No hay muchos nombres de mujer que empiecen por H. Mi hija tiene uno de ellos pero hay otros.
Hay otros como el de H. que tiene un nombre precioso y una historia dolorosa. No en balde le han reconocido el estatuto de refugiado y me alegro de ello. Lo merece sí, como muchos otros a quienes se lo han denegado, con parecidos desgraciados méritos. Pero esa como siempre, es otra historia.
La conocí hace meses cuando no dejaba de llorar. Lloraba con angustia aunque sus circunstancias eran otras y la amenaza había cesado. Estrés post-traumático. Que fácil de decir, que duro de vivir. Lloraba porque la emoción cubría los recuerdos y no la dejaba articular el pensamiento. Y esa congoja era inhabilitante para lo que nos pedía. Pedía lo que sabía necesitaba, la forma de cubrir sus necesidades básicas y ese apoyo que sólo podía ser puntual necesitaba que ella se recuperara de lo que no nos pedía, de lo que creía la atormentaría para siempre. Sin embargo tenía que sobrevivir a su historia y sus circunstancias. Resurgir de las cenizas. Seguir.
La última vez que la vi, la semana pasada, no paraba de sonreír. Ha sido un proceso, llevamos meses trabajando y han sido muchas las cosas que han influido en su mejoría. Yo sólo soy parte de ese conjunto, pero me hace feliz ser copartícipe de esos avances.
Cuando la conocí una de las cosas que le agobiaban era que no dormía. Sólo podía hacerlo durante 2-3 horas cada noche. Dormía poco y mal. Al dormir, volvían las pesadillas. Tenía tantos recuerdos dolorosos, y los sentía de forma tan vívida que re-experimentaba el terror de lo vivido cada noche. Y entonces no descansaba, dormir la angustiaba. Si no duermes ¿Cuándo descansas, cuándo repones fuerzas, cuándo te recuperas?. Más, cuando ni siquiera te atreves a encender la luz para que no se den cuenta de tu infierno quienes duermen contigo. Me dice ahora que duerme el doble, pero que sobretodo duerme bien, descansa, las pesadillas no aparecen ya en el discurso. Me siento bien porque la veo sentirse bien.
Y pienso en ello, en la importancia de un sueño sosegado, no sólo por ella sino también por mi. Por nosotras, por mis noches con H., mi hija.
Ha vuelto sana y feliz del campamento. Y el echarnos de menos es una de las cosas que nos invita al colecho, uno de los temas polémicos de la maternidad. Uno de aquellos en los que he cambiado de opinión tras ser madre. Yo creía y creo que cada persona necesita un espacio físico y emocional; y creía y creo que hay que educar a los hijos en la autonomía. Siempre me pareció que aquellos padres que mantenían a sus hijos en sus camas por períodos prolongados no favorecían dichos procesos. Observaba el hecho y opinaba sobre sus consecuencias. Hoy en día, por experiencia, creo en sus beneficios.
H. y yo no hacemos colecho siempre pero sí a veces, a veces en su habitación, a veces en la mía, casi siempre vinculado a situaciones que nos vuelven frágiles y en las que necesitamos sentir más cerca la presencia física y emocional de la otra (enfermedades, ausencias, broncas, días malos y días buenos que nos desbordan en emotividad....). Hacemos colecho y nos parece bien, lo disfrutamos.
En estos días me sorprendía que pudiéramos hacerlo toda la noche porque no siempre ha sido así. No sé en qué momento ha dejado de suceder pero me he dado cuenta de que H. ha dejado de dar patadas. H. siempre ha dormido bien. Nunca ha tenido pesadillas pero se movía mucho y si había alguien a su lado lo pateaba hasta echarlo de la cama.
Y entonces pienso en todos esos fantasmas que se aplacan y dejan de venir a visitarnos cada vez que bajamos la guardia. Pienso en lo duro que es vivir en estado de alerta, defenderte de cualquier contacto porque temes o te inquietan otras presencias.
Me alegro de ver que H. duerme tranquila y me abraza. Me alegro de compartir su lecho y que pueda compartir el mio. Me alegro de su conquistada serenidad y de su reposo. Creo que si existe un perjuicio en el colecho, nunca superará los beneficios que aporta a un niño que necesita ser arropado. Y yo que utilicé siempre el verbo arropar en sentido metafórico, ahora también lo utilizo en sentido literal.
Este blog es un regalo. Yo quería tenerlo y alguien que me quiere me lo regaló. Yo quería que mi casa tuviera ventanas y puertas y él me regaló una casa entera. El lo llenó de sol y yo de otoño. Todo tiene su momento. Este es el mío. No tiene un tema, solo tiene un fin aunque todavía no sé cuál es. Está aquí, es mi regalo. Cuidaré de él.
domingo, 11 de agosto de 2013
DORMIR
Publicado por
Montse Hernández P.
en
18:47
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Etiquetas:
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Las veces que lo he intentado con mi hija sus rodillazos,codazos,brazadas no nos han dejado. Tengo un dormir muy ligero y con esos movimientos me despierto con facilidad. Pero por supuesto que es muy terapeutico aunque solo sea un ratito al acostarse si se ha tenido un mal día considero que es algo muy reparador para las dos partes.
ResponderEliminarSi es algo reparador para el corazón aunque a veces para el cuerpo puede ser dañino. El "hasta que lo echaba a patadas" también es literal. No consciente, pero sí literal. Por eso son tan reconfortantes sus abrazos de ahora. Todo se andará querida. Disfrutemos de los pequeños ratos!
EliminarQue bello! yo también disfrutaba del colecho con mi madre y a día de hoy cada vez que lo recuerdo, me parece una de las cosas más lindas que he vivido con ella. Así que me alegro mucho por vosotras dos y que os sigáis disfrutando mutuamente por mucho mucho tiempo. Besos desde el corazón.
ResponderEliminarEn ello estamos, disfrutandonos, que la vida es un soplo y como dice una amiga mía, gran defensora del colecho: No conozco a ningún adolescente que quiera dormir con su madre! :-)
EliminarRecuerdo que una de las cosas que leí antes de llegar mi hija hablaba sobre el dormir de los niños en los orfanatos... En habitaciones abarrotadas de niños, compartiendo cunas, toses, llloros, angustias, cuidados y abandono... Y recuerdo que se hablaba de ls niños adoptados a los que dejábamos solos en sus preciosas habitaciones nada más llegar... Lo que yo e hice durante un par de días... Al tercero paso a nuestro dormitorio... Cada niño tiene sus necesidades y es una pena que teorias, prejuicios no nos dejen en ocasiones ver esas necesidades.
ResponderEliminarLo importante es que seamos capaces de dar marcha atrás en nuestras ideas, de adaptarnos a las necesidades del niño que tenemos delante, dejarnos llevar por la intuición y no siempre por la razón. Saber ver más allá y estar atentos siempre. Ni hemos nacido aprendidos ni todos los niños son iguales, lo importante es revisar esas ideas preconcebidas que todos hemos tenido en algún momento. Y así cada día.
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