Tratadme como un ser excepcional, y lo seré. Sí señor.
Tras muchos temores por los posibles retos que suponía pasar
a 3ro de primaria; tras múltiples, en este caso “terrores”, que inspiraban los candidatos a profesor
tutor; la suerte y la vida nos hicieron un regalo: nos encontrarnos a R. dándonos la bienvenida el primer día de clase.
R. tiene, como media, 15 años menos que el resto de la
plantilla de profesores de la escuela pública a la que va H. La edad no es imprescindible, pero ayuda a tener ganas. Y ella las tiene. El primer día, no sabíamos lo que ella sería,
pero ese desconocimiento ya era una buena noticia frente a las fantasías que
nos acompañaron todo el verano.
Durante días escuché a H. alabar a su nueva profesora y tras
la primera reunión confirmé que ese desconocimiento se estaba llenando de cosas
buenas. La escuché hablar de nuestros hijos y no pude más que sonreír. Nos habló de sus defectos pero sobretodo les elogió y
alabó tanto, que me preguntaba si eran los mismos niños que el curso anterior. Su maestra de entonces no dejó de hablar mal de ellos en dos años.
Personalmente, me gusta que me señalen mis errores. Sin embargo, con la misma
agudeza que espero identifiquen y me hablen de éstos para poder corregirlos;
deseo que me señalen las cosas buenas que tengo y de las que puedo echar mano
para superarlos. Cuando alguien sólo es capaz de hablar de tu parte
mala, a mi me parece una persona de alma pobre y peor espíritu. Y a esos, hay
que silenciarlos o cuanto menos, mantenernos alejados. Más lejos si del sistema educativo hablamos.
Pero no, tenemos a R. Tenemos la enorme alegría de tener a
R. Tras dos años de desencanto académico, nunca he visto a mi hija tan motivada
por el aprendizaje. Es cierto que ha sido agotador porque la cantidad de
deberes nos ha superado muchos días, pero en ningún momento la he visto renegar
de su profe o de sus propias capacidades. Sólo ha estado cansada -mejor hago el plural-, pero nunca he sentido que tuviera
falta de ganas.
La reflexión que motiva estas líneas tiene que ver con un
comentario reiterado que me hace sonreír: “Mamá, R. nos ha dicho que somos tan
listos que ha tenido que enseñarnos unas cosas de 4to. Y ya las hemos
aprendido! Sabes? 4to. va a ser mucho más fácil”. Tendremos un verano optimista.
Y pensar en eso me hace recordar a todos los que vieron cuánto habíamos
conseguido, y lo celebraron con nosotros. En los que aprendieron de nuestras
fortalezas para amortiguar nuestras debilidades y animarnos a superarlas. En
todos los que creyeron que podíamos dar más y nos lo pidieron. En todos
los que nos motivaron para esforzarnos e ir más allá de lo mucho que ya habíamos
logrado.
Pienso en R. y el bien que le está haciendo a mi hija a
fuerza de afecto y exigencia. Vamos a tener que seguir dando las gracias. Las
GRACIAS en mayúsculas porque ésto no es algo anecdótico son las bases de la
autoestima de mi hija. Y no puedo trabajarlas sola y únicamente desde este lado del espejo.
GRACIAS R. que afortunados son tus alumnos. Y nosotros, sus madres y padres.
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