunque sea a ratitos de mis padres sigue siendo una de ellas. Dure lo que dure. Y disfrutar del tibio sol del atardecer también.
P.D. A papá le encanta esta canción, y a mi me encanta esta versión...
Este blog es un regalo. Yo quería tenerlo y alguien que me quiere me lo regaló. Yo quería que mi casa tuviera ventanas y puertas y él me regaló una casa entera. El lo llenó de sol y yo de otoño. Todo tiene su momento. Este es el mío. No tiene un tema, solo tiene un fin aunque todavía no sé cuál es. Está aquí, es mi regalo. Cuidaré de él.
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