-“Mamá, algunos niños del cole dicen que el Ratoncito Pérez
no existe. Y, ¿a que sí existe”.
-¿Tú qué crees?
-Pues claro que existe!
- Eso es lo importante. Las cosas en las que creemos,
existen.
Uffff! Qué difícil. No me gusta mentir. Admito las omisiones
necesarias pero no terminan de convencerme las llamadas mentiras necesarias. Ni
qué decir del resto. Me pregunto, sin embargo, tras esta y otras conversaciones,
cuál es el momento en el que se rompe esta magia. En esa categoría están
también los Reyes Magos y, aunque suene triste decirlo, la ilusión de que
existe un Dios que es bueno y justo.
Es tremendamente ilustrador ver un telediario con un niño
porque somos conscientes de cuantas cosas nos parecen obvias sin que lo sean.
Los secretos y las mentiras siempre dañan. Siembran fantasmas, crean angustia,
hacen dudar. Y más vale una pena, la de la verdad que duele, y que como todo
dolor seguirá su proceso de duelo. Para elaborar el duelo es necesario confiar.
Confiar en que las cosas pueden mejorar. Casi siempre es más fácil cuando a tu
lado camina alguien que te asegura su amor sin condiciones.
Hasta que tuve
hijos no entendí la incondicionalidad de los actos de mis padres hacia
nosotros. Me parecía sacrificio y no lo alababa. Ahora, desde que soy madre pienso que se hace lo necesario implique o no eso que perciben algunos como sacrificio
Tiene sus riesgos, esperemos que la vida nos de sabiduría y buen criterio.
Violeta, era muy sabia, y tenía razón…. “Gracias a la Vida”
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