El amor, a menudo, cuando lo “mal entendemos” nos esclaviza. Cuando el vínculo entre dos personas no es
correspondido en intensidad -que no en cualidad- tiende a generar relaciones de
dependencia y esclavitud donde; uno se siente en deuda porque nunca está a la
altura del que está en frente y; el otro, se sabe poseedor de la voluntad del que
le mira al otro lado buscando complacerle.
Los hijos, al igual que muchos adultos, a veces esclavizan. Es tal nuestra necesidad de
saberlos felices, satisfechos, bien –para con nosotros, que sin ellos no
sabríamos vivir-; que con frecuencia nos volcamos en dar todo, aceptarlo todo, validarlo
todo,… A veces nos olvidamos que todo amor acompasado y maduro también pide,
demanda y exige al ritmo que da…Por eso el amor es un sentimiento que necesita cierta
correspondencia en respeto y compromiso, no para amarte en igual medida ni
mucho menos, sino para entender el valor de tu amor y cuidarlo a sabiendas del
regalo que es su ofrecimiento.
Dicen que no hay esclavo que no sueñe con
escapar y al final resulta que si no nos cuidamos le pasamos facturas a la vida.
Pero la vida sólo se vive una vez y no tiene efecto retroactivo. Aprendamos a
amar en la justa medida. Pidamos ser amados de la misma forma. Iremos
encontrando el camino y el suave equilibrio.
Mi disciplina hoy no ha funcionado adecuadamente,
exploraremos los motivos…
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