martes, 21 de enero de 2014

SINRAZÓN

Hace una semana que regresé de mis vacaciones de Navidad. Unas vacaciones que para mí significan siempre cosas hermosas: la posibilidad de disfrutar de mi familia extensa, mucha y bien avenida (menudo tesoro), la posibilidad de perderme física y emocionalmente en unos paisajes y una naturaleza que me emocionan hasta erizarme la piel, la posibilidad de tener tiempo,... para perderlo.

Dicho ésto, trece días después de volver, sabiendo todo lo que eso me supone, el primer tÍtulo que se me ocurrió para este post es "abducida". Sí, abducida, por la sensación de secuestro que tengo. La he cambiado porque es una palabra fea y porque no quiero referirme a un hecho que es y ya, sino que deseo encontrar sentido al sin sentido y avanzar en mejorar mis sensaciones.

Como ya contaba a algunos amigos, esta semana nos ha pasado un poquito de todo: aviso de que nos quedábamos sin canguro para dos tardes, pequeños accidentes domésticos, inconvenientes "inmovilizantes" con el coche,...y una suerte de pequeñas incidencias que nos han tenido prácticando aquello de "nada perturbe tu paz" y pensando en aquello a lo que en mi tierra de origen llamamos "mal de ojo"*...

A pesar de estas múltiples menudencias, los días han pasado con dos sensaciones sobrevolandolo todo y me he sentido secuestrada sí. Secuestrada como madre, por los deberes de mi hija y, secuestrada como psicólogo, por la crisis económica que me ronda.

Sí, nos secuestran los deberes. Cuando las tardes de mi hija y las mías no nos ofrecen el tiempo para poder jugar, entonces hay algo que funciona mal, porque un niño debe tener tiempo para jugar. Tengo la sensación de que toda la semana pasada hemos estado acudiendo al colegio, haciendo deberes, estudiando para exámenes y aparte de eso, sólo cubriendo necesidades básicas (comer, dormir, asearse,...) y así, día tras día. Esa no es la infancia que deseo para mi hija. 

He hablado con su tutora (de la cuál tengo una impresión muy favorable) y tras esa conversación parece que la situación se reconduce algo. Ella misma coincide conmigo en que un niño no puede pasar las tardes haciendo deberes. "Estaré más atenta a exigirle que trabaje mas en clase, para que no lleve tanto trabajo a casa". Sí, eso quiero, que trabaje en clase, para eso acude al cole y después, en casa, queremos tener espacio para vivir más cosas: tiempo para hablar y contarnos, tiempo para dejar volar la imaginación, tiempo para saltar, correr, brincar, tiempo para perderlo, tiempo para hacer planes, tiempo para pasear...tiempo suyo y nuestro que el trabajo académico nos estaba robando. Llevamos unos días bien, sin apenas deberes para casa. Veo nuestra paz, su sonrisa. Me siento mejor, espero que dure. 


Y nos secuestra la crisis. Como el mes de Enero es mes de las memorias, de rendir cuentas a los "financiadores" de nuestro trabajo, estamos pensando en el qué y en el cómo de este año y visto así en conjunto, la situación y nuestro hacer, la sensación es algo desoladora. 

Trabajo en una ONG de apoyo a población en situación de vulnerabilidad. En este contexto de precarización social creciente, una de las cosas que claramente refleja la realidad de la población que atendemos, es que todos manifiestan un riesgo elevado en el ámbito económico. Hay un mapa cada vez más homogéneo en lo que antes presentaba mayor diversidad, la sensación de que el riesgo más alto antes de esta crisis estaba relacionado con otros factores más particulares: problemas de salud, adicciones, desestructuración familiar, malos tratos, etc… problemas en los que tenía sentido nuestro trabajo con personas ayudandolas a plantear mejor sus vidas en base a la comprensión y transformación de una realidad que siempre ofrecía opciones. 

Hoy en día la sensación que tengo es que es tan imperiosa la dificultad para la cobertura de necesidades básicas que lo que hacemos es repartir ayuda humanitaria (y menos mal!!!), con una engorrosa gestión que da garantías a los financiadores de que la ayuda llega, pero que nos secuestra a nosotros, los profesionales de la intervención psicosocial en nuestro quehacer, convirtiendonos en gestores administrativos de unos fondos que siempre son insuficientes y un paño caliente en una realidad más global que es preciso transformar de fondo. 


Me pregunto, en ambos casos, cómo recuperar la vida que hoy sólo nos deja sobrevivir, y ese es el verdadero arte de estos días, seguir encontrando los espacios de luz, esperanza y crecimiento.   En ello estamos, creemos que cada cosa tiene que estar, pero en su justa medida y sin olvidarnos de cuál es más importante y trascendente.

Quisiera tener la certeza de que vamos encontrando el rumbo...


*  El mal ojo, es una creencia popular-supersticiosa según la cual una persona tiene la capacidad de producir mal a otra persona sólo con mirarlacomo proceso, puede venir dado de manera voluntaria o involuntaria, y es, según la creencia popular, efecto de la envidia o admiración del "emisor", que a través de su mirada (ya sea directa, en símbolo o incluso mental) provoca un mal en el envidiado/admirado


2 comentarios:

  1. Yo también lo llamé "secuestro": http://madredemarte.wordpress.com/2012/03/27/infancia-secuestrada/

    Estoy a vueltas con el cole, y mal, mal, mal...

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    1. Es que esa es la sensación, de secuestro de tus libertades para vivir lo que verdaderamente es importante y pensar que nos quedan tantos años por delante de escolarizacón...y es que tiemblo de sólo pensarlo. Porque además pienso en el fondo que van dejando estas carencias en nuestro sistema educativo para después decir que los niños son esto o lo otro...

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