Los padres de J. y yo nos conocimos hace muchos años. En ese entonces, estábamos tratando de aprender otro idioma. Uno, que alimentara nuestros sueños y ocupara nuestro tiempo. Desde el principio fuimos muy afines, y la vida nos ha dado. Somos aquí, la familia que no tenemos cerca.
Al tiempo de conocernos, me preguntaron si sabía cómo se iniciaban los trámites para ser padres por adopción. Por distintos motivos, la vida llamaba ya a la procreación y visto el margen de maniobra que teníamos, estábamos decididos a seguir adelante por una de las vías posibles. Yo, para entonces, ya había estado pensándolo e investigando lo suficiente como para contarles por dónde empezar.
Ellos iniciaron el camino con más urgencias, y esperaban a su hija mucho antes que yo a la mía. Quiso el azar que mi hija, llegada de África, fuera más puntual en el cumplimiento de las previsiones y, por lo tanto, que pudiéramos disfrutarla antes.
Cuando J, su hija; llegó a nuestras vidas H. ya llevaba algún tiempo disfrutando de los privilegios de ser "la única". Cuando llegó J. todos la celebramos pero, en paralelo, H. descubrió por primera vez los celos.
La quería pero no quería compartir a ninguno de sus afectos con ella. Yo por entonces ostentaba ya el rol de madrina o co-madre de J. así que, a sus ojos, parecía mucho más riesgoso el asunto del compartir. H. sentía que si alguien le prestaba atención a J., era porque ya no la quería a ella. Y, en general, tuvo que aprender a vivir con el peso de no ser la única luz de todo nuestro cielo
A lo largo de estos cuatro años de mucho compartir, mucho celebrar, y mucho amar. H. y yo hemos trabajado muchas, que digo muchas, infinitas veces, lo que siente. Es algo que le sucede con cierta frecuencia y que no sólo le pasa con J. En general, piensa, que al compartir, pierde. Yo, trato de ayudarla a sentir, que más bien se gana.
A lo largo del tiempo la he visto ir educándose. Sí, ella, a sí misma, porque es muy sabia. Y la he visto construir afecto y complicidad con ella misma y sus emociones. También con lo que siente hacia J. He visto transformarse su mirada, su interacción, sus sentimientos.
Hace un par de noches J. se quedó por primera vez a dormir con nosotras por motivos puramente lúdicos. Esta vez no había complicaciones, sólo se debía al placer de celebrar estar juntas. Fue una noche deliciosa, llena de dulzura y complicidad. El día siguiente, con sus rutinas y premios, fue aún mejor. Para terminar nuestra tarde de domingo, nos fuimos al teatro las cuatro: madres e hijas.
Al volver a casa, donde ahora se notaba la ausencia de J. Mi hija no sabía qué hacer, estaba desnuda emocionalmente. Pasados unos minutos, me dijo. "Mamá extraño a J....no sé por qué pero tengo el corazón llorando como cuando se fueron mis abuelos". Y yo sonreí pensando en la gran conquista que esta sentida expresión supone en el aprendizaje emocional de mi hija.
Luego añadió.
"Mamá, cuando tu te vas me llora el corazón y también me lloran los ojos".
Y entonces, "lloré" otra vez. Esta vez de alegría.
Este blog es un regalo. Yo quería tenerlo y alguien que me quiere me lo regaló. Yo quería que mi casa tuviera ventanas y puertas y él me regaló una casa entera. El lo llenó de sol y yo de otoño. Todo tiene su momento. Este es el mío. No tiene un tema, solo tiene un fin aunque todavía no sé cuál es. Está aquí, es mi regalo. Cuidaré de él.
lunes, 22 de octubre de 2012
MÁS LÁGRIMAS...
Publicado por
Montse Hernández P.
en
22:14
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Cuando llegó mi hijo pequeño, descubrí que el mayor, a diferencia de lo que les sucede a la mayoría de los niños, no temía tener que compartir(me), ser relegado... temía ser sustituido. Pasar a ser innecesario en casa, en la familia, y por tanto poder ser abandonado otra vez.
ResponderEliminarEstos días descubro en el pequeño emociones parecidas... Tengo la sensación de que sienten que, si no son los únicos, su vida está en riesgo.
Y lo trabajamos, claro que sí... pero, ¡qué difícil, luchar contra estos miedos que han quedado impresos en su ADN emocional!
Ciertamente, y creo que una de las cosas que hace complejo el trabajarlo es la dificultad que podemos tener los adultos -que no fuimos abandonados- para entender lo que eso supone cuando se produce en tus primeros años de vida. En esos años, en los que se está construyendo la estructura que soportará el resto de tus aprendizajes vitales. En esos casos, en los que incluso podemos estar hablando de nuestras posibilidades de sobrevivir. Por eso me emociona tanto verla crecer en ese sentido porque, que sea capaz de anhelar la presencia de quien en muchas ocasiones representó su temor, creo que es ganar en seguridad. Inshallah
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