Hace unas semanas retomé, tras varios (muchos) años, mi formación como terapeuta. Lo hago de la mano de M. y M. Igual que hace veinte años renovada de ilusiones, con un gran rodaje a las espaldas, y con la humildad de quien siempre ha sentido que sabe infinitamente menos de lo que debería.
Nuevamente me encuentro con M. Me deslumbra de la misma manera que lo hizo entonces y, probablemente, lo hace por las mismas razones, que con en el tiempo, se han magnificado.
El trabajo de ambos me gusta porque lo hacen desde el concepto de FAMILIA como concepto real pero, sobretodo, emocional. En estos veinte años, he crecido exponencialmente en lo familiar, he tenido más cerca a la familia extensa y hemos hecho sólido nuestro vínculo desde la experiencia interpersonal y no sólo desde la biología. También he crecido por tener más lejos a la familia nuclear, por no tener-nos siempre que quisimos, y, sobretodo porque desde la maternidad me he posicionado en un lugar distinto en la experiencia de la construcción de vínculos. Yo en estos años sólo he multiplicado la convicción de que la familia, esa en sentido amplio y desde distintos modelos, es el germen y el guardián de lo que eres y no puedes comprenderte si no es en relación a tu historia familiar.
Me gustan por que trabajan desde un profundo respeto por lo que los clientes nos cuentan, por el DOLOR que traen a terapia. Sin ser personas suaves, más bien lo contrario, toman entre algodones las historias de daño, tristeza y angustia que se traen a terapia. Luego los diseccionan agudamente, infinitamente, tanto, que los transforman en su opuesto. Diseccionan para fundirse en la comprensión emocional del otro. Y, una vez allí, siguiendo la voz del cliente que les guía, van encontrando el camino de regreso a estos espacios de luz donde a veces, sólo a veces, parece más confortable vivir.
Y, finalmente, me gustan por ese esfuerzo deliberado que nos invitan a hacer a los terapeutas: ayudar a las personas a encontrar LAS SOLUCIONES que ya tienen en ellos cuando se encuentran con nosotros. Buscan y buscan hasta encontrar esa senda de regreso de la que el cliente va dándonos datos. Sigues su voz, que escucha tus indicaciones, tu no ves, pero sí sabes, ellos ven pero no conocen el camino. Sólo te siguen y juntos encontráis el camino de regreso.
Es imposible conseguirlo si no partes de la convicción de que ese camino existe y que son ellos los que te guían hacia ella. Los clientes sólo dan buenas respuestas a nuestras preguntas, somos nosotros los que tenemos que transformarlas en respuestas útiles. No tenemos que descubrir nada, sólo de reconocerlo.
Este blog es un regalo. Yo quería tenerlo y alguien que me quiere me lo regaló. Yo quería que mi casa tuviera ventanas y puertas y él me regaló una casa entera. El lo llenó de sol y yo de otoño. Todo tiene su momento. Este es el mío. No tiene un tema, solo tiene un fin aunque todavía no sé cuál es. Está aquí, es mi regalo. Cuidaré de él.
domingo, 11 de noviembre de 2012
CENTRADOS EN SOLUCIONES
Publicado por
Montse Hernández P.
en
22:51
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Yo me he alejado de muchos terapeutas porque pretendían imponerme sus caminos en vez de acompañarme en los míos (los nuestros). Me parece muy acertada esta frase de ayudar a la gente a encontrar las soluciones que están dentro de ellos. Me parece fundamental (y la única manera de ayudar).
ResponderEliminar...y la más respetuosa.
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