martes, 25 de noviembre de 2014

LLORAR

Hace días hablé con R. del agotamiento emocional que sentía en algunas mañanas laborales. 

La urgencia que sentía a veces de parar unos minutos, esos en los que un café me encontraba con él. 

Me dijo... hace días me fui de aquí a la otra sede y JL me preguntó ¿Qué tal? haciendo referencia al trabajo y yo le contesté: Si te contesto, me pongo a llorar. 

Y a mi que un hombre me diga que se va a poner a llorar, qué queréis que os diga, me emociona. Y más porque sus lágrimas son las lágrimas que otros no se permiten llorar, porque creen que no hay un hombro que las acompañe.



Una semana después presentamos un informe técnico sobre indicadores de vulnerabilidad en nuestro país. Nos piden recoger algunos testimonios que humanicen las estadísticas y allí estamos, acompañando historias. Veo el documento final editado. Sin esperarlo, escucho las lineas finales del vídeo con J. diciendo: aquí me he hecho duro, pero por las noches, lloro. Y es verdad, lo sé aunque no le haya visto hacerlo. J tiene uno de los corazones más bondadosos que conozco.Y lo dice allí ante todos, desde el corazón que lo siente, con la voz algo quebrada. Y todos los que le conocemos sabemos que es así, que seguramente llorará.

Y luego están los demás...los que hacen el chiste y dicen de los anteriores que "son unos flojos"

Esos que no han soltado una lágrima nunca porque no se la permiten y así les va. Esos (...y esas) que recriminan a sus hijos porque lloran y asocian el llanto a la debilidad. Esos y esas que parecen confundir el sentir (sensibilidad) con el resistir (fortaleza). Cuando lo cortés no quita lo valiente. Esos y esas realmente me enferman y me hacen llorar, pero esta vez, de rabia.






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