A todos nos gusta ganar. Sin embargo aprender a perder es una cosa imprescindible en la educación emocional de cualquier ser humano.
Hace seis meses H. empezó a jugar al baloncesto. Tras un primer intento de vincularla al deporte a través del atletismo aprovechando sus evidentes capacidades, las más obvias fantasías y los más tangibles recuerdos de Addis Abeba, descartamos esa opción por algunas dificultades prácticas y también por su individualismo. H. necesitaba un equipo para competir desde el esfuerzo conjunto, y no competir desde lo individual frente a otros.
Seis meses después, sólo puedo afirmar que hemos sido muy sabias.
Ya he hablado en otras ocasiones de las cosas buenas que esta decisión ha propiciado pero ahora quería hablar de otro de los muchas aprendizajes que H. ha tenido que hacer en este camino y sobre el que yo, su madre, he tenido que ir trabajando y también aprendiendo.
Hace cinco meses que empezaron a jugar partidos, uno por semana, salvo alguna excepción. Los hemos perdido todos menos uno. Todo hay que decir que hemos ganado el más importante. Ganamos el que jugamos el día de su cumpleaños, así que celebramos el doble cuando todavía sentíamos que ésto de ganar o perder podía ser una cuestión de alternancia...
Sin embargo la experiencia de cada sábado, nos está curtiendo en la derrota. Y a mi, madre observadora y cómplice con otros padres y madres, que a diferencia mía, son casi todos hijos e hijas del baloncesto; me está haciendo aprender mucho. Hemos tenido partidos de todo tipo, los perdidos por paliza, los perdidos por dejadez, los perdidos de forma ajustada, los perdidos tras ir ganando, los perdidos porque ni nos enteramos de los errores, los perdidos porque nos faltó definición, los perdidos porque madrugamos mucho, y pare usted de contar...siempre son varias las razones...En cada derrota muchas cosas que aprender y en ello trabajamos cada una/uno con su hija...
Pero quizás lo más importante es que tejiéndose sobre cada derrota, yo observo que el mejor aprendizaje es: jugamos porque nos gusta, si ganamos, mejor, pero no es lo que pereguimos, al menos a estas alturas, que todo se andará. Llegará un momento en que será preciso competir, dejarte la piel en la victoria y llorar de rabia en las derrotas pero aún tienen ocho años y creo que son otras las cosas de las que han de alimentarse.
Yo las veo sonreír cada vez que llegan a la cancha tras cinco meses de partidos perdidos, las veo jugar con inocencia y celebrar al equipo y casi siempre a los rivales. Me sorprende que H. tan dolida en la derrota y tan competitiva siempre, tras estos cinco meses vuelva de cada partido hablando con relativa objetividad de los errores cometidos, observando en detalle las cosas que provocaron el resultado adverso, señalando alternativas a lo hecho para haber cambiado el resultado del partido, manteniéndose atenta a esos errores la vez siguiente, valorando esa nueva oportunidad que le brinda cada sábado. Me parece que esa actitud inteligente, ante el mal sabor de una derrota, la hace más fuerte y es un aprendizaje que, al formar parte de una actitud, se amplía y extiende a otros contextos, en los que necesitará la misma o mayor templanza.
Hoy he visto perder a unos de mis chicos del tenis español. Lo he visto emocionarse al hablar y sin embargo mantener la frente en alto, sonreír, saludar desde un agradecido "nos vemos aquí, otra vez, el año que viene". La vida siempre nos da nuevas oportunidades para poder demostrar lo que hemos aprendido a partir de la experiencia. Más nos vale haberlo hecho.
Este blog es un regalo. Yo quería tenerlo y alguien que me quiere me lo regaló. Yo quería que mi casa tuviera ventanas y puertas y él me regaló una casa entera. El lo llenó de sol y yo de otoño. Todo tiene su momento. Este es el mío. No tiene un tema, solo tiene un fin aunque todavía no sé cuál es. Está aquí, es mi regalo. Cuidaré de él.
Preciosa lección. Nosotros lo aprendemos, viernes tras viernes, en los partidos de futbol que el equipo de B. casi siempre pierde.
ResponderEliminarDe perder a ganar la vida se lleva mejor. De ganar a perder, seguro que duele más. ¿Consuelo de tontos?...prefiero pensar que de sabios.
EliminarMi hija L. también juega a basquet y también estamos ahí, aprendiendo a jugar en equipo.
ResponderEliminarYo reconozco haber llegado de nuevas a este deporte pero desde luego la experiencia está resultando muy gratificante y me hace pensar en muchas cosas y a mi me gusta pensar y veo que a H. le sirve física y emocionalmente y eso es lo más importante!
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