martes, 6 de noviembre de 2012

PEDIR

En mis mundos, este es el verbo que escucho con mayor frecuencia. Cada día más, con más matices. 

Hace unos días mi amiga de Marte nos contaba en este post  sus particulares malabares. Su objetivo, lograr que sus hijos estuvieran atendidos y cuidados, uno de esos días festivos en los que a ella le toca trabajar y sus ellos no tienen cole. Solo leer el post ya cansaba mentalmente ese encaje de bolillos, pero, además, en los comentarios ella hablaba y decía " una de las grandes enseñanzas de la monoparentalidad es que aprendes a pedir ayuda". Yo añado: te conviertes en un maestro de las posibilidades y aprendes que estás mucho más acompañado de lo que a veces crees. Que sin tener consciencia de ello, formas parte de una tribu que hace las veces de familia (y encantados están!!!) ... Claro!, siempre que tu te animes a pedirlo.

A mi pedir siempre me ha costado mucho. Crecí en un entorno en el que no era fácil pedir ayuda (por soledad que no por hostilidad) y aprendí a necesitar sólo aquello que yo misma podía proveerme. Eso no suena bien, pero lo cierto es que eso me hizo una mujer autónoma, independiente y valiente, digo, por ver el lado bueno. Quizás se me ha ido la mano muchas veces: si quieres que alguien te regale flores, quizás tengas que esperar un poco antes de salir a buscarlas tu. En la misma línea y por la misma época, el hombre más especial de cuantos me han rodeado, me decía, tu no has tenido hijos antes porque no has podido fertilizarte a tí misma...y razón tenía!!! comentario que ha dado para muchas risas y otras tantas lágrimas.

Pues bien, a mi también mi hija me ha enseñado a pedir, mucho más de lo que hubiera deseado (y soy consciente de que es aún poco), pero ese acto me está suponiendo un proceso de aprendizaje bonito como ser humano. Te vuelves mucho más sensible al valor de los demás y se lo reflejas, y te haces mucho más humilde frente a tus fortalezas, y por tanto, te vuelves mucho más humano. 

Hace unos meses comencé a participar someramente del Banco del Tiempo de mi ciudad. Antes de hacerlo coincidí en un foro de reflexión con uno de sus promotores y él me decía: el que dinamiza la sociedad es el que pide, no el que da. Pidamos pues!

Reconforta encontrarte la bondad de alguien dispuesto a dar y a compartir. Reconforta sentir que el bien que te hace le otorga valía a su gesto y a él como persona. Sólo tu pidiéndole posibilitas su valor. Si no lo demandas, nunca podrá expresarlo.

Trabajo en un servicio de atención a personas en situación de vulnerabilidad. Como podéis imaginar en los últimos cuatro años han crecido exponencialmente las demandas de ayudas para la cobertura de necesidades cada vez más básicas. A menudo, una de las cosas que tenemos que trabajar con las personas que atendemos es la dignidad que implica el que pidan. Definitivamente pedir está mal visto. Los que pueden evitarlo, lo evitan y quienes no pueden hacerlo porque la necesidad obliga, se sienten indignos, merecedores sólo de la mirada lastimosa del otro y eso es totalmente falso. No hay de qué avergonzarse. Pedir si necesitas es sano.

Hay que ser valiente para pedir y reconocer que el otro te hace falta.

Y eso creo, que nos hacemos falta. Y cada vez más.

Pues por pedir, que no quede 

 

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