domingo, 13 de diciembre de 2015

ESPERANZA DE VIDA...

En las últimas semanas me he encontrado nuevamente con él. Siempre viene a verme cuando necesita darme o decirme algo. Esta vez viene a pedirlo. No importa. Jamás pide y esta vez pide con razón.

Cuando le veo pienso en que hay algo que hace maravillosos a los negros rostros del África Subsahariana. Su sonrisa y sus ojos brillan como no lo harán nunca los rostros blancos. Su mirada y su sonrisa me iluminan.

E. es oficialmente y legalmente "Solicitante de Asilo", sí de esos que hace unos meses se han puesto de moda. Existían antes del verano y seguirán existiendo después cuando ya les hayamos olvidado en el telediario, porque sus solicitudes dependen de lo que allí les pasa y no de lo que aquí "concedemos". 

Pero el caso de E. es atípico. E. solicitó asilo de forma sobrevenida, después de muchos años en nuestro país. Le conocí hace dos años, cuando ya lo había pedido, así que nada tengo que ver en ello. Sus razones también son atípicas y la experiencia me dice que es más que probable que nunca le sea reconocido el estatuto de Refugiado aunque quizás sí la protección subsidiaria. 

Tras dos años renovando fielmente esa solicitud cada seis meses como manda el marco legal, aquí sigue, en situación de estancia legal. Más, mucho tiempo más de lo que inicialmente cabía esperar...Lo "habitual" sería que ya le hubieran dicho que de eso nada....

Le pregunté la última vez, más bien por curiosidad  ¿Cuándo solicitaste asilo... esperabas que te lo concedieran? ...No, me contestó....Tampoco esperaba entonces, seguir vivo a estas alturas. Y sonrió. No me importaba el futuro, porque no lo tenía...

Y base tiene, porque también tiene al menos una enfermedad que se suponía debía haberlo matado...pero ahí sigue. Vivo. Sonriendo. Tomando decisiones como si una vida larga le esperara.

E., con su actitud, hace crecer cada día su esperanza de vida. Lo hace con cada paso que da. Y yo celebro conocerle porque al hacerlo, os prometo que también crece en mi la esperanza...en la vida.

 

martes, 8 de diciembre de 2015

DEFENDER LA ALEGRIA

Estoy alegre.

Llevo días sintiendo y, sobretodo pensando alegrías, pequeñas alegrías.

Llevo meses sin escribir pero llevo días pensando en hacerlo. En escribir para celebrar la alegría.

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Hace días, al llegar a casa, cuando se abrieron las puertas del ascensor, la navidad nos golpeó en la cara. A H. que venía conmigo y a mi, nos dio un ataque de risa. Era otra vez ella. Ella que no sé como se llama pero es mi vecina desde hace unos pocos años. Ella, la misma que llenó nuestro largo y anodino pasillo de hermosas plantas, y con eso le dio una calidez de la que soy consciente cuando subo al resto de pisos y los veo vacíos. Ella que nunca deja de sonreír. Ella que habla con una dulzura enorme. Sí, ella lo había vuelto a hacer....había llenado nuestro pasillo de adornos de Navidad. 

Nada más abrir la puerta del ascensor...un belén, guirnaldas, colgantes con motivos navideños en cada ventana del patio interior.... Una exageración, incluso algo de mal gusto por lo recargado, pero ciertamente una exageración llena de vida. Y de alegría.

Cuando llegué a esta casa hace más de una década, ella no vivía aquí. Vivía él, con otra, que intuyo le hizo sufrir. A él le vi poco en esa época, lo suficiente para verle adelgazar, entristecer y desaparecer. La que fue su pareja se quedó en el piso. A los dos o tres años él volvió y entonces la que conocí como su pareja, desapareció. A ella, intuyo, le dolió menos la separación. Y no digo más porque no lo sé. Sólo se que me alegró verle volver a él porque parecía un buen chico y ella no lo parecía tanto. 

Llegó, volvió a ser él, a sonreír. Y a su lado apareció mi actual vecina, dulce, sonriente, con sus perritas mellizas, que siempre nos saludan al llegar a casa. Ella que lo llenó de vida. A él, a nuestro pasillo, a nuestra navidad. Ella que rompe mis moldes con su delicadeza en el trato, sus horarios a destiempo ¿enfermera?, con sus atuendos de motera o sus abrigos talle largo, sus tacones o sus atuendos de runner. Ella, que sea lo que sea, siempre nos hace sonreír.

Que importante es rodearte de aquellos que te aportan alegrías. Que importante es tenerlas y, sobretodo, saber verlas.

Diciembre de por sí me supone alegrías, las alegrías propias de las celebraciones vitales, que no navideñas, aunque también. Diciembre celebra el inicio de un proceso migratorio que ha llenado mi vida de oportunidades y aprendizajes, que me ha convertido en una persona con la que me siento a gusto. Me gusta recordar esa fecha tan llena de simbolismos nacionales. Yo tenía que haber llegado en Noviembre pero un intento de golpe de estado en mi patria de origen demoró el viaje. Y llega Diciembre y con él, el cumpleaños de H., mi niña bonita que va haciéndose mujer. H. que cada día me supone más alegrías. Diciembre es para mi un mes de comienzos y no solo de finales.


Pero es verdad que andamos vital y laboralmente corriendo para "cerrar" el año adecuadamente y yo llevo días con un ojo en este presente y otro en el futuro que nos llega, tratando de no perder en esa disparidad de miradas, el paso y el ritmo que nos permita seguir avanzando. Escucho, descifro, intuyo, anticipo...

No es fácil sincronizar y acompasar emociones. Menos, hacerlo en medio de tantas urgencias e intensidades, en medio de tanto desaliento colectivo. Pero, es verdad, que si sabemos mirar, si sabemos rodearnos bien, quizás estemos mejor preparados para resistir los embates, y estoy segura que las cosas se nos harán un poco menos cuesta arriba. 

Siento mucho desencanto por muchas cosas que me rodean, podría regodearme en ello...pero salgo al pasillo y mi vecina me alegra el día con su exagerada navidad. Voy a una reunión a la que no quiero ir y soy consciente de todas las cosas buenas que en ella recibo. Me regalo unos días de buena y elegida compañía, esa que me arropa y me hace sonreír. Simplemente duermo más y como mejor. Por unos días me obligo a pocos horarios y esas cosas sencillas me recuerdan lo facil que resulta a veces proveerse de pequeñas dosis de bienestar y alegría.

...y entonces la vida me regala una alegría inmensa, que no es mía, sino de otros que la han luchado y que merecen disfrutarla. Y estoy alegre sí, mucho. Y dure lo que dure quiero ser consciente de ella y disfrutarla en cada poro. Ya vendrán tiempos peores, sí. Y entonces seguiremos resistiendo al desaliento. Como ahora.

Yo también elijo y pienso, como recitaba en sus noches de desaliento alguien inmenso, "soy el amo de mi destino"... y sobretodo, "...soy el capitán de mi alma".