martes, 11 de octubre de 2016

RECONCILIACIÓN

Colombia, un país que he aprendido a querer en la distancia.

La primera mano tendida que sentí en esta tierra era colombiana. Nos unió esta ciudad en la que los dos acabábamos de aterrizar. Fue N. alguien tan especial, tan significativo en mi vida en aquel momento, de hace casi un cuarto de siglo, que a través de sus ojos aprendí a amar y a sentir aquella tierra vecina, justo cuando había dejado de serlo.

He estado allí dos veces, para enamorarme de la forma más romántica que uno puede amar en América: olvidándose de lo demás. En uno de esos viajes, recuerdo que no fuimos a donde quisimos sino a donde era posible ir sin riesgos. Los militares en la mesa con nosotros, organizando las vacaciones.

Unos años después de que Colombia entrara en mi corazón, comencé a escuchar y leer historias de víctimas del conflicto armado que llegaron aquí buscando refugio y futuro. Y a través de ellos y de algunas otras personas colombianas, mi amor por su país se hizo incondicional. No sólo amo su belleza como país, sino también la extraordinaria calidad humana de sus gentes, que han tenido que lidiar a lo largo de su vida contra tantos estigmas negativos.

En estos días convulsos pienso en ellos. Y en las lecturas que hice sobre reconciliación política cuando Guatemala me tenía hechizada. Sobre la reconstrucción del tejido social, cuando se habían cometido en ese mismo tejido, tantas atrocidades. Cómo perdonar, cómo aceptar esa presencia compartida con tus propios verdugos en nombre de una paz mayor...

Ignatieff, uno de los autores que más ha escrito sobre este tema, leemos ...reconciliarse significa romper la espiral de la venganza intergeneracional, sustituir la viciosa espiral descendente de la violencia, por la virtuosa espiral ascendente del respeto mutuo. 

Sé muy poco, por no decir nada, de política, así en general, pero sé mucho de sentimientos. He visto llorar y sufrir a mucha gente que huyó del conflicto y lo ha vivido en carne propia a lo largo de su vida. He pensado en ellos cuando veo que en las zonas donde el conflicto ha hecho más daño, ha ganado el SI a la Paz. Pienso en cómo se vive, que a pesar de tu SÍ, otros digan NO a tu paz, porque no les convence en sus mínimos, en sus costes...o aún peor, porque les da igual y no han salido a posicionarse. 

Y así llevo días pensando en esas víctimas que SI querían la PAZ frente a una guerra que sobretodo ellos han padecido...No dejo de preguntarme...¿Donde acaban los derechos de las víctimas? ¿Donde está su poder de perdonar, de reconciliarse con su propia historia si son otros (y no necesariamente los agresores) los que se lo niegan?

Le han dado a Juan Manuel Santos el premio Nobel de la Paz....porque por lo menos lo está intentando...ojalá que como quienes le precedieron: Rigoberta Menchú, Oscar Arias, ...muchos otros; nunca deje de intentarlo. 



* Carlos Martín Beristain es médico y especialista en educación para la salud. Desde 1989 ha trabajado en El Salvador, México, Guatemala, y en Colombia, en programas de atención a personas y comunidades afectadas por la violencia, y apoyo a los grupos de derechos humanos. Fue asesor de salud mental del Proyecto de Reconstrucción de la Memoria Histórica y coordinador del informe Guatemala Nunca Más.