lunes, 29 de diciembre de 2014

ADVERSIDAD

P. siempre me dice "para sufrir solo hay que querer". Y yo creo que tiene razón.

Es verdad que a algunas personas el sufrimiento les llega por razones obvias pero, para la gran mayoría de la gente, el sufrimiento es una actitud. Una actitud que viene determinada por su tendencia a creer que lo que les sucede es el peor de los males, algo irreparable y dejará en su vida una huella que permanecerá para siempre. 

Sí, da igual que sea que no les sonó el despertador, su catarro haya empeorado, les hayan puesto una multa, o la persona de la que están enamoradas no sienta lo mismo por ellas. Sea lo que sea, les amarga el día, lo cual ya está mal, pero es que además tienen el arte de amargarselo (o al menos eso intentan) a los demás. Esos, a los que casi nunca les pasa algo que sea tan malo, tan grave o tan descorazonador, como a ellos.

H. tiene esa tendencia natural. Sufre. Anticipa males. Focaliza defectos. Es sensible a lo que no funciona de la vida y, en ese orden de ideas pare usted de contar. En general, es una niña jovial, solo hasta que una pequeña circunstancia le amarga el día, entonces  ella se transforma rumiando y rumiando su desgracia. 

Yo, por genética o educación, soy lo contrario. Y eso me hace feliz, ser como soy. Por eso reconozco que ver esa tendencia en H. me hace sufrir, porque la veo sufrir a ella. Ya sabéis, mimetismo materno filial.

Sin embargo, algo está cambiando. 

Hace unas semanas H. preparaba un baile para el acto de Navidad del Colegio. La indumentaria del baile, decidieron incluiría un sombrero de copa, de estos cargados de brillantina. Inicialmente, plateada, porque H. y yo ya lo habíamos comprado para otro baile. A dos días del baile una de sus amigas me escribe preguntándome cual de los dos sombreros dorados que me enseñaba en una fotografía era el que debía comprarse, le indiqué cuál pero le recordé que era color plata. Me dijo entonces: "...pero si H. nos ha dicho dorado". Sonreí. Otra más de sus virtudes..."Dorado o Plateado, da igual, mamá"...



Y sí da igual, en ciertas ocasiones, pero si quieren ir todas iguales más te vale que digas el color correcto. Y así terminaba el día, todas con el sombrero dorado, como H. había indicado y ella con uno plateado. Serenidad que se avecina un tsunami.

Le expliqué lo que sucedía y la responsabilidad que ella tenía en ello porque nunca le había importado distinguir ciertas cosas. Odia que la corrijan, pero eso no la lleva a aprender (para evitar la corrección) sino a rechazar a quien la corrige. Serenidad y Paciencia. ¿O no era eso criar,? un acto de paciencia infinito y de tesón y constancia inigualable. Pues sí, en eso creo, en eso estamos.

Ella no lo pidió explícitamente, pero anticipando la tragedia le dije: "Tiene remedio, falta un día, podemos comprar otro". El precio era insignificante y sin duda mucho menor que el pagaría H. por su error remarcando con ello su diferencia y, sobretodo, dejando de disfrutar del baile que con tanto entusiasmo había preparado con sus amigas. 
A mi me esperaba un día terrible y sin margen laboral para la compra en horario comercial pero ponderando costes y logros, con una torre de trabajo para casa, salí de trabajar a las ocho de la tarde, a buscar el sombrero dorado a la tienda que hay al lado de casa, esa en la que días antes habíamos comprado el plateado. 

"No hay, se han agotado" nos dice el dependiente. Me miró con cierta tristeza y le ofrecí: ¿Quieres que probemos en otro sitio? Sí, por favor. 

Mientras, en el trayecto, comenzó serena a explicarme que lamentaba su error, que nunca más olvidaría la diferencia entre ambos colores. Y que si no encontrábamos pues no pasaba nada. Segunda tienda: "Están agotados". 

Yo, asombrada con su serenidad y la ausencia de catastrofismo, con la visión constructiva que le estaba dando al asunto, le dije 

-¿Lo intentamos en otra? 
- Sí. 
 - Tendrás que entrar y mirar sola porque tendré que aparcar en doble fila
Ella, a veces aprehensiva para estas cosas contestó: "Sí, no hay problema". 

Lo hizo buscando y nada en su cara reflejaba sufrimiento. Tercer intento: Tampoco había. 

Entró al coche, la miré esperando su derrumbe pero estaba entera. 

Cariño, son casi las nueve y media, sólo tendremos tiempo de intentarlo en un sitio más pero será más difícil porque para ir a ese, sí tendré que aparcar. "Lo intentamos", me dijo sonriendo. 

Como mi buena estrella es inmensa, tras una vuelta, en hora punta para buscar un sitio donde aparcar, en un barrio donde los aparcamientos brillan por su ausencia.  Allí estaba, en la calle de atrás de la tienda, un sitio para aparcar nos estaba esperando. 

Entramos corriendo a la tienda. Buscamos con la mirada y nada. Ya rendida la busqué y le dije: nos vamos. Y ella me miró sonriendo: Míralos, están ahí!!!. Lo tenemos!!!, un sombrero de copa dorado.

Bailó con su sombrero. Feliz, sonriente, segura.


Antes, tuvimos una conversación interesante. Gracias mamá, me dijo, por ayudarme a buscarlo. Yo sonreí jugando con ella a distinguir dorado y plateado en mil ejemplos de imágenes. Y señalando al final que no es lo mismo, ni esa ni muchas otras cosas a las que ella, por no aceptar la corrección, no les da importancia.  Y no aceptarlo, no aprenderlo, tiene sus consecuencias.

Y hablamos también de lo importante que es pensar en las soluciones y no en los problemas. Buscar con constancia y con esperanza. Confiar, insistir. Atraer hacia nosotros las posibilidades, enfrentarnos a aquello que nos cuesta, para lograr aquello que queremos. 

Esa noche me tocó trasnochar algo para terminar el trabajo que me llevé a casa pero lo hice feliz. Orgullosa de ella. Y se lo dije muchas veces esa noche. Si tu te hubieras rendido a la primera, si hubieras empezado a quejarte, a hablar de la mala suerte que tenías, a echarle la culpa a otro por la confusión; seguramente yo hubiera regresado a casa, cargando tanto tu desaliento como el mio. Pero no, esta vez no, esta vez fuiste más fuerte que la adversidad y por eso tuviste una recompensa. No siempre es así, le dije, y también hay que aceptarlo pero, por esta vez, lo hemos logrado y vamos a disfrutarlo.



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