domingo, 18 de noviembre de 2012

RÁPIDO

En la clase de Lengua de H. están aprendiendo de adjetivos...

Yo como madre, también. Mis ojos y nuestro pediatra lo ven. H. crece quizás demasiado rápido. Con la ayuda de la ciencia agudizamos nuestra mirada y parece que sí, que crece un poquito más rápido de lo recomendable. En otros tiempos la reflexión era "te ha tocado crecer rápido" pero, estamos en estos. Ahora, parece que hay algunas cosas que podemos decidir, en estos tiempos la ciencia nos permite sopesar si la dejamos crecer según le ha tocado o la ayudamos a ir más despacio, que igual así saborea más la vida y cada cosa llega a su momento.

Cuando conocí a H. ya había crecido demasiado rápido. Le había tocado la mala lotería de perder a sus cuidadores primarios y cuando no tienes quien te cuide, aprendes (por supervivencia) a cuidar de ti mismo. H. a los dos años y medio, hacía cosas que no hacen en este lado del mundo, ni los niños de seis. Era asombrosa, que también es un adjetivo.

Como madre, incluso sin las últimas noticias, pienso que crece demasiado rápido. Su niñez, como la de muchos niños de muchas madres, se me escapa entre los dedos. Me enfrento a la ambivalencia de añorar a la niña que fue, que está siendo aún, frente a la ilusión que me supone el verla crecer en todos los ámbitos. Soy yo la que quizás se ha vuelto lenta para asimilar a la misma velocidad, la vorágine del día a día.

Llegué a la maternidad tarde para la norma social. A tiempo, para el criterio personal. A veces pienso que podía haberme animado antes porque hubiera sido madre más veces, pero no nos sobraban los motivos. Ahora todavía pienso que seré madre más veces pero me lo planteo de formas alternativas. A las familias de hoy, les ha dado por seguir nuevos modelos y escaparse de los tradicionales, igual eso nos beneficia. En algunos de ellos podría estar mi contraparte. A ver si tenemos suerte. Más, quiero decir, que suerte tenemos ya y mucha. Claro! no ha sido de gratis. La hemos trabajado mucho. Y nos alegramos. La suerte también es algo que se conquista

Me entristece ese crecer a toda prisa. Sobretodo cuando es el cuerpo el que manda. Cuando creces irremediablemente, cuando tu pantalón preferido deja al descubierto algo más que tu talón, cuando ya no puedes ponerte esa camiseta que te quedaba tan bonita, cuando las zapatillas del verano no te sirven para el otoño, cuando ya no estás cómoda en la playa sólo con la parte de abajo del traje de baño. Quizás desde la consciencia de que la vida sólo va en una dirección y que cada etapa vivida, no se vuelve a recuperar. Ese crecer rápido me produce nostalgia.


Quiero disfrutarte pequeña. Pero te miro de cerca y descubro que ese crecer físico que me inquieta, viene de la mano de una madurez que nos ayuda a ambas, de una asombrosa capacidad de mirarte, de reconocerte y regularte, que habla mucho y muy bien de ti. Creces y crecemos querida mía habrá que asumirlo, sonreír, animarte y acompañarte. En eso estamos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

CENTRADOS EN SOLUCIONES

Hace unas semanas retomé, tras varios (muchos) años, mi formación como terapeuta. Lo hago de la mano de M. y M. Igual que hace veinte años renovada de ilusiones, con un gran rodaje a las espaldas, y con la humildad de quien siempre ha sentido que sabe infinitamente menos de lo que debería.

Nuevamente me encuentro con M. Me deslumbra de la misma manera que lo hizo entonces y, probablemente, lo hace por las mismas razones, que con en el tiempo, se han magnificado.

El trabajo de ambos me gusta porque lo hacen desde el concepto de FAMILIA como concepto real pero, sobretodo, emocional. En estos veinte años, he crecido exponencialmente en lo familiar, he tenido más cerca a la familia extensa y hemos hecho sólido nuestro vínculo desde la experiencia interpersonal y no sólo desde la biología. También he crecido por tener más lejos a la familia nuclear, por no tener-nos siempre que quisimos, y, sobretodo porque desde la maternidad me he posicionado en un lugar distinto en la experiencia de la construcción de vínculos. Yo en estos años sólo he multiplicado la convicción de que la familia, esa en sentido amplio y desde distintos modelos, es el germen y el guardián de lo que eres y no puedes comprenderte si no es en relación a tu historia familiar.

Me gustan por que trabajan desde un profundo respeto por lo que los clientes nos cuentan, por el DOLOR que traen a terapia. Sin ser personas suaves, más bien lo contrario, toman entre algodones las historias de daño, tristeza y angustia que se traen a terapia. Luego los diseccionan agudamente, infinitamente, tanto, que los transforman en su opuesto. Diseccionan para fundirse en la comprensión emocional del otro. Y, una vez allí, siguiendo la voz del cliente que les guía, van encontrando el camino de regreso a estos espacios de luz donde a veces, sólo a veces, parece más confortable vivir.

Y, finalmente, me gustan por ese esfuerzo deliberado que nos invitan a hacer a los terapeutas: ayudar a las personas a encontrar LAS SOLUCIONES que ya tienen en ellos cuando se encuentran con nosotros. Buscan y buscan hasta encontrar esa senda de regreso de la que el cliente va dándonos datos. Sigues su voz, que escucha tus indicaciones, tu no ves, pero sí sabes, ellos ven pero no conocen el camino. Sólo te siguen y juntos encontráis el camino de regreso. 

Es imposible conseguirlo si no partes de la convicción de que ese camino existe y que son ellos los que te guían hacia ella. Los clientes sólo dan buenas respuestas a nuestras preguntas, somos nosotros los que tenemos que transformarlas en respuestas útiles. No tenemos que descubrir nada, sólo de reconocerlo.

 


martes, 6 de noviembre de 2012

PEDIR

En mis mundos, este es el verbo que escucho con mayor frecuencia. Cada día más, con más matices. 

Hace unos días mi amiga de Marte nos contaba en este post  sus particulares malabares. Su objetivo, lograr que sus hijos estuvieran atendidos y cuidados, uno de esos días festivos en los que a ella le toca trabajar y sus ellos no tienen cole. Solo leer el post ya cansaba mentalmente ese encaje de bolillos, pero, además, en los comentarios ella hablaba y decía " una de las grandes enseñanzas de la monoparentalidad es que aprendes a pedir ayuda". Yo añado: te conviertes en un maestro de las posibilidades y aprendes que estás mucho más acompañado de lo que a veces crees. Que sin tener consciencia de ello, formas parte de una tribu que hace las veces de familia (y encantados están!!!) ... Claro!, siempre que tu te animes a pedirlo.

A mi pedir siempre me ha costado mucho. Crecí en un entorno en el que no era fácil pedir ayuda (por soledad que no por hostilidad) y aprendí a necesitar sólo aquello que yo misma podía proveerme. Eso no suena bien, pero lo cierto es que eso me hizo una mujer autónoma, independiente y valiente, digo, por ver el lado bueno. Quizás se me ha ido la mano muchas veces: si quieres que alguien te regale flores, quizás tengas que esperar un poco antes de salir a buscarlas tu. En la misma línea y por la misma época, el hombre más especial de cuantos me han rodeado, me decía, tu no has tenido hijos antes porque no has podido fertilizarte a tí misma...y razón tenía!!! comentario que ha dado para muchas risas y otras tantas lágrimas.

Pues bien, a mi también mi hija me ha enseñado a pedir, mucho más de lo que hubiera deseado (y soy consciente de que es aún poco), pero ese acto me está suponiendo un proceso de aprendizaje bonito como ser humano. Te vuelves mucho más sensible al valor de los demás y se lo reflejas, y te haces mucho más humilde frente a tus fortalezas, y por tanto, te vuelves mucho más humano. 

Hace unos meses comencé a participar someramente del Banco del Tiempo de mi ciudad. Antes de hacerlo coincidí en un foro de reflexión con uno de sus promotores y él me decía: el que dinamiza la sociedad es el que pide, no el que da. Pidamos pues!

Reconforta encontrarte la bondad de alguien dispuesto a dar y a compartir. Reconforta sentir que el bien que te hace le otorga valía a su gesto y a él como persona. Sólo tu pidiéndole posibilitas su valor. Si no lo demandas, nunca podrá expresarlo.

Trabajo en un servicio de atención a personas en situación de vulnerabilidad. Como podéis imaginar en los últimos cuatro años han crecido exponencialmente las demandas de ayudas para la cobertura de necesidades cada vez más básicas. A menudo, una de las cosas que tenemos que trabajar con las personas que atendemos es la dignidad que implica el que pidan. Definitivamente pedir está mal visto. Los que pueden evitarlo, lo evitan y quienes no pueden hacerlo porque la necesidad obliga, se sienten indignos, merecedores sólo de la mirada lastimosa del otro y eso es totalmente falso. No hay de qué avergonzarse. Pedir si necesitas es sano.

Hay que ser valiente para pedir y reconocer que el otro te hace falta.

Y eso creo, que nos hacemos falta. Y cada vez más.

Pues por pedir, que no quede 

 

jueves, 1 de noviembre de 2012

LA MUERTE Y LOS MORIBUNDOS

Retomo hoy, que como latina, prefiero conmemorar el Día de los Muertos; este texto que escribí hace unos meses, un día cualquiera. Nuestros muertos están siempre con nosotros, no sólo hoy, pero quizás hoy más.

"La Muerte y los Moribundos" es el título de un buen libro de Elizabeth Klubber-Ross, una psiquiatra pionera de la humanización de la atención a pacientes terminales. En su día, me tocó leer, no se si por placer o por angustia, muchas cosas de ella. Me resultaban muy interesantes sus observaciones sobre el buen morir y lo que podemos hacer los que estamos cerca de quien se muere. Eso no tiene mucho que ver con lo que ahora escribo (o sí) pero es que pensar en la muerte siempre trae su nombre a mi memoria.

Hace unos meses la madre de S. una compañera de clase de mi hija,  me dice en medio de una conversación trivial sobre las batallitas de nuestras niñas. "Sí, S. me dice qué graciosa es H.!. Si estamos hablando de Galileo Galilei ella levanta la mano y pregunta ¿Esta muerto?...Si decimos que Cristobal Colón descubrió América ¿...pero está muerto? pregunta H. y así con todos". La escucho y sonrío recordando la cantidad de veces que me pregunta en relación a su abuelo ¿Está muerto? ¿Se va a morir? (...y está bien, no le pasa nada) o en todas las muchas conversaciones que hemos tenido sobre la muerte...¿A los muertos los tiramos a la basura también ? (3 años); Qué suerte si nos morimos dentro de casa porque como está el techo no nos deja pasar y no podemos irnos al cielo! (4 años); Si tu te vas a morir yo me agarro de ti para irme contigo (4-5 años). Aparte de su afán por saber Cómo se muere la gente, querer visitar cementerios, ver muertos para ver cómo están y esas cosas...Al lado de eso (y supongo que porque podemos hablar tranquilamente del tema) ni una pesadilla, ni angustias detectadas, ni miedos más allá de estas conversaciones, "simplemente" curiosidad.

Sonrío con tristeza sí, como se llora de alegría.

Cuando un niño cercano a nosotros tiene dos años y pierde a sus padres, somos muy conscientes del dolor y de la pérdida que ese niño tendrá.

Cuando alguien adopta a un niño de dos años que ha perdido a sus padres, pensamos en la suerte que ha tenido. ¿De qué? me pregunto.

Que difícil resulta que no se minimice el daño y la perdida previa que ha vivido un niño que es dado en adopción. Que se entienda que la vida de antes, es la misma vida y que sobre ese dolor mayor, se pueden asentar otras cosas buenas para ambas partes, pero que antes, se ha perdido algo muy significativo. Y todo deja huella.

Se que H. fue una niña querida y cuidada. No veo en ella rastros de daño emocional, por eso quiero a su familia. Esa familia, al quererla, le dio las bases para la salud emocional que yo hoy disfruto. Viendo lo que hay allá afuera más me vale estar agradecida a mi. Nunca le he temido a la muerte y mi relación con ella es muy serena pero reconozco que no quiero que me pase nada, que me den vida para vivirla pero sobretodo para que H. no tenga que pasar otra vez por esa pérdida. No te puedes quedar sin madre dos veces, aunque llegará el día en que así sea, mejor esperamos y nos fortalecemos para poder integrarlo sanamente en nuestra vida.

Lleva cinco años conmigo y aunque puede sonar extraño que lo diga  en los últimos meses noto mucho "que me quiere". Parece una tontería pero no creo que sea fácil -o al menos a mi no me resulta nada fácil, sentir que el otro me ve y me quiere-, con amor de adentro, con amor profundo. Por eso tengo la ternura alborotada. Por eso sonrío aunque sea con tristeza.

"El amor" es una cosa intensa. Y da mucho miedo perderlo. No me extraña que para mi hija "saber y sentir" la muerte, sea importante. Y en eso pienso, hoy, de forma evidente pero también muchos otros días. Pienso en mis muertos, en los suyos y en los nuestros...porque forman parte de nuestra vida.